¡Gracias Elizabeth por tus respuestas!
ENTREVISTA:
¿Cómo empezaste tu carrera como escritora y cuándo?
Más que “carrera” podría mirar atrás y ver un recorrido. Si tengo que pensar en el inicio, es de chica, a los 10, 11 años, en las clases de Lengua, en la escuela. Fui a un colegio en donde se experimentaba con los talleres de escritura en el aula. Gloria Pampillo había formado parte de esa movida. Recuerdo que en cuarto o quinto grado leímos su libro Palabrelío y la maestra nos daba, como ejercicio, “consignas de escritura”. Locas, fantásticas: me encantaban. Por ejemplo: “Escribir un relato que incluya los siguientes elementos: un elefante, una calculadora, un océano y dos aeroplanos”. Más tarde supe de los talleres de escritura de Grafein y hoy, en parte, me dedico a esa línea, con mis alumnos. Ahí veo un inicio: en el juego con el lenguaje, en la infancia. Además de eso, en mi casa, había libros. Muchos. Mi papá estaba siempre leyendo y siempre traficando libros hacia mi mesa de luz. Ahí los dejaba y yo los leía. Ahí, entre la escuela y el amor de mi viejo por la literatura, calculo, se conglomeró mucho. Más adelante, con amigas y amigos y gente que amaba el juego de las palabras, empezamos a escribir y a autoeditarnos. Ahí vinieron los fanzines Phobia y Conjura y la revista Quesquesé, a fines de los noventa. Me parece que soy una persona de revistas y de proyectos colectivos de escritura. En este momento estoy escribiendo un folletín para Maten al Mensajero, una revista en papel (se viene la revolución) que sale en marzo de 2014. En el plano más íntimo, creo que hay una necesidad de escribir y que siempre la hubo, sin poses, más bien lo digo como una confesión. Incluso, últimamente la pienso, a la escritura, como un universo de historias que quiero contar e incluso como un exorcismo.
¿Te inspiró alguien en particular?
Hay algunas escritoras que me atraen terriblemente, por cómo se dio en la vida de ellas la intersección entre vida y escritura y cómo luego, todo fue parte de lo mismo. Admiro la construcción del mundo de Katherine Mansfield, en este sentido. Es una cuentista, en el sentido del trabajo del texto como gema, como pequeña escultura.
En mi lengua, envidio la inteligencia narrativa de dos escritores, particularmente: Andrés Rivera y Rodolfo Fogwill.
¿A qué hora del día te surgen más ideas?
No hay una hora. Hay un ojo permanente que ve cosas y quiere narrarlas en forma de cuento, de novela, (y de vez en cuando) de poesía. Pero, en general, si surge una idea, además de agradecerla paganamente pero como un milagro, reconozco que aparece mientras estoy trabajando en otra cosa. Por ejemplo, en el aula. Ahí la cabeza está en parte en el tema que estamos trabajando con los alumnos y en parte, en algún detalle que me llamó la atención y entonces, me lo “guardo” para una historia.
¿En qué lugar de tu casa te gusta escribir? ¿Cómo está ambientado tu lugar de trabajo?
Si escribo en mi casa, lo hago en mi sillón rojo, con la compu sobre las rodillas, en una de las peores posiciones posibles para las cervicales. Pero a mí me gusta. Hay un balcón a mi izquierda y un ventanal grande a mi derecha. Tengo una herencia medio claustrofóbica encima, así que siempre busco que corra el aire. Pero también me voy de casa. A un bar, por ejemplo. Y ahí, emprendo el trabajo con libreta y lápiz, o lapicera (últimamente tengo el fetichecito de la lapicera de tinta, con cartucho).
¿Cómo surgió la idea de Las visitas? ¿En qué te basaste para escribir los cuentos?
Me parece que la génesis de un relato es esquiva. Quiero decir que es enmarañada, que un detalle lleva a un recuerdo, que le contás la idea a alguien y esa persona te hace un comentario que amplía tu relato original hacia otros horizontes insospechados. Luego lo escribís, luego siempre hay “un lector” (al menos en mi caso), uno que te lee, pero te lee en serio, con ojo de relojero y un sentido muy particular de concebir las historias. Yo tuve un muy buen lector que no era muy lector. Curioso. Sea como sea, sus marcas y “correcciones” contribuyeron a la escritura “final” de los relatos.
