¿Cómo empezaste tu carrera como escritora y cuándo?
Sinceramente, no sé si la denominaría “carrera”, me parece que para eso falta un poco, pero mi gusto por la escritura comenzó hace muchos años, en la infancia. En una de las últimas visitas a la casa de mis viejos, encontré unos boletines y cuadernos de 1.º y 2.º grado en los que maestra decía que era muy creativa y que lo que hacía con mayor placer y dedicación era escribir historias. A los 8 años ya tenía mi libretita cuadriculada con poemas y versos sueltos y en el secundario había armado una carpeta con cuentos que tenía, y ahí escribía, con lapicera, mucho más tarde empecé a escribir en la compu.
¿Te inspiró alguien en particular?
No sabría decirte con exactitud. En mi casa había muchos libros de cuentos, que son los que alimentaron mi imaginación cuando era chica, y mi abuela materna luego me regaló mis primeros libros de cuentos para adolescentes y yo comencé a comprarme los míos. Mi mamá nos leía y contaba historias, había un ambiente muy creativo en casa, siempre, pero no existía nadie que se dedicara a escribir y que yo conociera como para que me inspirase. Sí recuerdo, es el recuerdo más antiguo que tengo de alguien que escribía y con quien yo me identificaba, a Josephine March (Jo) de la novela Mujercitas de Louisa May Alcott. La adoraba, la admiraba y quería ser como ella y como su autora, más aún cuando después de haber leído el libro, comencé a verla en la tele, porque había un dibujo animado sobre la novela.
¿A qué hora del día te surgen más ideas?
No tengo horarios, no soy una escritora ordenada en ese sentido. Cuando era más joven, escribía mucho de noche, de hecho, me dejaba un cuaderno y una lapicera debajo de la cama —la mesa de luz siempre estaba plagada de libros— porque muchas veces me despertaba a mitad de la noche con una idea o un sueño y me ponía a escribir. Nunca pude ponerme un horario como hacen muchos escritores y sentarme a escribir así, tan pautadamente. Es que ya de por sí soy una persona muy estructurada, con mi trabajo, con las obligaciones diarias, y escribir para mí es un disfrute, como leer, es algo que no puedo reducir a un horario determinado, las mejores cosas que escribí surgieron en los momentos menos pensados.
¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir? ¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?
Desde que comencé a escribir en la computadora se me hace muy difícil escribir en papel, así que generalmente lo hago en la compu, ya sea en la de escritorio o en la notebook, según cuál tenga a mano. En mis libretas —que están por todos lados, en mi escritorio, en mis carteras, en la mesa de luz— escribo ideas que me surgen en el momento y que luego traslado al documento de Word. Escribo mayormente en mi computadora de escritorio que es la que uso todos los días para mi trabajo. Está en un rincón del living junto al ventanal que da al balcón y rodeada de mis bibliotecas, un lugar luminoso y tranquilo.
¿Cómo surgió la idea de Barda y en qué te basaste para escribirlo?
Barda nació durante el verano de 2014, mientras estaba de vacaciones en el Valle, en una chacra. Ahí surgió el nombre para ese poemario que venía trabajando —corrigiendo, terminando— desde hacía algunos meses y que reunía poemas actuales, de ese año, y poemas más antiguos, de 2005, 2007. Hacía tiempo que tenía ganas de publicar, pero recién ahí, rodeada de la aridez del paisaje, de los álamos, del río, me di cuenta de qué poemas tenían que formar parte del libro y de qué tipo de poemario quería sacar a luz. Muchos de los poemas de Barda recogen experiencia propias, autorreferenciales, recuerdos, y van construyendo un recorrido vital a través de diferentes paisajes, climas, escenas familiares. Lo que buscaba era hacer un libro que plasmara lo que soy y lo que fui, como persona y como poeta, y que se sintiera como un todo, aún con sus contradicciones y ambigüedades y todas esas idas y vueltas que tiene el alma humana, y eso es también la barda: una especie de meseta arcillosa donde parece reinar la muerte desde su centro mismo y, sin embargo, que tiene vida.
¿Qué estás leyendo por estos días?
Estoy leyendo varias cosas, siempre leo de a 4 o 5 libros porque siento que no me alcanza el tiempo para leer todo lo que quiero. En este momento estoy con Agosto de Romina Paula, Distancia de rescate de Samanta Schweblin, la antología Las reglas del secreto de Silvina Ocampo, La edad dorada de Diana Bellessi y Polo Sur de María Teresa Ogliastri.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Uff, muchos y siempre aparece uno nuevo! De los que ya son considerados grandes escritores o clásicos, por clasificarlos de alguna manera: Wilde, Dickens, Shakespeare, Flaubert, Barrie, Carroll, Calderón de la Barca, Quevedo, Poe —como verás, mis gustos son variados— y un poco más actuales: Carver, Cortázar, Borges, Salinger. A Samanta Schweblin la descubrí el año pasado y ya está y quedará entre mis autores preferidos. En poesía, además de algunos autores que ya nombré y que cultivaron el género y de los indiscutibles Yeats, Dickinson, Baudelaire, Rimbaud, Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, me encantan Irma Cuña, Silvina Ocampo, Tiffany Atkinson, Cecilia Perna, Natalia Litvinova… la lista puede no terminar nunca.
¿Qué autores recomendarías leer?
Todos los que nombré en la respuesta anterior.
¿Qué libro famoso te hubiera gustado escribir?
Bueno, me hubiera gustado escribir todos los libros que al leerlos me trasladaron inmediatamente al mundo narrado o que me conmovieron con sus versos, si vamos a pedir, que sea en grande. Pero puntualmente me hubiese encantado escribir Alicia en el país de las maravillas y su continuación, que es aún más maravillosa, Alicia a través del espejo de Lewis Carroll, por el impresionante trabajo lingüístico y narrativo, los juegos de palabras, las parodias, los fantásticos poemas y canciones, los excéntricos personajes, ¡todo! Son dos libros inagotables y a los que siempre quiero volver.