Carlos Córdoba es un joven anónimo para muchos en España pero no para las personas con las que convive y trabaja a diario en Abobo, región fronteriza de Etiopía con Sudán. El pasado 11 de noviembre regresó a su localidad natal, Daimiel, para descansar, ver a su familia y reponerse físicamente, antes de regresar de nuevo al trabajo en el hospital y la escuela de la misión de Abobo donde ya le esperan ansiosos sus vecinos. Carlos Córdoba es uno de estos soñadores, luchadores y, a veces, incomprendidos que invierten sus vidas como misioneros en muchos rincones del mundo buscando hacer un mundo mejor, protegiendo a los indefensos, denunciando las injusticias y compartiendo lo que son y lo que tienen con los desheredados.
Carlos y vive y trabaja en Etiopía desde hace año y medio.
Fueron la asociación OCASHA-Cristianos con el Sur y la Diócesis de Ciudad Real, a la que pertenece, quienes le ayudaron en su formación previa y en el envío a Etiopía, y quienes apoyan su labor actual en el Hospital de Abobo y en la Escuela de la misión.Carlos no tuvo ningún miedo al gigante que se le presentó al llegar, no en forma de molino, sino de unas culturas y unas lenguas nuevas y así, inmediatamente, afrontó con valentía el estudio del amárico y de alguna otra lengua local, así como las costumbres y tradiciones de las diferentes etnias que allí habitan.
La vida en esa zona de Etiopía es difícil pues el clima es duro, y esa es la razón por la que Carlos ha decidido regresar durante un pequeño periodo a casa para reponerse y descansar unos días con la familia. Pero volverá.