Salud.
[PRIMERA PARTE: #109 a #85 SEGUNDA PARTE: #84 a #61TERCERA PARTE: #60 a #41
CUARTA PARTE: #40 a #26]
#25
Sumo - Llegando los monos
(por José Miccio)
CBS - 1986
A pesar de su impulso renovador -o tal vez debido a ello- los años 80 se prestan con entusiasmo a las analogías. Virus tiene en la segunda etapa del rock en Argentina la misma importancia que tuvieron Los Gatos en sus comienzos. Richard Coleman es al sistema de la guitarra antivirtuosa lo que Edelmiro Molinari al de la guitarra desatada. El Einstein es La Cueva after. En este juego entre pioneros y refundadores a Sumo le toca siempre el lugar de Manal. Por barrio, talento y bravura. Pero lo cierto es que Luca y sus muchachos bien podrían pedir un dibujo de payaso, meterle unos alfileres de gancho y decir: -No, no, nosotros queremos ser Almendra.
¿Y por qué no?
Llegando los monos es un disco tan abierto y tan genial como el del payaso con lágrima y sopapa. Es cierto que la riqueza que hay en él existía ya en Divididos por la felicidad y Corpiños en la madrugada. Pero también es cierto que esta vez todo brilla un poco más, como si además de por seis tipos en la cima de sus capacidades el disco estuviera tocado por la gracia o un buen augurio astrológico. El ojo blindado es la energía de tres acordes. Rollando y No good los mejores reggaes jamás grabados en Argentina. La excepcional Estallando desde el océano el punto de encuentro entre pospunk y psicodelia. Heroína y Los viejos vinagres los extremos de un continuo que hace coincidir en su despliegue angustia y baile, estrofa radial y ruido, habitación cerrada y discoteca.
Luca canta en inglés y en un castellano con erres de Italia, pero la manera en que aprovecha su condición de hablante raro genera la impresión de estar frente a un cocoliche anglo absolutamente musical, arrojado en su inflexión argentina hacia el absurdo y los juegos sonoros. Rimas de nenes, diminutivos bien o mal dichos, una memorable pareja fónica (nextweek-Nesquik), Wellapon, Chivilcoy, Yaciretá. Luca-Dadá, sin dudas. O mejor: Luca-Jarry. ¿Qué es Llegando los monos? El disco de los temas que canta Ubú mientras se sueña tano, pelado y heroinómano en pleno culo del mundo.
#24
Seru Giran - Grasa de las capitales
(por Oscar Cuervo)
Sazam Records - 1979
Después del intermezzo lírico de Seru Giran (1978, disco debut de la banda homónima), incomprendido en su momento pero con canciones que a la larga tendrían altura de clásicos, García, Aznar, Lebón y Moro trabajaron con humildad para mostrar que su encuentro estaba a la altura de sus antecedentes. Hubo un tiempo en que Seru tocaba en un sótano chico de Florida… ¡y las entradas no se agotaban! Fue la presentación de Grasa de las capitales. Estos nenes ya sonaban en vivo como uno puede imaginarlo hoy y el público los aceptaba con cautela. Sucede que la vuelta de Buzios, para la presentación del primer disco, en un clima cargado de persecuta (¡1978!), los puso en un lugar incómodo de “supergrupo veleidoso” que les ganó rechiflas y desconfiaza (la tapa de Grasa... da cuenta de la hostilidad que recibían de la prensa y el público). Con Grasa… los cuatro grandes mostros se bancaron ser la-banda-urbana-que-se-hace-de-abajo. Y sus alegatos fueron irrebatibles: un ensamble que llega al ajuste perfecto (cuatro virtuosos en su mejor momento) más un puñado de canciones que 25 años después parece casi inverosímil que hayan formado parte de una misma cosecha.
Pero la clave que hizo que todos se fueran rindiendo a sus pies es su singular concepto artístico: una obra urbana, nocturna, mordaz y realista, con un sonido que conjuga tango, soul, candombe y rock porteño con pasmosa naturalidad y unas letras que hablan del clima social del '79 sin rebusques. Desde el comienzo en que Charly retoma su Tango en segunda pero sube dos cambios, hasta esa joya casi olvidada que es Los sobrevivientes, pasando por el díptico de la desolación Noche de perros / Viernes 3 AM, Seru postula la tesis de un tango postpiazzoleano, para el cual el bajo pastoso de Pedro se bandoneoniza.
