1001 películas que hay que ver antes de morir.Coordinado por Steven Jay Schneider.Grijalbo Ilustrados. Barcelona, 2013.
Han pasado diez años desde la primera edición de este volumen espectacular, de este recorrido imprescindible por 1001 películas que se han convertido en clásicos indiscutibles o que, sin llegar a ese nivel, han tenido un impacto fuerte en la crítica o un notable éxito de público, porque esta obra no es exactamente una selección de las mejores películas, sino algo más complejo y menos técnico.
A lo largo de esta década estas 1001 películas que hay que ver antes de morir que publica Grijalbo Ilustrados se han venido poniendo al día con nuevas ediciones anuales que recogen los últimos títulos que un amplio equipo de decenas de expertos coordinados por Steven Jay Schneider ha considerado dignos de figurar en esa relación.En esta edición, por ejemplo, se incorporan obras como Django desencadenado, Amor, Lincoln, Los miserables o Argo.
Quizá parezcan muchos títulos, pero son miles y miles los que se han estrenado, de manera que, como señalan los responsables de la selección, los que han sido recogidos en este libro no son más que gotas en el océano fílmico. Como es lógico, y ya que el número es intocable, cada una de las actualizaciones no sólo añade varias películas nuevas, sino que revisa el conjunto para eliminar tantos títulos como los que se incorporan.
Esos títulos sacrificados (El rostro impenetrable, El hombre de Laramie, Fanny y Alexander, El turista accidental, Drácula de Bram Stoker, La edad de la inocencia o El gran Lebowski) es quizá lo más discutible de una obra tan ambiciosa como irreprochable, en la que la cantidad y la calidad se hacen compatibles página tras página.
Porque además de un profundo y apretado análisis de cada una de las películas, las casi mil páginas del libro contienen momentos de prosa brillante como estos, que copio aquí a título de ejemplo, porque esa altura estilística y crítica es lo usual en unas reseñas que combinan el rigor y la amenidad:
No vean Jules et Jim en versión doblada, puesto que la voz en off de François Truffaut es el sonido del viento que acaricia y hace desaparecer el mundo propio y aparecer otro.
Si no puede con semejante artificio [en Johnny Guitar] tal vez sería mejor que viese un documental.
Una ambigua declaración sobre el lugar de la violencia y el individuo en la sociedad estadounidense. [La ley del silencio]
Una aventura misteriosa, un sermón o una visión que supuso el “trip” definitivo para hippies colocados con drogas psicodélicas, pero incluso vista sencillamente como un espectáculo cautivador resulta insuperable. [2001: Una odisea del espacio]
Santos Domínguez