Y sí, también sus silencios me hicieron recordar nuestros silencios. Muchos, hubo muchos... Ya supongo que andarás con otros y que me olvidarás pronto. Lo sé. No te lo reprocho. Vales mucho y nunca te faltarán adeptos.... sobre todo, cuando no haya obstáculos tan puñeteros como la Distancia. Esa distancia que nos ha terminado separando, esa distancia que ninguno jamás llegamos a creer que significara nada. Esa distancia a la que nunca di valor. Ayer, por vez primera o quizás segunda, te engañé. Te he echado de menos, pero al final se impuso la Distancia por delante de nuestra Gran e Inquebrantable Amistad. ¡Quién lo diría hace tan solo un par de meses, en que por vez última nos vimos...! No dejaré nunca de pensarte. Nadie me pelaba como tú. (Con cariño y afecto a mi peluquero de siempre. Lo siento, Juan. Pero tener que coger el coche cada dos meses para ir a la calle Arroyo y cortarme el pelo, ya se me hacía cansino. Me he ido con el peluquero de mi calle, que está debajo del bloque. Y además no es sordo y no me chilla en la oreja haciéndome saltar del asiento cuando más relajado estoy, para preguntarme si deseo que me corte las patillas. Un abrazo).
TE PIDO PERDÓN EN PÚBLICO.
Me duele, sí, pero no me avergüenzo.
Casi tres meses ya sin verte, ¡qué ligero pasa el tiempo...!
Ayer, y sé que suenan feas y no son quizás las palabras más acertadas, te puse los cuernos. Y aunque nada me una a ti, aunque nunca quizás hemos sido nada el uno para el otro, te aseguro que me ha dolido... me ha dolido como si te engañara.
Me miro ahora al espejo como si fuera un extraño, como si otra etapa de mi vida se iniciara ante mí... y no me reconozco. ¡Canas nuevas en mi cabeza y manos nuevas que la han vuelto a acariciar, con el mismo tacto conque tú lo hacías! Sus dedos se deslizaban por mi cabello, pero yo recordaba tus dedos. Sus ojos me miraban pero yo recordaba tus ojos. Su sonrisa me decía que adelante, que tuviera paciencia, que tuviera confianza... pero yo recordaba tu sonrisa. Incluso sus palabras eran igual de acariciadoras, pero no podía evitar pensar en todas tus palabras.
Y sí, también sus silencios me hicieron recordar nuestros silencios. Muchos, hubo muchos... Ya supongo que andarás con otros y que me olvidarás pronto. Lo sé. No te lo reprocho. Vales mucho y nunca te faltarán adeptos.... sobre todo, cuando no haya obstáculos tan puñeteros como la Distancia. Esa distancia que nos ha terminado separando, esa distancia que ninguno jamás llegamos a creer que significara nada. Esa distancia a la que nunca di valor. Ayer, por vez primera o quizás segunda, te engañé. Te he echado de menos, pero al final se impuso la Distancia por delante de nuestra Gran e Inquebrantable Amistad. ¡Quién lo diría hace tan solo un par de meses, en que por vez última nos vimos...! No dejaré nunca de pensarte. Nadie me pelaba como tú. (Con cariño y afecto a mi peluquero de siempre. Lo siento, Juan. Pero tener que coger el coche cada dos meses para ir a la calle Arroyo y cortarme el pelo, ya se me hacía cansino. Me he ido con el peluquero de mi calle, que está debajo del bloque. Y además no es sordo y no me chilla en la oreja haciéndome saltar del asiento cuando más relajado estoy, para preguntarme si deseo que me corte las patillas. Un abrazo).
Y sí, también sus silencios me hicieron recordar nuestros silencios. Muchos, hubo muchos... Ya supongo que andarás con otros y que me olvidarás pronto. Lo sé. No te lo reprocho. Vales mucho y nunca te faltarán adeptos.... sobre todo, cuando no haya obstáculos tan puñeteros como la Distancia. Esa distancia que nos ha terminado separando, esa distancia que ninguno jamás llegamos a creer que significara nada. Esa distancia a la que nunca di valor. Ayer, por vez primera o quizás segunda, te engañé. Te he echado de menos, pero al final se impuso la Distancia por delante de nuestra Gran e Inquebrantable Amistad. ¡Quién lo diría hace tan solo un par de meses, en que por vez última nos vimos...! No dejaré nunca de pensarte. Nadie me pelaba como tú. (Con cariño y afecto a mi peluquero de siempre. Lo siento, Juan. Pero tener que coger el coche cada dos meses para ir a la calle Arroyo y cortarme el pelo, ya se me hacía cansino. Me he ido con el peluquero de mi calle, que está debajo del bloque. Y además no es sordo y no me chilla en la oreja haciéndome saltar del asiento cuando más relajado estoy, para preguntarme si deseo que me corte las patillas. Un abrazo).