Grasa… marca además dos hitos: el gran debut compositivo de Aznar en Paranoia y soledad y -quizás- el más logrado disco de Charly en colaboración con otros compositores.
#23
Moris - Treinta minutos de vida
(por Martín Zariello)
Mandioca - 1970
Luego de un par de audiciones, Treinta minutos de vida se nos presenta como uno de esos discos en los que el artista, claramente, ha sido bendecido por una profunda inspiración que cambia de lugar las coordenadas esenciales de su obra. La clave por la cual Moris es un gran compositor se encuentra en el espacio ambivalente que hay entre la aspereza de su voz y la sensibilidad de sus letras. Esa contradicción entre fondo y forma genera las condiciones necesarias para que surjan canciones tan imprevisibles como ancestrales. Su imaginario poético propone que Bob Dylan cante en el Tortoni. Caben tanto la evocación a la vieja (En una tarde de sol), la nostalgia con crítica social (Ayer nomás) y el techo de resonancias existencialistas de la inolvidable De nada sirve. La música es un folk primal con espíritu tanguero. El oso es una tierna fábula sobre la libertad que se convirtió en un clásico. Escúchame entre el ruido es, directamente, la libertad: un texto complejo sobre la sexualidad, el amor y la vida. Pato trabaja en una carnicería representa el temprano the dream is over de la cultura rock local.
Las canciones son empáticas porque expresan qué sucede cuando el background familiar de categorías inmutables (Dios, el País, la Escuela, la Masculinidad) deja de existir. Moris armó el disco rígido de los mejores solistas del rock argentino y nos señaló algo crucial: somos algo más que un sexo y nuestra cédula de identidad.
#22
Soda Stereo - Dynamo
(por Joaquín Vismara)
Sony Music - 1992
Puede sonar obvio, pero por las dudas viene bien aclararlo: un disco es mucho más que las canciones que lo integran. En algunos casos, se los debe entender por su contexto, y también por su riesgo. La cronología ubica a Dynamo como el sucesor de Canción animal en la discografía de Soda Stereo, pero también como el tercer trabajo en el que participaron en conjunto Gustavo Cerati y Daniel Melero después de trabajar a cuatro manos en Colores santos. Puestos uno al lado del otro, los tres álbumes grafican el camino de una banda (sobre todo de su líder) en el peregrinaje desde lo seguro a la búsqueda de nuevos horizontes.
Dynamo es el retrato de una banda mainstream (quizás la mayor de todas) en estado de experimentación. El éxito y la difusión acumulados en seis años fueron tan grandes, que la idea de destruir todo lo acumulado, o al menos revertirlo, se impone como un paso natural en la secuencia de acciones. Lejos de ser un disco complaciente, obligó al público de Soda Stereo a replantearse las cosas, sin estribillos gancheros a la vista ni melodías de adhesión instantánea. Es un álbum que está en sintonía con la época, pero no desde el centro, sino desde los márgenes de la vanguardia.
Soda Stereo siempre absorbió influencias y sonidos de afuera, pero esta vez las referencias eran menos amables. Con el radar puesto en Inglaterra, Cerati canalizó las texturas acuáticas de las guitarras de My Bloody Valentine, Ride y Slowdive; y también la amalgama de la electrónica aplicada al rock de Primal Scream. La voz pierde su papel protagónico para convertirse, al menos en momentos, en un instrumento más que ya no narra historias, sino que evoca imágenes abstractas. Dynamo falló comercialmente, pero su valor radica no sólo en el gesto del volantazo radical, sino también en cómo hizo posible que el público y los medios percibieran a un puñado de grupos (Juana La Loca, Babasonicos, Martes Menta, Tía Newton) que hacía rato estaba en esta misma sintonía, pero que pudo asomar la cabeza recién cuando Cerati, Bosio y Alberti los tomó de la mano.
#21
Vox Dei - La Biblia según Vox Dei
(por Ayelén Cisneros)
Disc Jockey - 1971
“Hombre que te miras en las aguas para ver quien sos / Mírame si quieres verte porque imagen mía sos / Ya lo hiciste: vive sólo hoy”.
¿Cómo pertenecer al rock, movimiento que se autodenomina “en contra del sistema”, y escribir acerca de Dios?
A principios de los setenta, el credo católico -que tenía una gran relevancia a nivel social y geopolítico- en su versión argentina se reinventaba a través del Movimiento de los Sacerdotes del Tercer Mundo. Éste era un grupo que combinaba marxismo, peronismo “de izquierda” (¿existe el peronismo de izquierda?) y el trabajo social en barrios populares. A nivel latinoamericano, la renovación católica estaba representada por la corriente de la Teología de la Liberación que predicó la opción por los pobres y la lucha contra la dominación imperialista.
