tengo la fortuna de trabajar en una empresa en la que creo y por la que apuesto. Es una empresa de servicios, de esas que vive gracias a sus clientes, esos señores y señoras que pagan religiosamente cada mes por un servicio que permite que gente como yo pueda escribir estas líneas. No me puedo quejar de nada, pero a pesar de ello, hay algo en mi interior que no me deja estar del todo bien. Se trata de los clientes, se trata de la gente, esos que hacen que las empresas existan y nuestro sistema funcione.
Hoy termina el 2010 y muchas de esas personas lo están pasando realmente mal. Este blog no se caracteriza por criticar o hablar de las malas noticias, pero hay situaciones que no se pueden pasar por alto. Cerramos una década que deja un resumen complicado. Hemos vivido la mayor abundancia que jamás haya existido, y no hemos sabido conservarla. Lo hemos tenido todo y lo hemos perdido... la historia se repite. ¿Por qué no sabemos hacer nuestra esa abundancia?, ¿por qué no sabemos hacer que dure?, ¿será quizás porqué no sabemos tenerla?. Esa, creo yo, es la respuesta: no sabemos ser y por eso no podemos tener.
Cuando tenemos más de lo necesario, nuestro ser se transforma en una versión grotesca de nosotros mismos. Los sueños de los ganadores de la lotería, en su mayoría, consisten en ser otras personas. Graso error. Pocos son los que saben hacer crecer las ganancias, y menos los que lo hacen sin cambiar su escala de valores.
Estamos padeciendo una crisis porque no sabemos ser. Nos han engañado haciendo pensar que con un título universitario eras el rey del mundo. Miles de personas atrapadas en un sistema diseñado para deprimir y frustrar el futuro de nuestro país. Un exceso de formación vacío de sentimiento, de emoción. Estudiar para ser médico, abogado, ingeniero, informático,... Estudiantes víctimas de sueños ajenos que modifican sus sistemas de creencias y que olvidan la importancia de asignaturas tan importantes como la de ser persona.
La maquinaria educativa, totalmente arcaica, es una de las razones de esta crisis del ser que sufre nuestro país. Pero no podemos olvidar el papel de los educadores (hablo de los padres) en todo este proceso. En casa comienza este camino y no vale externalizar esta responsabilidad. Nuestros hijos son el fruto de nuestras decisiones y actuaciones, quizás entre todos tengamos la clave para cambiar esta tendencia y ayudar a la gente a saber lo que quiere ser.
Jugar con este tipo de variables es peligroso y puede acarrear grandes problemas, algo así como un mercado laboral totalmente inadecuado a la realidad existente. Una “fuerza de trabajo” obsoleta antes de que empiece el partido. Una fuerza de trabajo a la que se le ha inculcado una falta de ilusión y compromiso con las cosas. De la fuerza de voluntad mejor ni hablar... cientos de mensajes recordando lo grato que es tener sin hacer. Venta de lo fácil, de lo directo, del sin esfuerzo. ¿Realmente nos ayuda esto?, claro que no nos ayuda. El caso es que me parece tan evidente, que no alcanzo a entender por qué quien puede cambiarlo no lo hace, por qué los que se tienen que poner de acuerdo no lo consiguen. ¿Qué hay detrás de este teatrillo inútil?. Fácil; todo eso en lo que hemos convertido el sistema antes descrito. Una falta enorme de amor por su trabajo, un olvido colectivo de lo que significa la vocación, una ausencia absoluta de voluntad, una falta de compromiso infinita, y por lo tanto, una carencia brutal de responsabilidad.
Pero lejos de parecer un mensaje pesimista, es una invitación a que en la próxima década luchemos todos juntos, y con todas nuestras fuerzas, contra ese mensaje apocalíptico. No creo que sea tan difícil encontrar modelos sustentables en el largo plazo y que no atenten contra el bienestar de las personas, pero no un bienestar material, yo hablo de un bienestar interior, de esos que te permite ser tu mismo. Hemos abdicado del derecho de ser libres y nos hemos aferrado a un sistema que premia el éxito rápido y “fácil”. Hemos cerrado nuestras mentes convirtiéndolas en laberintos en los que se extravía el sentido. Es nuestro deber abrirlas de nuevo, aceptar otros puntos de vista, ser lo suficientemente humildes como para integrar en nosotros mismos otras formas de pensar.
Esos son mis deseos para 2011: Responsabilidad, Humildad, Pasión y Vocación. Cuatro valores, que a la vista de los acontecimientos, parece que escasean, pero que si logramos reanimar, nos ayudaran a construir un futuro mucho más esperanzador y humano y en el que la incongruencia y la mentira tenderán a desaparecer.
Espero que esos clientes de los que hablaba al principio puedan tener algo de esto, sé que eso me permitirá seguir disfrutando de mi trabajo. Egoísta, lo sé, pero para todos, no sólo para mí.
Bienvenido a 2011!!!