Ha llegado del colegio, me ha besado, ha aparcado la mochila en un rincón con solamente una patada, se ha cambiado, se ha lavado las manitas y se ha sentado en un extremo del sofá.
No ha puesto la tele. Yo en un extremo del sofá y ella en el otro.
Ha ido deslizando su culete sobre los cojines, hasta arrimarse contra mi cuerpo. Me ha cogido la mano. Me ha mirado. He pensado, "¡ay, ay...!"
Y efectivamente. Estaba escrito. Hoy era el día...
-- Papá.
-- Mi cielo.
-- Papá. A ver. ¿Los Reyes existen o no?
Confieso que me pilló leyendo el periódico, con lo que en principio respondí:
-- Pues claro, mi cielo. Existen. Se caen, se operan, cazan elefantes, se operan, tropiezan, se operan, estrenan muletas con claxon incorporado, se operan, chocan con los abetos de palacio, se...
-- ¡Papá! ¡Los Reyes Magooooosss....! ¡Digo los Reyes Magos!
Hoy era el día, ya lo he dicho. Ese día que sabemos que llega tarde o temprano, pero llega.
Dejé el periódico a un lado, respiré hondo, encendí un cigarrillo y me dispuse a enfrentarme a lo inevitable con la entereza que me caracteriza.
-- ¡Cariño...!
Pero mi santa esposa estaba en la cocina. Siempre desaparecen cuando más se las necesita. Almorzar, al fin y al cabo, se puede almorzar a otra hora, pero...
-- Es que dicen mis amigas que los reyes sois los padres. Y yo creo que es verdad. Es que no puedo creerme que... Bueno, dime... Papá...
-- ¿Y vas a creer a tus amigas antes que a mí? -la sonrío.
-- Es que ya el año pasado te oí a las cinco de la madrugada gritándole a mamá que dónde había que ponerle las pilas al Nenuco Cagoncete... No os dije nada para no disgustaros, papá.
-- Bien, bien, mi reina. Bien. ¿Nenuco Cagoncete...? Sí. Ya. El año pasado... Sí. Bien. Bueno. Los Reyes Magos... Tal y como la tradición o la cultura cristiana explican que...
-- ¡Papá! ¡Que sois vosotros, los padres! ¡Ya está! Si yo ya lo suponía...
-- Sí, pero no quiero que pienses que... En fin... Se dice los Reyes pero en verdad... ¿Nenuco Cagoncete era? Bueno... Bien...
-- Vale, papá.
-- Pues eso, cielo, lo que te he explicado. ¿Te pongo la tele?
-- No. Quiero hacerte otra pregunta, papá.
-- ¡Cariño...!
No entiendo que haya que encerrarse en la cocina para cocinar, la verdad. No me explico que...
-- ¿Entonces Dios tampoco existe?
-- Bueno... Dios, Dios... Tú te refieres a Dios. Bueno. Dios es... ¡Dios! Dios es Dios. Que no existan los Reyes o que tú -¡porque lo has dicho tú y tu pandilla de amigas!- nieguen la existencia de los Reyes Magos, no significa que Dios... Dios... Vamos, que Dios existe. ¿O es que no puede existir tampoco? ¡Claro! ¡Vais de listillas... tú y esa amiga de las trenzas que tiene un padre con cara de tomate! Pues Dios existe.
-- Pero yo nunca lo he visto.
-- ¡Jaja! ¿Es que tiene que bajar Dios también a ponerle pilas al Nenuco Cagoncete para demostrarte que existe? ¡Eh? ¡Eh? Ya se las ponen los... Se las pongo yo. Dios existe y punto. No se ve. No se nota. No se siente. Es como ...
-- ¿Como una compresa?
-- ¡Dios...! ¿Pero ya tú...? ¡Cariño! ¡Cariño!
-- Mamá está en la cocina, papi.
-- ¡Exactamente! ¡Pero que esté en la cocina no significa que no me escuche! ¡Cariño...!
