Publicado el 05 enero 2016 por Jcguinea

¿Todos los años nos ponemos propósitos que nunca cumplimos? El secreto está en soñar en grande y empezar pequeño.

¿Por qué nos cuesta tanto ser consistentes con los cambios? ¿Por qué es tan difícil crear buenos hábitos? ¿Cómo es que podemos tener toda la intención de convertirnos en mejores personas, pero luego ver muy poco progreso? ¿Hay algo que podamos hacer?

Tus metas de vida no son tus hábitos
Todos tenemos sueños y esperanzas. Y la mayor parte de las veces, tenemos al menos una idea general de cuáles son esas metas: la forma en que queremos que luzcan nuestros cuerpos y la buena salud que queremos disfrutar, el respeto que queremos conseguir de nuestros colegas y el importante trabajo que queremos crear, las relaciones que queremos con nuestras familias y amigos y el amor que deseamos compartir.

Sin embargo, hay una forma en la que tus esperanzas y sueños te sabotean e impiden que seas mejor: tus deseos pueden seducirte fácilmente a morder más de lo que puedes tragar. Esto es lo que quiero decir:

- Vas al gimnasio, pero te ejercitas hasta el cansancio, por lo que necesitas los próximos tres meses para recuperarte.
- Te motivas por las historias de tus amigos de viajes a diferentes países, por lo que empiezas a planear el tuyo alrededor del mundo, terminando abrumado por los detalles y quedándote en casa.

Demasiado seguido dejamos que nuestras motivaciones y deseos nos lleven a intentar resolver todos nuestros problemas de una sola vez, en lugar de empezar poco a poco con una nueva rutina.

Los sueños que tenemos son muy distintos a las acciones que nos llevarán a ellos.

¿Entonces cómo balanceamos nuestro deseo de hacer transformaciones que cambien nuestra vida, con la necesidad de crear hábitos pequeños y sostenibles?
Sueña en grande, pero empieza pequeño
Si de verdad quieres hacer un cambio significativo tienes que empezar en pequeño.

Imagina los típicos hábitos, tanto los buenos como los malos: Lavarte los dientes. Ponerte el cinturón de seguridad. Morderte las uñas. Estas acciones son lo suficientemente pequeñas como para que ni siquiera pienses en ellas. Simplemente las haces en automático. Son pequeñas acciones que se convierten en patrones consistentes.

¿No tendría sentido que si quisiéramos formas nuevos hábitos, la mejor forma de comenzar sería hacer pequeños cambios que nuestro cerebro pudiera aprender rápidamente y repetir automáticamente?

¿Qué pasaría si empezaras a pensar en tus metas de vida, no como en cosas grandes y audaces que sólo podrías conseguir cuando el tiempo sea el indicado o cuando tengas más recursos, sino en comportamientos pequeños y diarios que repites hasta que el éxito sea inevitable?

¿Qué pasaría si, por ejemplo, perder 20 kilos no dependiera de que alguien descubriera la dieta perfecta o de que encontraras una voluntad sobrehumana, sino de una serie de pequeños hábitos que pudieras controlar siempre? Hábitos como caminar 20 minutos al día, beber ocho vasos de agua al día y medirte en cada comida.

La nueva estrategia es entrar a la orilla y poco a poco irte a lo profundo, de manera que llegues a un punto en el que puedas nadar, estés o no motivado.
Enfócate en el estilo de vida, no en el cambio de vida
Seguido nos obsesionamos con hacer transformaciones que cambien vidas.

- Correr un maratón sería un cambio de vida, correr 3 veces a la semana es un nuevo estilo de vida.
- Perder 15 kilos sería un cambio de vida, beber ocho vasos de agua al día es un nuevo estilo de vida.
- Ganar $150,000 más al año sería un cambio de vida, trabajar cinco horas extra a la semana como freelancer es un nuevo estilo de vida.
¿Notas la diferencia?

Las metas de vida son buenas porque brindan dirección, pero también pueden engañarte y hacerte tomar más de lo que puedes lidiar. Los hábitos diarios (pequeñas rutinas repetibles) es la forma en la que puedes convertir grandes sueños en realidad.