En este contexto, un grupo de jóvenes no veía ni ridículo ni anticuado crear un disco conceptual que se inspirara en las Sagradas Escrituras. Podía considerarse provocador para el mundo rocker, pero fue en consonancia con los tiempos vividos. De esta manera, el constant concept tuvo su primer representante en la Argentina en este disco doble de Vox Dei.
La Biblia fue el segundo álbum de la banda de Ricardo Soulé, Willy Quiroga, Juan Carlos Godoy y Rubén Basoalto y es considerado su disco más significativo. El resultado es una ópera rock existencialista y con un profundo sentimiento humanista y pacifista. La fe en el hombre no estaba perdida.
El álbum sigue el orden de la creación y la correlación de los dos testamentos, el Antiguo y el Nuevo. Desde la creación hasta el apocalipsis. Probablemente uno de sus mayores méritos sea el no haber caído en una versión caricaturesca de la religión ni en versiones grandilocuentes y épicas.
Quizás Libros sapienciales represente el espíritu de esta ópera rock: “¿Cuánto, cuánto hay a mi alrededor? / Más de lo que mis ojos pueden mirar / y llegar a ver / éstas son razones que dicen que: / sólo sé / que sé querer / que tengo Dios / y tengo fe / y que doy amor / y puedo ser”.
#20
Babasonicos - Jessico
(por Mauro Valenti)
Sony Music - 2001
“Yo pertenezco a cualquiera, no al que me pueda comprar”, cantaba Dargelos en el agitado 2001, como un emblema de la no-transa o en todo caso de transar con quien uno quiera, sin intermediarios y sin culpa. Unos años después, sin darnos cuenta, las bandas independientes personificaríamos esa frase para defender la ideología de la descarga gratuita y de la cultura Myspace que aun no había arribado.
Así, como símbolo de lo que vendría, Jessico salió a la venta un día después del cierre de una de las principales disquerías y tras haber terminado el contrato del grupo con su antigua compañía discográfica. Sin embargo, con este disco los Babasonicos entrarían en la elite del rock consagrado, y desde ahí bajarían línea a los clichés del mundo de la fama al cual a partir de ahora pertenecerían. Esto se refleja con un guiño glam en Camarín y en el clásico Fizz y su “fiesta de farsantes de la espuma social”.
Es indudable que la originalidad del disco, de la que tanto se habló, y lo inoportuno de editarlo en aquel momento de incertidumbre, contribuyeron a que la gente haga un esfuerzo por saber más de él. Hay que pensar que el lanzamiento en principio no tuvo una fuerte campaña de difusión y, según cuentan los propios Babasonicos, no tenían lugar para vender el disco. Precisamente ese terreno adverso es algo que el rock muchas veces necesitó para mantener la vitalidad y para poder combatir ante algo, el caso de Jessico no fue la excepción.
Hoy, paradójicamente, en 2014, uno de los principales problemas que se afronta desde la escena musical es que las obras están demasiado al alcance, lo cual hace que tiendan a devaluarse y pierdan así cierto misticismo necesario para captar interés. Por eso es bueno volver a Jessico y tomarlo como un incentivo: para buscar alternativas y para animarnos a tomar riesgos. ¿Qué otra cosa es el rock, sino eso?
#19
Charly García - Pubis angelical / Yendo de la cama al living
(por Pablo Gorondi Palkó)
SG Discos - 1982
“Todo el mundo sabía que Seru Giran o Sui Generis era Charly García”, le decía Bigote Bicolor a la Pelo en 1983. En el disco que arranca su etapa solista, Charly deja bien en claroscuro de quién se trata. Pone algo más de media cara en la tapa, toca casi todos los instrumentos e incluye un ramo de canciones en primera persona que imaginamos autobiográficas. “No hay señales de algo que vive en mí... Entonces mírame a mí... Tengo hambre, tengo miedo... Hoy estoy como un jet, perdido entre las nubes... Yo no quiero vivir como digan... Ya no quiero vivir así... Hoy desperté cantando esta canción”.
En menos de 35 minutos, la espesidad de Yendo se envuelve dentro de un gran rango dinámico, temas a todo volumen seguidos por casi susurros (Yendo de la cama al living y Superhéroes; No bombardeen Buenos Aires y Vos también estabas verde; Peluca telefónica e Inconsciente colectivo) que obligan a estirar los oídos para absorber los matices.
