10 kilogramos llevo a la espalda, más la ropa que traigo puesta, para pasar los próximos 6 meses (más o menos, no tengo vuelo de vuelta). No os creáis que ha sido fácil llegar a este punto en el que viajo ligera de equipaje. Yo diría que ha llevado casi 10 años de experiencia. Desde el verano de 2003 que hice mi primer viaje, a Irlanda un mes, y que fui cargada como una burra, con mucha ropa que no llegué a poner porque no me daba el tiempo y porque, al fin y al cabo, siempre acabamos ciertas prendas básicas más nos gustan.
Esto lo aprendí el pasado año en Marruecos: en un principio tenía pensado vivir en una ciudad fija, así que allá me fui con maleta de ruedas llena de cosas que ahora me doy cuenta que eran innecesarias y con mi inseparable mochila. Al final, acabé recorriéndome el país de arriba abajo y tuve que dejar la maleta en casa de amigos y más tarde pasar a recogerla. Una dependencia innecesaria.
Y viajando por Marruecos con lo básico (de hecho creo que llevaba demasiado, porque cargaba con más cosas de lo que que porto en este viaje hacia Asia) me dí cuenta de que no necesitaba más. Que lo importante eran las experiencias que estaba viviendo y no la ropa que llevaba conmigo.
A ver, un poco presumida soy y hay ciertas cosas que no faltan en la mochila, que para otros pueden ser irrelevantes, como la plancha del pelo y la máquina de depilar o la crema del contorno de ojos. Y, lógicamente que llega un momento que te cansas de vestirte siempre de vaqueros y de repetir tantas veces la misma ropa y de no poder arreglarte un día con un vestido y unos tacones. Pero, luego sabes que no es esencial para nada y que las experiencias que estás viviendo son mucho más importantes que los tacones que te apetecería ponerte.
Así que así me voy, con 3 pantalones, unas mayas para correr, dos pares de zapatillas deportivas, unas cuantas camisetas, dos forros polares,una chaqueta, mi inseparable pañuelo (que tanto te puede cubrir la cabeza si llueve como usarlo de almohada en los largos viajes en autobús), algún pendiente, lápiz de ojos y gloss para los labios, peine y espejo (este porque fue el regalo de una amiga que me lo trajo de Italia), dos bikinis (nunca pueden faltar, no se sabe dónde podemos encontrar un buen spa), ropa interior, la cámara de fotos, el ordenador y una mochila para las excursiones de fin de semana. Todo esto que yo recuerde. Creo que no necesito más. Ahn bueno, y dos banderas, la de mi primer hogar, Asturias, que me fue un regalo estupendo y la de mi segundo hogar, Macedonia.
Veremos cómo lo llevo. Tras 10 años siempre cargada en mis viajes. Igual acabo arrasando las tiendas de ropa de segunda mano vietnamitas.