100 años de Dublineses, de James Joyce

Publicado el 16 junio 2014 por Elinfiernodebarbusse


Ayer cumplió cien años. Un libro con un puñado de cuentos que demostraban que se podía narrar lo intrascendente, la nada. Que intentaban capturar, como una foto, un instante del tiempo.
Solo por el relato Los muertos valdría la pena acercarse a esta magnífica obra. Ese final -lacerante, intensamente revelador- jamás se olvida. Mejor pasar audaz al otro mundo en el auge de una pasión que marchitarse consumido funestamente por la vida. Voz poética, hondura.
Y luego, ese juego con la imagen de la nieve como metáfora de lo efímero y banal de nuestra existencia. Leves toques en el vidrio lo hicieron volverse hacia la ven­tana. De nuevo nevaba. Soñoliento vio cómo los copos, de plata y de sombras, caían oblicuos hacia las luces. Había lle­gado la hora de variar su rumbo al poniente. Sí, los diarios estaban en lo cierto: nevaba en toda Irlanda. Caía nieve en cada zona de la oscura planicie central y en las colinas calvas, caía suave sobre el mégano de Allen y, más al oeste, suave caía sobre las sombrías, sediciosas aguas de Shannon. Caía, así, en todo el desolado cementerio de la loma donde yacía Michael Furey, muerto. Reposaba, espesa, al azar, sobre una cruz cor­va y sobre una losa, sobre las lanzas de la cancela y sobre las espinas yermas. Su alma caía lenta en la duermevela al oír caer la nieve leve sobre el universo y caer leve la nieve, como el descenso de su último ocaso, sobre todos los vivos y sobre los muertos. De este cuento, John Houston hizo una intimista y magistral película, que yo siempre he visto sobrecogido.
Joyce. Dublineses. Huyan, si pueden, de la traducción de Cabrera Infante.