-- Vale, papá. Te he entendido. Quieres decirme que es como Dios... No se ve, pero se sabe que está ahí. No te oye, pero puedes llamarle, ¿no?
-- ¡O gritarle! ¡Cariño...! ¡Puedes gritarle y no te contesta pero sabes que está ahí! ¡Cariño! ¡En la cocina!
-- En el cielo, ¿no?
-- ¡En la cocina! ¡En el cielo...! Dios está en el cielo si... ¡Cariño...!
-- Papá. Papá. Que ya te he entendido.
-- Pues eso... Lo que te estoy explicando. ¿Te has lavado las manos?
-- Yo ya me di cuenta sola de que el Ratón Pérez no existía. De que mamá me dejaba un regalo debajo de la almohada cuando yo...
-- ¡Hemos estado en casa del Ratón Pérez! ¡En Madrid! ¡Lo has visto con tus propios ojos! ¿Cómo me dices ahora que...?
-- ¿Te estás enfadando, papá?
-- ¡No!
-- Y entonces por qué...
-- ¡Cariño! ¡Cariñooo...!
-- Está en la cocina, papá.
-- Sí, sí... Bien. Los Reyes Magos... Nenuco Cagoncete. Dios... Compresas. Ratón Pérez... Hace pocos siglos que quemaban por herejes a gente como tú, mi niña. Bueno. Ya vale, ¿no?
-- Y cuando la abuela me decía que la cigüeña traía...
-- Para nada. Pura relación sexual.
-- Ya. Lo de los genitales y los espermatozoides y los óvulos y...
-- ¡Cariñoooo...!
-- ¿Sabes que solamente un espermatozoide de entre cientos de millones...?
-- ¡Cariño...!
Pero en ese momento me vuelvo y la cojo de la mano y la miro a los ojos.
-- ¿Qué dices, niña? ¿Qué me hablas? ¿Que solamente uno...?
-- Solamente uno llega a fecundar el óvulo, papá.
-- ¡Venga ya!
-- ¡Sí...! ¡Lo dimos el año pasado!
-- Pero.... ¿y los demás? ¿Y...? ¿Cómo...?
-- ¡Mamá....!
-- ¡No te escucha! ¡Mamá está en la cocina! ¡¿Cómo quieres que te escuche?! Pero dime. ¿Quieres hacerme creer que de cientos de millones de espermatozoides solamente uno fecun... fecunda...el óvulo?
-- Exactamente.
-- Espera, espera. Entonces me estás diciendo que...
-- ¡Mamá....!
-- ¡Quiero saber la verdad!
-- ¡Mamá...!
-- ¡Está en la cocina! ¡No te oye! ¡Exactamente igual que si fuera un espermatozoide de esos que no...!
-- ¡Mamá...! ¡Papá no me dejaaaa! ¡Mamiii...!
No me lo podía creer. Cientos de millones de espermatozoides pugnando por un mismo objetivo. Y yo que creía que era solamente uno. O dos, a lo sumo. O sea, que cualquiera de ellos... O sea, que el único que alcanzó la meta... O sea, que los restantes... ¿Y si yo no...? ¿Y si el esperma que me dio forma no hubiera llegado a... ? Entonces yo...
De pronto sentí que la vista se me nublaba. Me entró un vértigo grande por el cuerpo. Y antes de desmayarme, aborrecí a mis padres que me criaron entre mentiras y cuentos, sin explicarme nunca nada, entre fábulas y nanas de ensueño, dándome a entender que me esperaban exactamente a Mí.
-- Se ha desmayado de pronto, mami -escuché la voz de mi hija, muy lejana.
-- ¿De pronto?
-- Le dije que los Reyes Magos no existen.
-- Ay, mi cielo. Déjalo estar. Cuando despierte, ni se te ocurra decirle que la mula y el buey tampoco anduvieron por allí. Tu padre se impresiona por nada.
-- Meditaciones sobre Educación.
-- Justificante para el profesor de la niña.
-- Infancia sí, pero...