10 cosas que no soporto en un restaurante (II)

Por Capitan_rabano @pardeguindillas
Después de publicar hace unos días el primero de los capítulos dedicados a las 10 cosas que no soporto en un restaurante, hoy vamos con las otras cinco.

Antes de nada, me gustaría aclarar que me refiero a cosas que no me gustan entendiendo que no hago referencia a aspectos sencillamente intolerables como la falta de un mínimo de higiene. Y tampoco hago referencia, por razones obvias, a comportamientos atribuibles a los clientes, como los teléfonos móviles sonando sin parar, o los niños gritando y correteando entre las mesas. ¿Listos?, pues vamos allá:
1.- Las mesas demasiado juntas: Sí, entiendo que hay que maximizar el espacio de un restaurante que, ante todo, es un negocio, pero, de ahí a compartir el espacio vital, pues mira, ¡no!. Y es que a veces la situación es esperpéntica, os aseguro que en una ocasión un hombre que estaba en la mesa de al lado se equivocó y cogió mi pan. Estábamos tan cerca que podíamos haber hecho manitas bajo la mesa.

 Ni siquiera te libras de apreturas en los grandes restaurantes

Esta situación lleva a momentos curiosos y desagradables, fuerza a que tengas que hablar con un tono de voz muy bajo no por intimidad, sino porque te das cuenta de que los comensales de al lado han dejado de hablar y están muy pendientes de tus opiniones. Aunque también es cierto que he estado en el otro lado, es decir, también he sido yo quién, en un momento dado, se ha sentido tremendamente interesado por la charla del vecino. En fin, que si andas planeando dominar el mundo y tienes que reunirte con tus socios, asegúrate primero de cómo es el restaurante. Este punto está íntimamente relacionado con el hecho de que las mesas son cada vez más pequeñas, vamos, que no se te ocurra pedir cosas para compartir en el centro, porque no caben y tendrás que pedirle permiso al de la mesa de al lado, sí, ¡al que se ha comido tu pan!, para dejarle el vino en custodia.

Maximizando espacio

2.- Las medias raciones al 60%: Uno de los grandes enemigos de la restauración es el comensal que va a comer solo, sin compañía. Es decir, el que ocupa una mesa canija para dos él solito, porque durante su comida, estás perdiendo una plaza en la mesa (y no digamos si las de dos están ocupadas y le tienes que poner en una de cuatro). Y luego están los curiosos que quieren probar de todo y prefieren pedir muchas cosas en pequeñas raciones. Estos dos tipos de clientes pueden cometer el pecado y el error de solicitar medias raciones, lo cual parece irritar a los responsables de los restaurantes, porque hacen todo lo posible por disuadirte de esa idea al poner unos precios muy por encima de la mitad de una ración. Entiendo (porque aunque no lo parezca soy muy comprensivo y muy poco quisquilloso) que elaborar y presentar un plato que es la mitad que otro puede elevar el precio final, para empezar porque el tiempo de trabajo del que lo presenta es el mismo aunque sea la mitad de cantidad, pero…. Pero oiga mire usted, si pido media ración de queso, jamón, cecina, etc… resulta que el esfuerzo a realizar es exactamente la mitad y cobrar más responde sólo a una estrategia cutre de ganar dinero, que desanima al comensal y forma parte de ese contubernio contra el cliente solitario. 3.- El camarero estirado y el superamable. No sé cual me gusta menos, supongo que depende del día. No puedo con el camarero estirado que te dirige una mirada de superioridad altanera cuando desprecias su plato del día y pides unas croquetas o cuando pides el segundo vino más barato de la carta. Y no te digo ya cuando le preguntas que ingrediente lleva el extraño plato de gastronomía fusión irano-etíope y el hombre te dice:
  • Pues lo de siempre.
  • … ¿qué es?...
  • Achicoria morada del Punjab, cous-cous de trigo de Eritrea y verduras del valle de la Bekaa.
  • Ahhhh,,,, pues mire, me voy a pedir unas habitas con jamón.
  • Psché (mohín de desprecio), ¿y para beber?, le recomiendo un blanco fermentado en barrica que ten….
  • No, quería una cerveza.
  • Ya… (mohín más mirada de superioridad más cara de estar pensando, “¿de dónde habrá salido este gañán?”).

Y luego está la subespecie del camarero superamable que te saluda, te da una palmadita en el hombro y si es la segunda vez que vas te dice:
  • ¿Qué lo de siempre?.
  • Pues no…, ¿me trae la carta?.

Este tipo de camarero se puede dar en todo ámbito y sala, a su vez tiene otra subespecie formada por el que te está todo el rato rellenando la copa de vino en espera de que te lo agotes antes del final de la comida y a ver si hay suerte y pides otra botella, el que se te sienta a charlar y te cuenta sus orígenes en la hostelería o el que directamente te trata como un colega del barrio. 4.- El plato del día sin precio: Práctica especialmente irritante y cada vez más en boga es el camarero que antes incluso de darte la carta te anuncia varios platos del día fuera de la carta. Hasta ahí todo correcto. El problema surge cuando le preguntas el precio de esos platos “fuera de” y en el 99% de las ocasiones no pueden darte una respuesta. Señores, está muy bien traer cosas fuera de carta, productos de temporada, nuevas elaboraciones que se muestran a los clientes y sirven como test, etc… pero queda muy mal no ponerles precio, porque, ¡oh, casualidades de la vida!, suele ser bastante más alto que la media de la carta y si no has tenido el cuidado de preguntarlo al principio y lo pides, la sorpresa a la hora de pagar puede ser morrocotuda. 5.- ¿Desconocimiento de la cocina en la sala?, ¿desidia?, ¿desorganización?: Esta última circunstancia tiene muchos matices y resultados, pero algo que llama especialmente la atención es que un camarero que lleva tiempo en un restaurante desconozca los ingredientes de un plato que lleva 10 años en la carta. Eso da muy mala imagen. Señores, hagan que todos los que trabajen en el local conozcan el producto que venden. Y también, por supuesto, sepan que platos se han agotado, que vino hay hoy en la bodega, etc…
Bien, hasta aquí este peculiar recorrido por aquellas situaciones irritantes o molestas en un restaurante. Por supuesto que son todas las que están, pero no están todas las que son, porque he nombrado sólo diez y me dejo cosas como: la música alta; las velas / flores aromáticas que hacen que todos los platos de la cena huelan a rosas aunque estés comiendo jengibre con chocolate; La penumbra absoluta que impide reconocer el color de la zanahoria; las mesas al lado de los baños / cocina…; las comandas a gritos, los gritos para las comandas, etc…

Espero que os haya gustado y divertido y ya puestos, comentéis vuestras experiencias.