Con canciones estrenadas ya en conciertos de Seru, Yendo es el puente hacia la pos-dictadura. Con No bombardeen..., Charly extiende el espanto de la Guerra de las Malvinas, que había terminado meses antes, pero Inconsciente colectivo ya marca una luz al final del túnel.
La edición original en vinilo de octubre de 1982 tiene una línea punteada y una pequeña tijera dibujada entre los dos discos, las diáfanas melodías de Pubis Angelical y las a veces angustiantes canciones de Yendo. Por si alguien quisiera cortar por lo insano.
Cuando pasaba música en fiestas, el peso de cada disco obligaba a llevar sólo lo justo. Este álbum no tiene clásicos temas bailables, que vendrían a partir de Clics modernos en 1983... pero igual era imposible dejarlo en casa.
Como le dijo Charly a Juan Alberto Badía después de la presentación del disco en el estadio de Ferro: “Cuando uno tiene ese parlante que no distorsiona, la gente escucha”.
#18
Sui Generis - Pequeñas anécdotas sobre las instituciones
(por Marianela Gómez y Fabián Spampinato)
Talent Microfón - 1974
Pequeñas anécdotas sobre las instituciones nació en una Argentina un poco extraña (¿cuando Argentina no lo fue?) y es por eso que sus temas muestran el clima asfixiante que ya se vivía. Podemos afirmar que desde Confesiones de invierno y sobre todo en canciones como Mr. Jones se podía ver lo que iba a ser el último trabajo de Sui Generis: Instituciones es un disco poderoso, lleno de música progresiva, quizás (junto con algunos pasajes de la siguiente aventura de Charly, La Máquina de hacer Pájaros) lo más jugado musicalmente de su carrera; y que intenta dejar testimonio de los movimientos del panorama político que se avecinaba en el que se reprimió y hasta suprimió toda forma de institución. Y, muy a nuestro pesar, había gente, mucha, que hacia la vista gorda y miraba para otro lado. Como bien lo representa la letra de Tango en segunda.
En la canción leitmotiv del disco, cuando Nito habla de “magos” se refiere en principio a la Triple A (dirigida por el siniestro López Rega) seguida, claro, por los militares que desaparecieron a todo aquel que pensara diferente. Los “acróbatas” eran los periodistas que formaban opiniones (aun lo hacen, ¡y cómo!). Los “clowns” justamente eran los que tenían el deber de entretener, de distraer(nos). Charly García quiso plasmar el horror del genocidio desde el arte como se da en temas tan fuertes como El show de los muertos, Música de fondo para cualquier fiesta animada y El tuerto y los ciegos.
Las referencias a la censura se encuentran en Las increíbles aventuras del Señor Tijeras, maravillosa y operística pieza. Y hay un sinceramiento en la simple y aparentemente frívola canción Para quién canto yo entonces. Por otro lado, Pequeñas delicias de la vida conyugal tiene todo: rebeldía, ironías y un gran ritmo que le da otra pincelada de color al disco, sin dudas oscuro en su totalidad. Algunos temas tuvieron que sortear la censura, cambiándose algunas palabras en sus letras. Otros como Juan Represión o Botas locas fueron directamente eliminados en la edición original.
¿Creías que Sui Generis fue solo una banda folk de canciones de fogón? Instituciones es un palazo en la frente.
#17
Divididos - La era de la boludez
(por Miguel David Barrenechea)
Polygram - 1993
Vamos al contexto: ya pasó el estadio Vélez de Fito, la convergencia de la Movida Sónica y otros en la gira del “Nuevo Rock Argentino”, los Cadillacs estallando con El león, Vasos vacíos y Matador y el arranque de Los Piojos y La Renga. Entre el '92 y el '94 el rock local y latino pintó un panorama con nuevas caras y algunas tradiciones, llenando de lanzamientos que avivaron un fuego y calaron hondo a una generación.
Allí, dentro del furor, Divididos crece exponencialmente. En el medio, tuvieron varias novelas con su discográfica por falta de apoyo, adelantaron canciones de La era de la boludez en vivo, viajaron a Estados Unidos a grabarlo con Santaolalla y Kerpel, y a la vuelta, con la salida del disco, llenaron 13 veces el estadio Obras, se consagraron como banda del año y tuvieron que reeditar Acariciando lo áspero.
