-- Señora, dígale a su hijo, ¡por favor!, que deje de imitarme.
-- ¡Niño! ¿Quieres dejar ya de hacer el mono?
-- Amigo. Donde se ponga una buena corrida, que nos quiten el fútbol.
-- Y hasta el fútbol, leches.
-- Disculpe, señor, creo que me he perdido. ¿La salida de este pueblo?
-- Zí. Aquélla de las trenzas y las gafas...
-- ¿No huele aquí a semen? -pregunta una amiga a otra.
-- Perdona, cielo, se me ha escapado un eruptito.
-- Kiyo -pregunta un espermatozoide a otro-, ¿falta mucho para llegar al óvulo?
-- Un montón. Todavía vamos por la tráquea.
-- Buenas. De primero quiero pato salvaje. ¿Tienen?
-- ¡Psss...! Pato, pato,lo que es pato: no. Pero le pego dos hostias a un pollo y se lo cabreo.
-- ¡Papá! ¡Papá! ¿Por qué mamá corre en zig-zag por el jardín?
-- Cállate, hijo, y dame más cartuchos.
-- Por favor, ¿me da un mechero?
-- ¿Recargable?
-- O de John Ford, es lo mismo.
¿Y a qué viene un post tan aerodinámico y fácil de leer?
Pues puro marketing, que de todo hay que saber en la vida.
Estamos a 31 de agosto, fin de vacaciones, y el bloguero que viene de la playa o de la montaña o de casa de su cuñado o de la azotea de tomar el sol, empieza a rebuscar a sus viejos compañeros blogueros y no se le apetece mucho -hay que entenderlo- meterse ya en honduras, cuando todavía apesta a Nivea Corporal y maldita la gana que tiene de quedarse estrábico leyendo posts de más de dos renglones.
Pura y dura psicología.
Así, que tomaros la entrada como un ligero aperitivo antes de meteros en faena.
Como los abdominales (que nunca he sabido exactamente dónde andan), empezad despacito e id poco a poco adentrándoos en este mundillo de letras, imágenes, impresiones, confidencias y dislates que en la distancia nos unen un poquito más.
Con mis mejores deseos (¿pero dónde andan mis abdominales?), os endiño este post tan facilón.