Revista Cultura y Ocio

10 síndromes de escritores, diferentes al del impostor, que quizás sufres y no lo sabes (I)

Publicado el 26 agosto 2019 por Pipervalca

Sufrir del síndrome del impostor no es nada nuevo ni es una situación a la que hagamos frente solo los escritores. Cualquier persona, independiente de su profesión o estilo de vida, en algún momento ha sentido que no merece la posición en la que se encuentra ni el merito que ha alcanzado. No obstante, en este artículo no hablaré del impostor, ya que bastante se ha escrito en los medios. A continuación describiré varias situaciones cotidianas que nos ocurren a los escritores, que han sido catalogadas como síndromes, y que pueden estar afectando nuestra profesión.

10 síndromes de escritores, diferentes al del impostor, que quizás sufres y no lo sabes (I)

Vaya que me ha quedado largo el párrafo introductorio. En fin, antes de entrar de lleno en el asunto, aclaro que a último momento decidí no incluir los 10 síndromes en este artículo y los he dividido en varias entregas, de manera que la lectura no sea engorrosa ni pesada.

Si eres un gato, con seguridad te dejas llevar facilmente por esa lucecilla que va de aquí para allá, pero si eres un humano (Dios quiera que así sea) habrás escuchado alguna vez el refrán "no todo lo que brilla es oro". Sí, ya sabes de lo qué estoy hablando.

Al autor que sufre de este síndrome se le va la vida detrás de artículos, libros o páginas que le prometen el éxito instantáneo como escritor. Sus búsquedas comunes incluyen hermosos y llamativos títulos que van desde Cómo escribir un best seller en 10 días hasta El secreto para ser el número uno en Amazon. Así, sin darse cuenta, lo vemos cambiando de estrategia sin cumplir los objetivos y saltando de un artículo al otro tan rápido como llegan los likes en una foto de Kim Kardashian.

Aclaro, no estoy en contra de los blogs ni de los libros que dan consejos para escritores (guiño), es más, el marketing es necesario , pero en internet abundan aquellos que prometen el cielo y la tierra. Recuerda, no todo lo que parece tan bueno en realidad lo es, en muchos casos son mero engaño para conseguir visitas u obligarnos a comprar libros o manuales improductivos.

Michael Allan Scott, la persona que describe este síndrome, nos da los siguientes consejos para no caer en él:

1. Considera la fuente: sí, debemos ser selectivos y asegurarnos de que la información sea creíble. ¿El autor del artículo en realidad vendió un número razonable de libros usando el consejo que están dando? Exijamos pruebas antes de comprar su libro o manual.

2. Concéntrate en lo que funciona: descubre cómo otros autores promocionan sus libros y si esos esfuerzos de marketing son efectivos; es decir, si en verdad están vendiendo libros. Pregunta por los resultados.

3. Descarta el encanto del éxito de la noche a la mañana: los esquemas de los libros más vendidos instantáneos son solo eso, esquemas. Por su propia naturaleza están condenados al fracaso.

4. Plan para ventas de libros: desarrolla planes estratégicos y tácticos utilizando técnicas de mercadeo probadas que resulten en ventas de libros.

5. Persiste: apégate a tus planes a largo plazo. Está bien considerar nuevas ideas, pero no te desvíes una vez has adoptado una estrategia sólida. La persistencia es poder y vencerá dado el tiempo.

Síndrome de la sala blanca

-Hola, Betty Marcela de los Santos

-Te estuve esperando toda la noche -susurró José Aparicio con los ojos entrecerrados y mirada furtiva.

-Lo siento, mi esposo llegó temprano -Betty Marcela de los Santos se veía triste y melancólica.

-¡Déjalo! -exclamó él y la tomó de las manos como si fuese su mayor tesoro-. ¡Huyamos hacia el norte esta misma noche! ¡Poseo contactos y una casa en una colina! ¡Amada mía!

-¡Oh, José Aparicio! -lloriqueó ella con las mejillas sonrojadas- ¡Sabes que no puedo! ¡Si Gregorio San Miguel se entera nos matará!

De acuerdo a Susan Palmquist, el síndrome de la sala o habitación blanca ocurre cuando escribimos una escena con tan solo diálogo y dejamos de lado la descripción del entorno, por lo que le damos al lector la impresión de que los hablantes se encuentran en una sala blanca.

Sabemos que la descripción juega un papel de doble filo en nuestra escritura y muchos le temen a raíz de principios como el de Chéjov , pero con un poco de ingenio podemos darle forma a esa escenita en la que Betty Marcela de los Santos decide abandonar al malvado Gregorio San Miguel e irse a comer perdices con José Aparicio.

¿Cómo se puede vencer el síndrome de la habitación blanca? Describiendo el entorno de tus personajes, así de sencillo (Piper, no te pases). No soy experto en el asunto, pero sobre descripciones abundan las páginas y los expertos que pueden ayudarte (ojo con el síndrome del objeto brillante😏).

Síndrome del escritor frustrado

A continuación describiré a x escritor (no soy yo, aclaro, por mucho que me sienta... snif, identificado) y definiremos al escritor frustrado.

Este síndrome ocurre cuando un autor sabe que escribió una buena novela, historia, relato o lo que sea que escriba, pero por más que se esfuerza con la calidad de su trabajo siente que no se le presta atención. Ni siquiera es rechazo, es que nadie lo lee. Es casi un cero a la izquierda en el mundo literario. No es como lo había imaginado cuando decidió tomar en serio su profesión de escritor.

