La izquierda abertzale gana 1-0. Ha conseguido que propios y extraños estén pendientes de su conferencia de paz. Nadie puede desacreditarla del todo, ni tampoco alabar con entusiasmo su supuesta buena voluntad. Hagamos lo que hagamos, los cachorros independentistas ganaron esta ronda política. Sí, ya sé que es una desvergüenza, una estrategia mezquina; pero funciona. ¿Quién no quiere la paz en Euskadi? Con esta premisa construye la izquierda abertzale la coda de su folletín pseudodemócrata. Si no entras en la conferencia, no quieres la paz; y si entras, en cierto modo le haces un favor a los organizadores. Los abertzales han jugado muy hábilmente, lanzando en Euskadi una mano tanto a radicales como indecisos.
Y es que estamos en época de elecciones. Todo se vende, todo se compra; hasta los muertos. Los partidos están pendientes de sacar rédito electoral a la inminente retirada de ETA de su dilatada carrera delictiva. Nadie lo confiesa, pero todos lo piensan. El PSOE espera -no lo duden- ganar más de un puñado de votos con este anuncio. Se lo han ganado a pulso, ¿no? De hecho, el PP, en vez de lanzar al ejecutivo -como siempre- piedras encendidas, se arrima estos días a su vera, esperando también ellos salir en la foto de familia. Todos queremos la paz, ¡cómo no!
Nadie como la izquierda abertzale ha sabido sacarle beneficio a la metástasis de ETA; nadie como ella ha escrito un eslogan electoral tan eficaz en favor de la paz, sin dejar por ello de mellar ni un poco su inquietante doble moral. El resto de fuerzas políticas, sin embargo, se deben a una moral pública que nunca ponga en duda su voluntad de ir en contra del terrorismo; mucho menos ahora que se juegan escaño. A los abertzales, su bicefalia moral no les resta ni una hora de sueño; para ellos es -como dicen- un peldaño más dentro de su catecismo. Y encima, de postre, Blair y Carter les aplauden la iniciativa. Siempre creímos que United Kingdom y United States poseían una inteligencia en materia internacional más avispada, pero va a ser que no, que no se enteran de la misa la media.
Los euskaldunas de Bildu están contentos; saben que en tiempos de elecciones, la democracia paraliza su voluntad y se vuelve cobarde, con miedo a perder empatía popular en las urnas. Solo la Fundación de Víctimas del Terrorismo (que tiene menos que perder) dice las cosas claras, exigiendo que se llame al pan por su nombre. Exige al ejecutivo que no le tiemble la mano y respete la memoria de las víctimas. Piden no olvidar que ETA solo son terroristas, meros asesinos con ínfulas, y que el resto solo podemos ser o víctimas o cómplices suyos. No hay conferencia de paz posible. Solo una disolución sin concesiones, un ahogamiento natural de ETA, provocado por la firmeza del Estado de Derecho. La tibieza no puede ser una opción a estas alturas, y menos aún un comodín electoral. El epílogo de esta tragedia solo puede acabar con la muerte agónica de ETA y la construcción lenta, pero necesaria, de una Euskadi limpia de extremismos excluyentes e ideologías de gánster. No dejemos que el siguiente partido acabe en 2-0.
Ramón Besonías Román