También han matao, Tano, a cinco chiquillas como la tuya la mayor, la misma edad, en un garito a lo bestia que se llama ARENA, vamos, que te cruzas los dedos y te los besas en la frente porque arena nadie quiere encima. Pues no pasa nada, Tano. Ni a presignarte te dan tiempo, cojones. Arena le han echado encima a las niñas y verás lo que tardan en echarle arena al ARENA.
Mira, Tano, no te muevas ni te salgas de las Casitas Bajas, que por aquí por el centro está la cosa la mar de chunga. Ayer se tiró de la terraza una señora, porque la quitaban el piso. Te lo juro, Tano. Que dijo ella que miso yo: aquí tenéis el piso, pero que lo que es a mí no me sacáis los colores delante mis vecinos... (y le han sacado los higadillos delante el mundo, a la pobre). Y achanta la muí que lagarto tenemos, y no hay que vaciarse ni nanai ni de acais.
Te quitan los pisos, Tano, como quien te quita una barra pan que te merques del Polvillo. Por eso no te vengas para el centro, Tano, que a ustedes vosotros no os echan cojones porque saben que no estáis hechos para monsergas ni leyes de señoritos. Ya me imagino que te veo yo a ti con cuatro municipales delante la puerta y un tío con chaqueta y dos papeles en la mano, diciéndote que te vayas... Joder, Tano, sabré yo que te rejunas los brazos y te los llevas por delante tú a tortas o a pinchazos... Pero ma meterse con papeles en tu chabola hace falta mucha arena, mucha arena encima tuya. Y olé tus cojones.
Tú no vives, Tano, como nosotros. Tú nunca has tenido más reglas ni más norma que las que has heredado. La ratí es la ratí. Y tú sabes que te conozco bien. De hecho, bajo tu techo he mamao al rendiqué que llevo adentro.
Y sabes que siempre creí en vosotros y en mí y en los mengues... al menos, mientras no andáramos en la cosa social o la leche burocrática. Pero que creo, coño, en la dignidad de la raza. La raza cuello adentro. La que traga lo que haya que tragar, pero al final escupe asín.
Pues mira, Tano: aquí se traga pero nadie escupe. Achicados y achantados vamos, en procesión, que somos nazarenos de chicoteo.
Pues mira, Tano, cada vez me están convenciendo más -aquí en la capital- de que en el fondo lleváis razón. De que no hay cojones de cortaros la luz, el agua ni quitaros el techo. De que mientras menos papeles lleves encima, menos cuenta te echan. De que me paran a mí con mi seguro, mi cinturón y mi ITV pasada al día y todavía me multan por jeta tonto. Pero que a tí, Tano, que conduces hasta con una pierna fuera la ventanilla, no hay Cristo que te pare ni te multe. Ni juez que te empapele ni fiscal que te haga números para meterte en chirona.
O sea, que mucha raza pero que sois como los banqueros y como los yernos el rey: que no hay leye ni cojone para ustedes vosotros.
Aquí pagamos el pato los que estamos en medio. Aquí en el centro, pagamos nada más que los centraos. A tu chabola no le mete mano ni la madre que te parió. Y al palacete del otro en Marbella o en Ibiza, menos que menos. Aquí, Tano, pagamos los que estamos en medio. O sease: los tontos que nos ponemos casco, los que renovamos el seguro, los que hacemos la declaración o los que reciclamos vidrios.
Mira, Tano. Al centro, ni te asomes porque te fusilan.
O te quedas en las Casitas Bajas, o te afanas un castillete cerca de Moncloa. O en la costa de Marbella o la de Ibiza.
Pero ni se te ocurra venirte al centro, macho.
Que las leyes, a fin de cuentas, están hecha para todos o mejor decir que andan hechas a medias.
O sea: ni parriba ni pabajo.
Pal centro, Tano. Para los tontos que estamos en el centro de la diana. Que se ve que lo que sobran son dardos.... Y faltan carpinteros para hacer ataúdes.
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