Se siente frustrado. Ha chocado contra una pared invisible que no esperaba. ¿Qué le sucedió a este Nobel en potencia? S i nuestro querido colega es tan buen escritor, ¿por qué se siente frustrado?

Porque no basta con ser buen escritor en los tiempos de hoy. Ya el viejo adagio "El contenido es rey" se queda corto. Tampoco es suficiente con tener calidad. Sentarnos frente al teclado (o la máquina de escribir para los nostálgicos) con la esperanza de ser descubiertos por la mejor editorial del mundo es una utopía.

Como dice Jeff Goings, autor del síndrome:

Los mejores músicos no siempre obtienen ofertas discográficas. Los mejores escritores no siempre se publican. Los mejores pintores tienen salas de exhibición llenas de trabajo que nunca vende. Hasta cierto punto, así es como siempre ha sido.

Este mismo escritor aporta tres formas de acabar con el síndrome del escritor frustrado:
1. Repite después de mí, ser un buen escritor no es suficiente: l os buenos escritores construyen tribus. Crean redes de seguidores que quieren escuchar lo que tienen que decir, buscando primero servir antes de pedir algo a cambio. Busca a tus lectores y ofréceles lo que necesitan.
2. Aprende marketing: sí, marketing. No importa cuánto reniegues del negocio y consideres que tu arte vale mucho más. El marketing es el arte y la ciencia de difundir ideas.
Es casi imposible tener éxito como escritor sin aprender a promocionar y presentar su trabajo. Hay una manera de hacer esto sin tener que sentirse como un vendedor de autos usados. Y comienza con el marketing.
3. Empieza ahora: entrega contenido que inspire y motive, revisándolo constantemente para ver cómo puedes ayudar a tu comunidad. A medida que esta tribu crezca, tendrás que promocionarte mucho menos; la comunidad lo hará por ti.
Dejarás de sentirte tan frustrado. De hecho, te darás cuenta de que no era frustración lo que estabas sintiendo. Era miedo. Miedo a no tener éxito. crea un blog , identifica a tu público objetivo y construye tu tribu primero,
Tendrás una audiencia, algo que decir y el reconocimiento que mereces. Ahora sí todo dependerá de qué tan buen escritor eres.

Síndrome del artista hambriento o los escritores llorones

Aclaro (me gusta mucho aclarar), no soy yo el que pone los nombres. Piper solo consolida y comparte esta información, así que no me hago responsable si alguno se siente identificado. En cada síndrome encuentran a la persona que los nombró.
Este llamativo síndrome nace del odio (verdadero odio) de Nick Redfern hacia los escritores sufridores o hambrientos.
Que un autor esté quejándose porque no le rinde escribir, porque deba sacrificar horas de descanso u ocio, porque presenta la hoja en blanco, porque no se cree buen escritor (inserte GIF llorando) es totalmente ilógico, más cuando nuestro trabajo no requiere estar atrapados en el tráfico, haciendo horas extra bajo el sol, el frío o la lluvia, sin mencionar que muchos lo hacemos sentados frente al computador en nuestras casas y en pijama. Que hayan dificultades es normal, en eso consiste trabajar.
Al contrario, manifiesta que tenemos muchas más razones para estar agradecidos. Que nos paguen por escribir un libro sobre duendes, vampiros o lo que sea y que poseamos lectores fieles es gratificante. Todos tenemos vidas difíciles y muchos sostienen un hogar o son mujeres que escriben a pesar de criar a sus hijos y llevar varios empleos. Hay situaciones en verdad complicadas en las que se debe luchar por salir adelante. Estar quejándose constantemente en redes sociales, en reuniones o en conversaciones es ser desagradecido.
El otro grupo de escritores quejumbrosos es el que llora porque no recibe el reconocimiento que se merece y se siente frustrado (regrese párrafos arriba). Es el escritor autoimportante. Aquel que se considera demasiado buen artista y su trabajo es de vital importancia para este mundo desagradecido. Las editoriales lo rechazan porque no comprenden de su calidad y no lo merecen (de nuevo, inserte GIF de llanto).
"Trabajo en las artes, soy alguien importante y necesito que me escuchen".
Para este síndrome el autor recomienda:
1. Deja de quejarte: sí, deja de quejarte de lo difícil que puede ser la vida como escritor (en cambio, ten algo de responsabilidad, sé maduro, no tengas rabietas patéticas, toma nota de la suerte que tienes de hacer lo que quieres como carrera y, sobre todo, lleva a buen término ese proyecto de libro del que te quejas día y noche en Twitter).
2. El mundo no gira en torno tuyo: para los escritores importantes y egoístas, vete (sí, es el consejo que Nick les da 😐).

10 síndromes de escritores, diferentes al del impostor, que quizás sufres y no lo sabes (I)


Ufff, qué pesado este último síndrome.
Eso es todo por ahora. En este artículo hemos hablado del Síndrome del objeto brillante, de la habitación blanca, del escritor frustrado y del escritor quejumbroso y hambriento.
Como mencioné antes, ninguno de estos síndromes existen. Son anécdotas y situaciones cuyos autores han nombrado de esa manera, por lo que espero que ninguno se preocupe más de la cuenta (explota el detector de sarcasmo del profesor Frink) ni acuda al psicólogo o al médico homeópata, aunque no estaría mal reír porque nos veamos reflejado en alguno de ellos.
Dentro de quince días espero continuar con otro grupo, pues recordemos que las publicaciones se turnan así: representación y diversidad/consejos literatura en general.

¿Conoces otros síndromes diferentes al de la hoja en blanco, al del impostor y a los que acabo de describir? ¿Cómo te parecieron?


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