Ahora estoy mirando el índice de cuentos de Las visitas. Veamos. “Cuestionario” tiene algo de la niña que fui, y de los sentidos que se encendieron en esa infancia; “Vos no te moriste, Santos” surgió de una foto familiar con la que me topé un día, revolviendo (otra actividad que hago como juego previo a la escritura), “El valle entero”, “Río abajo”, “Los tindelis”, “Las flores y la música”, son producto de una vinculación con los espacios. Los espacios, las geografías y lo que ellas generan, en la escritura propia. Escenas de un verano inquietante, un libro anterior a Las visitas, también está armado sobre la idea del viaje y los “paisajes” como disparadores de historias. En mi caso, la experiencia patagónica y la marina me ponen en marcha, indefectiblemente.
¿Cuáles son tus autores preferidos?
Tengo un temita con las autoras y autores en lengua inglesa. Y un temita con cierta idiosincrasia anglosajona de principios del siglo XX. Me atrae mucho una serie de autores que formaron un grupo, el Bloomsbury Group, en Londres. Como toda cofradía, sus pertenencias son relativas, caprichosas… pero ahí participaba quien yo llamaría con la terquedad de una niña “mi escritor favorito”: E.M.Forster, en cuyas historias me zambullo y no salgo hasta terminarlas. Hay una empatía completa. Como un enamoramiento. Me pierdo en la idealización de ese grupo, en el Londres de los 20, los 30, en el medio de las guerras. En la liberalidad de sus prácticas. Más bien en la libertad con la que se movían en el terreno vida-literatura, en la indagación. Son como fijaciones, obsesiones y conexiones inexplicables las que tengo con esa época, esa lengua y esa cultura. En ese grupo transitaba también Virginia Woolf y e incluso, elusivamente, Mansfield.
¿Qué autores recomendás leer a tus lectores?
Entre la narrativa, Forster, claro, Mansfield, Alice Munro, Lorrie Moore; de Cortázar, todos pero TODOS sus cuentos. Algunos relatos específicos de Hemingway y de Capote. También Silvina Ocampo, María Luisa Bombal, Griselda Gambaro (la narrativa de ella, ojo, no solo la dramaturgia: el bellísimo Los animales salvajes, y las novelas Lo impenetrable y Ganarse la muerte), en su inmensa particularidad y originalidad, ellas tres. Pero es imposible no recomendar el siglo XIX entero, especialmente Flaubert, Dickens y Stendhal, qué sé yo, es infinito. Las Brönte, sobre todo la novela bien oscura que es Jane Eyre, de Charlotte. Me da miedo que sea tan infinito y que uno tenga tan poco tiempo. Y paro porque ya esto va a sonar a libro de autoayuda para lectores…
Me gusta mucho Mariana Enríquez y también me atrae la mirada de Félix Bruzzone y la de de Fabián Casas, entre la gente joven, argentina. Muchos de esos autores me llegaron por gente que viene a los talleres, ese intercambio está genial.
Igual, la recomendación sería: leé. Hay muchos prejuicios con respecto a eso, claro, digo, la buena y la mala literatura, los bestsellers, el mercado, el capitalismo. Realmente, no me importa. Creo que solo interesa leer buenas historias. Ser atrapado por las narraciones y seguir, siempre, buscando otras.
Entre la poesía, Sylvia Plath, ee.cummings, Dylan Thomas, Girondo. Estaría bueno tener en la mesa de luz parejas de poetas y narradores y hacer una lectura alternada. Por ejemplo leer Pizarnik en contrapunto con Bombal; Flaubert con Plath. Y así… No me hago cargo de los diversos efectos que estas combinaciones pueden causar en el lector, aclaro.
¿Qué libro famoso te hubiera gustado escribir?
Me río mientras escribo esto. Y me da mucho pudor responder la pregunta. Pero juguemos el juego. Hoy te digo que me hubiera encantado escribir un libro como Los pichicegos, por la lucidez, la visión de Fogwill en esa novela. Pero si me empujás un poquito más, ya se me sale la cadena del todo y te digo que, probablemente, haría un pacto con el Demonio para haber escrito algo como The Waste Land, de T.S. Eliot. Poesía.