Ésa fue la gran diferencia: Acariciando lo áspero y La era… erigen esa solidez incomparable de Divididos y contienen el 90% de sus clásicos, los músicos son los mismos (Mollo-Arnedo-Gil Solá)... pero hubo un salto importantísimo y se ha vuelto todo más grande, claro y potente. La calidad del audio no sólo hizo justicia con todo lo que había para dar, sino que vino a subir la vara de lo que se estuvo produciendo. Y a todo esto, claro, el fantasma de Luca mutó de carga a un aliado permanente.
Musicalmente, es el álbum que te mete en una sala de ensayo. Desde Salir a asustar a Tajo C hay un repertorio de groove, funk, rock y zapadas, atravesadas con un aire extraordinario para cantar sobre el origen y la efectiva insensatez del menemismo.
Hoy, Divididos cosecha en Amapola del 66 esos frutos de fusión musical e identidad que sembró abiertamente en el '93. Dos décadas pasaron como si nada para La era de la boludez. Desde su salida nunca dejó de ser un disco perfecto y cuadrante para cada situación personal. Está presente. Ha crecido junto a todos, como esas fotos sacadas justo a tiempo.
#16
Invisible - Invisible
(por Oscar Cuervo)
Talent Microfón - 1974
En los 12 meses anteriores Spinetta había publicado Pescado 2 y Artaud bajo la marca “Pescado Rabioso”, pero su sed de invención formal parece insaciable y en 1974 da a luz Invisible, el primer LP de la banda del mismo nombre. Se trata de una seguidilla prodigiosa, no sólo por una inspiración que a esa altura parece inagotable, sino porque a cada paso Luis Alberto concibe arquitecturas musicales inauditas. En Invisible trabaja con dos músicos de un virtuosismo apabullante, Pomo Lorenzo (batería) y Machi Rufino (bajo), que venían de desempeñarse como base de Pappo’s Blues. Pero lo que Spinetta extrae de ellos no tiene antecedentes. ¿Cómo suena un trío de rock, con guitarra eléctrica, bajo y batería? Esta pregunta no habría sido respondida hasta que se diera a oír Invisible. La economía de recursos, la precisión en la distribución de los roles, el arte del contrapunto, el lirismo severo, la dosis exacta de distorsión y claridad tímbrica, la polirritmia, la alternancia/tensión entre dureza y ternura, el swing del jazz, el filo del hard y la ligereza pop en una fórmula única e inimitable.
Invisible es el nombre apropiado para una música que emerge de las sombras como una ciudad que se percibe con los ojos cerrados y juega todas sus chances a la arquitectónica auditiva.
Spinetta logra con Invisible radicalizar y destilar los principios estéticos del rock porteño y los de su propia obra: un estilismo feroz y sofisticado que no descansa en la busca de un sonido urbano contemporáneo, que no cede a modas coyunturales y por eso alcanza instantáneamente la estatura de clásico. Suspensión y El diluvio y la pasajera permanecen como cimas inigualables. El arrojo artístico del joven Spinetta (24 años cuando graba este disco) no habría sido tan perdurable si este explorador impenitente no hubiera contenido un corazón pop con esa vitalidad tan elástica.
#15
Don Cornelio y La Zona - Don Cornelio y La Zona
EMI - 1987
En el primer mundo de Palo Pandolfo hay líneas que cruzan pechos, señales en el agua, un pozoguerrilleroirascible -así, todo junto, como aparece escrito en el librillo del álbum. Indicaciones suicidas y enumeraciones spinetteanas. Sangre y sutileza. Bueno... Cenizas y diamantes.
La pompa es, dice la historia, cortesía de la producción a cargo de Andrés Calamaro, maestro de ceremonias del pop de los ’80 en las perillas y en las formas (AC fue gótico, fiestero y rockero por aquellos días, como abuelo y como niño abandonado. Tocó y grabó con todos).
Conversación triple desde aye-e-er. Como el amo-o-or de ayer. Dos crímenes, (sospecho) el mismo autor. Quizá por eso no les gustara el resultado final a Don Cornelio: ellos no querían ser los Enanitos Verdes. El tiempo, divino, puso al disco en un lugar más dark-post-punk-artie que el que los músicos percibieron cuando escucharon Ella vendrá en la naciente FM Rock and Pop. Lo que a cualquier grupo le hubiera entusiasmado, a ellos los incomodó.
(Nota mental: extraño un hit que no viví y quiero en las radios un tema tan marcapiel como Ella vendrá).
