10 Reglas de oro para saber alimentarse

Por Carlos Carlos L, Marco Ortega @carlosmarco22

Me pareció curioso este código de "buena conducta ante los alimentos", y por eso os lo transmito.

1. No comer nada que no le pareciese comida a nuestra bisabuela:

Cada año aparecen en los supermercados cientos de productos alimenticios nuevos, la mayoría muy procesados.

Si nuestra bisabuela se paseara hoy por el supermercado, jamás reconocería estos productos como alimentos porque contienen muchos "ingredientes" totalmente desconocidos para ella como son los aditivos químicos, demasiados azúcares simples añadidos, muchas grasas normalmente saturadas y demasiada sal.

Estos productos son muy calóricos y aportan pocos nutrientes, es decir pocas vitaminas y minerales.

2. Evitar productos con 5 o más ingredientes en alimentos envasados.

Cuantos más tengan, más probabilidades tienen de ser muy procesados.
Los alimentos totalmente naturales son esenciales y deben ser la base de nuestra alimentación.

3. Comer lo que podamos imaginar crudo o creciendo en el campo.

Hay que eliminar al máximo las sustancias comestibles con aspecto alimenticio en las que pululan muchos productos químicos.

Es preferible escoger alimentos más naturales, y desterrar los industriales.

Deberíamos tomar las carnes, pescados, verduras, frutas y cereales... de siempre, no manipulados, es decir procesados.

Ya hemos hablado en más de una ocasión de los diferentes colores que debe tener un plato, debidos a las hortalizas, frutas y verduras, que nos indican lo saludables que son sus componentes.

Cuanto más colorido sea tu plato, mejor.

Las frutas y verduras deben precisamente su color, olor y sabor a la presencia de unas sustancias llamadas fotoquímicos que tienen, entre otras, propiedades antioxidantes y desintoxicantes que luchan contra los radicales libres previniendo enfermedades degenerativas y protegiendo el ADN de nuestras células.

Algunas de esas sustancias son el licopeno del tomate, los betacarotenos de las naranjas y las zanahorias, la quercetina del plátano y la uva blanca, o la luteína del kiwi o de la yema de huevo...

5. Evitar los productos light que pueden no llevar grasas y estar sin embargo atiborrados de hidratos y azúcares.

Quitar la grasa de un alimento implica disminuir su aporte calórico, pero no eliminarlo.

Existen otros componentes en los productos "light" que también engordan, como son los hidratos o azúcares.

Un alimento que lleve un 30% menos de grasa no lo convierte en adelgazante.

Casi todos los médicos están de acuerdo en que es mejor comer un alimento original con moderación, una mermelada o una mayonesa caseras y "enteras", que hincharse de sus versiones "light" creyendo además erróneamente que éstas no engordan porque no tienen calorías, cuando no es así.

Tienen menos, pero claro que tienen, y para que se conserven bien tienen que ir acompañados a la fuerza de varios aditivos.

"No existe ningún alimento adelgazante ni que queme grasas", por mucho que la publicidad engañosa nos siga bombardeando con este tema.

Algunos aportan más calorías que otros, pero ninguno hace adelgazar por sí mismo.

Si compramos un alimento etiquetado como "bajo en grasa", hemos de fijarnos que en su composición no se hayan añadido hidratos de carbono (por ejemplo, azúcares simples) que aumentarían el aporte de calorías totales, caso del chocolate para diabéticos por ejemplo que no lleva azúcar pero sí más grasa.

6. Servir la comida en platos y vasos más pequeños.

Según una investigación reciente reduciendo el tamaño del plato de 30 a 25 centímetros de diámetro, disminuye también la ración ingerida nada menos que en un 22%, aunque pueda parecer mentira.

Comemos demasiado y el tamaño de las raciones está claramente relacionado con el incremento de la obesidad, algo que pasa frecuentemente en Estados Unidos no solo en el tamaño de las raciones sino en el de las bebidas.

¡Allí todo es grande ... incluso sus habitantes!

