Revista Viajes

Vivir en una casa-bote en Amsterdam

Por Viajaelmundo @viajaelmundo

CasaBote1

El señor desplegó el periódico y antes de leer el primer titular, alzó la mano para saludarnos. Sonrío y se perdió entre esas hojas grises una mañana de domingo. Quizá pude haber detallado más, pero yo iba en un bote surcando los canales de Amsterdam y lo dejé atrás. Lo dejé atrás a él, que vive en otro bote y que ya debe estar muy acostumbrado a que los viajeros le hagan fotos mientras sale a la proa, que es su patio, a ver el día pasar.

Ir de un lado a otro en la ciudad es detenerse en sus canales, en esa postal cautivante. Caminas, montas bicicleta y te paras justo allí a ver el agua correr y a esas casas a cada lado que de tan juntas, parecen torcidas y que, verdaderamente, lo están. Desde ahí arriba, al borde de ese paisaje uno puede divisar las embarcaciones ancladas, a alguien con los pies al aire tomando un tinto, comiendo una naranja, leyendo un libro. Desde ahí, Amsterdam es contemplación; la certeza de unos caminos nombrados Patrimonios de la Humanidad por la UNESCO. Entonces, sacas la cámara, tomas fotos desde varios ángulos y crees que ya te llevas a la ciudad; que si caminas hacia el otro lado y te quedas un rato más, Amsterdam es toda tuya.

Por eso, cuando el señor me sonrió desde el bote y supe que esa era su casa, no dejé de ver con detenimiento a las muchas otras que me topé en el camino de agua. Flores, ropa tendida, libros apilados, un gato, una siesta dominguera, sillas abandonadas. Pensé en lo difícil que había sido para mí conseguir alojamiento en Amsterdam porque llegué improvisando en su feriado más difícil, y en lo mucho que me hubiera gustado entrar a uno de esas casas-botes, que es como entrar a otra vida y dormir para despertar también allí un domingo y leer el periódico aunque no entendiera ni pizca de holandés. ¿Cómo será vivir en un bote en Amsterdam? Tendría que estar uno acostumbrado a los curiosos, a que siempre pasen con la cámara a punto delante de la ventana y quieran leer las noticias, saber cuántos cuartos hay y de qué tamaño es la cocina o la salita del televisor.

Podría leer todo el día

Podría leer todo el día

Invitaría a mis amigos un café en mi terracita

Invitaría a mis amigos un café en mi terracita

Y no olvidaría mirar hacia arriba

Y no olvidaría mirar hacia arriba

El viajero perdería toda la atención y no sabría de la historia que va contando el guía sobre los edificios que va dejando a su paso y se concentraría en saber cuántas personas viven allí y desde cuándo; pero mejor aún, pensaría cómo podría hacer para vivir en uno también. Se imaginaría viviendo así por algunos meses y luego en otra ciudad para volver después a reposar, porque la casa-bote es el descanso, el asomo de una vida distinta en la que siempre podría ser domingo.

PARÉNTESIS. Hice un paseo en bote durante hora y media por la ciudad con Blue Bloat Company. Hacía un día hermoso y tenía fiebre, pero no quería irme de allí sin mirarla desde esa óptica y menos si la travesía estaba incluida de manera gratuita en la I amsterdam city card que a bien tuvo regalarme la Oficina deTurismo de Amsterdam, durante ese viaje que hice de tres meses por Europa y que he ido contando con pasmosa lentitud, por retazos.  Vale la pena y, en caso de que lo quieran hacer por su cuenta, tiene un valor de 15$. Yo, mientras tanto, seguiré en mi delirio de vivir en un bote, al menos un domingo.


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