100 enigmas del mundo

Publicado el 24 marzo 2011 por Rubencastillo

Dice un principio jurídico medieval que exceptio probat regulam. Y esta sentencia ha sido frecuentemente traducida como “La excepción confirma la regla”, sin que a nadie parezca llamarle la atención el absurdo de la misma. ¿La excepción confirma la regla? ¿Un cerdo volando sirve para probar que los cerdos no vuelan? A mí siempre me ha dado qué pensar este rocambolesco ejercicio de malabarismos verbales. ¿No será más bien (siempre lo he sospechado) que la excepción pone a prueba la regla; que la desafía con su extravagancia, con su rareza, con su retadora anomalía?
De muchas de las excepciones de nuestro mundo sabe bastante Bruno Cardeñosa (Orense, 1972), investigador de fisuras y notario de interrogantes, que nos acaba de ofrecer un espléndido resumen de las más singulares en el volumen que este mes nos ocupa. De algunas tenemos más información, porque por ellas se ha interesado el mundo del cine (como ocurre con las calaveras de cristal de Belice, que aparecen en una de las películas de Indiana Jones) y de otras tenemos noticias esporádicas en los periódicos o la televisión (los presuntos milagros de Lourdes, la Sábana Santa de Turín), pero... ¿acaso no hay más, muchas más? Cardeñosa nos demuestra con sobrada documentación y con amenísimos textos que sí que las hay. Por ejemplo, ¿qué explicación puede ofrecerse al hecho de que en los márgenes de un río de Texas se hayan encontrado huellas de dinosaurios y de humanos impresas a la vez (cuando se supone que ambas especies no han coexistido sobre la faz de la Tierra)? ¿Y cómo justificar que los indígenas de Acámbaro (México) elaborasen estatuillas de dinosaurios hace 4000 años... cuando ni siquiera podían saber de la existencia de esos animales? ¿Y qué asombro no nos asaltará cuando nos enteremos de que en Estados Unidos se encontró, soldado con una roca de hace 140 millones de años, un martillo fósil, con su mango de madera y su cabeza de metal perfectamente tallada? ¿Y cómo encontrar una explicación razonable al enigma de Tunguska (en Siberia), donde en el año 1908 se produjo el avistamiento de una especie de bola de fuego que arrancó de raíz y tumbó en el suelo de forma radial (hay fotografías que lo demuestran) docenas de miles de árboles, sin que se haya podido descubrir meteorito alguno en la zona? Podríamos seguir enumerando estas singularidades, pero será mejor que lo dejemos ahí, invitando a los lectores a que las descubran por sí mismos.
Bruno Cardeñosa, ciñéndose siempre a los datos y no abusando de apelaciones a lo fantástico (eso le honra y amplía la credibilidad de su libro), nos plantea en estas páginas cien enigmas que, en el peor de los casos, nos servirán como distraído entretenimiento. Y que, en el mejor, nos servirán para despertar nuestra curiosidad y nuestra inquietud acerca del mundo en que vivimos y su pasado. Una obra llena de detalles interesantes, que recomiendo sin reservas.