-26- Serie de relatos "Obras de la pintura". DESPEDIDA

Por Majelola @majelola

Le Jour de la visite à l'hôpital — Jean Geoffroy


    Le ha traído a su hijo una naranja, pero el pequeño Bernard no ha podido terminársela. Ni fuerzas para eso le quedan. Es un cabo de cera blanda que se consume bajo una débil llama, tan pálido… y tan próximo a expirar. Con ruegos, en mil idas y venidas, el padre ha conseguido que ingresen al niño allí. Las visitas solo se permiten dos veces por semana, salvo que el estado del enfermo sea tan grave que se prevea el inminente final. Por más que se lo explican, no lo entiende, per ha de resignarse: no hay dinero para las medicinas y aquí se las administran gratis.

    Si al menos consiguiera un empleo estable. Los cuadros que pinta no se venden, o casi tiene que regalarlos. Con la enfermedad del hijo ha dejado de pintar —los pigmentos son caros—, y se ofrece en la calle para acometer chapuzas domésticas. Los encargos escasean. Pasa hambre. Al menos a Bernard ya no le atormenta ese suplicio. Ya no aprieta los brazos contra el estómago para acallar su grito. Alguna vez ha robado algunas piezas en los puestos de fruta para dárselas. Como esa naranja que está en la mesita y que aún no ha logrado terminarse.          

    A él también le baila en los hombros la única y desgastada chaqueta que posee. Ha sacado lustre a los zapatos para la visita. Le inculcaron de pequeño que éstos han de lucir siempre impecables. Los ha mirado después de frotarlos mucho rato con un trapo, y piensa que el exiguo brillo conseguido no hace sino realzar sus defectos; signos de deterioro que no pueden disimularse.
    Y ahora está aquí, con esos mismos zapatos y esa misma chaqueta fofa como su esperanza. Se queda ahí, mirándolo, a veces hablándole. Diciéndole que se pondrá bien muy pronto. Contándole mentiras. Pero Bernard ya no contesta. Ni siquiera lo mira. Le falta el vigor necesario para levantar los párpados, bajo los que duermen unos ojos que fueron azules como los días felices y ahora son grises como las tardes frías. No mira, ni habla, ni sonríe. Ha empezado a caminar por el otro lado del muro. Se marchará Bernard y él se quedará solo; con su dolor y sus pesadillas, pasajero de noches insomnes, vagabundo de días dormidos. Eternamente infeliz, mirando hacia la nada, sentado, con las manos crispadas sobre las rodillas y el corazón marchito para siempre jamás.

Mariaje López. 

Pintura: Le Jour de la visite à l'hôpital — Jean Geoffroy

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