Reducir el tamaño del plato y del cubierto nos ayuda a comer menos debido al efecto visual que hace que nos sintamos satisfechos con una menor cantidad de comida, y si la esparcimos bien para que parezca mayor, mucho mejor.

Y si, además, comemos despacio masticando cada bocado, nos cansamos de masticar... y comemos bastante menos. ¡Probadlo!

Comer mucha cantidad es totalmente contraproducente para nuestra salud y por eso los endocrinos recomiendan reducir el tamaño de las raciones.

7. Tomar "comida basura"... hasta hincharse, siempre que esté elaborada por nosotros mismos.

En realidad no se la puede llamar "comida basura", puesto que si es casera ya no lo es, y tampoco hay por qué hincharse, todo debe tomarse con mesura.

Pero se pueden hacer hamburguesas caseras riquísimas, por supuesto sanísimas si cada uno escoge la carne que quiere que le piquen, y en muy poco tiempo si se tiene la herramienta adecuada.

Este aparatito existe desde hace muchos años, y puede que hasta lo encontréis en los grandes bazares.

Se pueden comer dulces o bollería caseros de vez en cuando, pero muchos de los kilos de más de nuestra población se deben a la ingesta demasiado frecuente de fritos y dulces.

Muchos amos-amas de casa que disfrutan con la cocina hacen todos o casi todos los fines de semana tartas o bizcochos, y en cuanto tengan unos años de más comprobarán que el aumento de peso viene directo de aquí.

Y si acostumbran a sus hijos desde pequeños, puede resultar más adelante bastante peligroso porque su organismo se habrá acostumbrado a este sabor dulce ... y lo reclamará.

8. Comer por hambre, no por aburrimiento.

En muchas ocasiones comemos para entretenernos, reconfortarnos, evadirnos de los problemas o recompensarnos por algo... y si se está algo deprimido todavía más.

La comida es para nosotros una gratificación y por si fuera poco los que ven la televisión están recibiendo mensajes subliminales constantemente.

Esto les lleva a engordar y a desarrollar trastornos de la conducta alimentaria como pueden ser los atracones o engancharse al picoteo continuo.

Antes de atracar la nevera, pensemos si realmente tenemos hambre.

Si la respuesta es no, mejor esperar.

9. Desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.

Esto se lleva diciendo... desde tiempo inmemorial.

Comer demasiado antes de ir a la cama, según los últimos estudios, contribuye no solo al aumento de peso sino de los triglicéridos en sangre, lo cual incrementa el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.

Es un buen hábito empezar el día cargando los depósitos de energía con un desayuno completo, puesto que hemos estado "ayunando" durante toda la noche y, de ahí en adelante, ir reduciendo la ingesta.

Pero en España son muchísimos todavía los que abandonan su casa por la mañana sin haber tomado nada en absoluto y luego se toman tan solo 1 café en el trabajo, o mucho peor si el café va acompañado de churros, eso sí ¡con sacarina!

La cena, puesto que precede al periodo de descanso más largo, requiere de un menor aporte calórico.

10. Saltarse estas reglas alguna que otra vez.

Obsesionarse con comer todos los días moderadamente no es bueno ni para la salud ni para la felicidad.

Hay que "pagarse" de vez en cuando un capricho y transgredir las normas sin que este eslogan de "1 día es 1 día" no se transforme en 1 día es todos los días o 1 sí y otro no.

Nuestra actitud ante la comida debe ser relajada y disfrutando cada momento, paladeándolo bien.

Y cuando a conciencia se ha cometido un exceso, remediarlo al día siguiente con más ejercicio o comiendo algo menos.

Yo añadiría a este decálogo algo que en la época de nuestras bisabuelas ni había que planteárselo porque la vida y la alimentación eran completamente distintas.

Hacer ejercicio, el que sea, el que más guste o el que menos desagrade... pero quemar siempre lo que se come, ya que si se come más de lo que se quema... aparecerán los kilos de más, se quiera o no se quiera.

Fuente: Cristina Galiano.

C. Marco