Para los que sí aceptamos su existencia observamos que en el caso de la literatura negra en Costa Rica, su estado hoy por hoy, no es tan precario. Tenemos cuatro escritores de renombre en Costa rica a saber Quince Duncan, Eulalia Bernad, Delia Mc Donald y Shirley Campbell.
También existe un grupo de escritores emergentes (no necesariamente de la misma generación) como Prudence Bellamy, Howard Roper, Marcia Reid y Kiria Perry, además de un grupo de escritores que patrocina la Biblioteca Pública de Limón Major Lynch, bajo la dirigencia de su directora Margaret Simpson.
Tampoco podemos dejar de mencionar al conjunto de ensayos y ensayistas recientemente revisibilicados por Ana Cristina Rossi. Estos escritos en Inglés victoriano con ribetes caribeños son impresionantes, y encabezados por el controversial Mr. Nation.
Uno de los mayores problemas que enfrentan algunos autores es el de la publicación de sus obras. Prácticamente todos tienen obras inéditas. A la vez carecen de estímulo y centros de formación. Dorothy Mosby ha incluido en sus estudios a algunos otros como Alderman Johnson y Dolores Joseph.
Solo falta hacer mención del rico legado de la tradición oral que incluye: poemas, acertijos, chistes, sermones, discursos, recitaciones y oratorio para veladas escolares y sobre todo los cuentos del Hermano Annancy y de fantasma (Doppy Story). Doña Joyce Anglin, Quince Duncan y Carol Britton han hecho un trabajo encomiable de compilación y traducción de los cuentos del Hermano Anancy estos cuentos. No obstante todavía hay mucho trabajo que hacer en torno a ellos. Por todo lo anterior nos produce gran júbilo esta, noche el poder presente el poemario Tatuaje de Eulalia Bernard.
Hablar de la figura pública de la institución, de la GRIOT llamada Eulalia Bernard es redundante, puesto que todos la conocemos, pero hablar de María Eulalia Bernard Little es quizá otro asunto.
Eulalia es hija de un cimarrón jamaicano y de una dama de la sociedad jamaicana de principios del siglo pasado. Eso se refleja tanto en su personalidad, combativa, como en su obra literaria. De su padre cimarrón aprendió cuándo confrontar, cuándo encogerse de hombros, cuando insistir o simplemente huir o cambiar de estrategia. De su madre aprende cuando comportarse como una dama, sonreír y hacer reverencias. Como su madre miss Carolina lo haría y así con su yo lírico o su primo Jamaiquino
Eulalia es católica y estudió con monjas y aunque a veces cuesta creerlo, dejaron su huella indeleble en ella y también en su obra. También fue angelita negra en las procesiones de (Semana Santa allá aquí) en Limón y desde el techo de su casa imitaba a Jesús en su Sermón del Monte. Su madre fue maestra de capilla en la catedral de Limón, pero antes fue metodista. Estudió música y tocó el piano desde niña lo que explica esa rara combinación de eufonía y cacofonía que despliega en sus versos, para no mencionar el ritmo que hereda de los tambores ancestrales y del movimiento de la negritud.
Eulalia también incursionó en el campo político, fue candidata a diputada en la diplomacia fue enviada en misión especial a Naciones Unidas para votar en contra del Aparta id de Sudáfrica, fue agregada cultural en Jamaica y representante de Costa rica y Limón en varios países del Caribe y Gales. Ha participado en más de un centenar de foros internacionales y tiene la extraña costumbre de ponerle fecha y lugar a sus poemas.
Estas son apenas algunas de las vivencias y de la experiencias de Eulalia que influyen y permean toda la obra literaria de la cual “Tatuaje” es solamente una parte. Para La Coleccionista de Espejos: Franklyn Perry P