Las 10 canciones que completan el disco siguen siendo notables 27 años después: si somos parecidos en que somos distintos, Palo y los suyos contienen en su música el fervor de otras bandas algo mayores (el link a Sumo y los cuasipadrinos Redondos resulta lógico), a la vez que no se asemejan a ninguna de sus contemporáneas (Cadillacs, Todos Tus Muertos, Encargados, Fricción). Don Cornelio y La Zona no admite la fagocitación de ninguna de las dos líneas estéticas del rock argentino más marcadas (en un rincón Manal / Sumo / Redondos / Piojos / Renga; en el otro Almendra / Virus / Soda / Babasónicos; siendo algo arbitrarios), amaga pertenecer y se desliga de ambas. Es un disco anfibio que influyó -lo sepan o no, quizá nunca lo escucharon- en grupos posteriores de los dos lados del asunto.
Molestando a la oscuridad, con su free-jazz monocorde y ambiente Lou Reed debe ser lo que más le gusta del disco al sexteto creador (a propósito, reescuchen las guitarras de Alejandro Varela, un secreto bajo siete llaves; no tanto como la pericia bajística de Federico Ghazarossian). Y es el final de una epopeya pop con la que los autores deberían amigarse: el acabado de esta obra es supremo. Calamaro tenía razón.
#14
Sumo - After chabón
(por Federico Anzardi)
CBS - 1987
Temas viejos (Percussion baby), emblemáticos (Crua chan), en joda (Noche de paz), improvisados (Hola Frank), zapados (El cieguito volador), con robos confesados (el bajo de No tan distintos, según Luca). After chabón fue realizado por un tipo que se sentía de vuelta y un grupo de músicos talentosos que se conocían lo suficiente como para dar lo mejor en un momento de desintegración.
Cuando el disco fue creado, Luca Prodan sentía que no le quedaba mucho tiempo de vida. Lo venía anunciando en diferentes reportajes y en charlas con amigos. La muerte le había dado varios años de gracia después del pico de heroína que lo había hecho aterrizar en Argentina. “Me pasa que vos te estás muriendo”, le gritaba Germán Daffunchio, quien después aseguraría que Prodan decía en sus letras que se estaba yendo, pero nadie se daba cuenta.
En su última etapa, Luca reflotó al poeta sensible que “lo bañaba todo en ginebra para que la gente no lo confundiera con Dylan” (Pettinato dixit). Mañana en el Abasto es hermana de las canciones que Prodan grabó de manera precaria en Córdoba, durante 1981. Temas de una gran sensibilidad como Like London, Brighton past y Red lights. En After chabón, Luca es el muchacho que reflexiona profundamente, muy por debajo de los gritos que se amplificaban por la cámara de eco que tenía en sus escenarios.
Veintisiete años pasaron desde la edición del disco. Tanto After chabón como Sumo han logrado mantenerse con dignidad a través del tiempo: si hoy seguimos hablando de la banda, si seguimos pasando por la casa de Alsina y nos sacamos una foto en la puerta para colocar en el perfil de Facebook, no es porque el aguante post Redondos banca a Sumo como una hinchada respeta a sus viejas glorias. Se sigue hablando porque las canciones de Luca tenían algo para decir. Es necesario recorrer, conocer, adaptarse a un lugar para poder retratarlo con precisión. Luca fue un cronista etílico de reviente suburbano. Tan fuerte que aún no ha podido ser olvidado. Con todo, se sentía solo la noche en que se quedó duro sobre un colchón mugriento de una habitación minúscula en un conventillo de San Telmo. Hoy, allí, hay un bar que lo obliga a seguir laburando, después de muerto.
#13
Pappo's Blues - Vol. 3
(por Federico Anzardi)
Music Hall - 1973
2002: Pappo estaba vivo. Había reunido a Riff sin mucha repercusión mediática (las huestes habían respondido, pero el hecho no trascendió) y su último trabajo de estudio con canciones nuevas era El auto rojo, un buen álbum purista de blues y rock pesado. El gigantesco autohomenaje Pappo y Amigos no había provocado mucho. Sus primeros discos se vendían a menos de diez pesos, con una edición pésima, descolorida y triste. Ese año, Rolling Stone y MTV publicaron “Los 100 Hits del Rock Nacional”. De la discografía del Carpo figuraban dos: Susy Cadillac, de Riff, en el puesto 92, y El tren de las 16, en el 49.
2007: Pappo llevaba dos años muerto. Rolling publicó un suplemento con “Los 100 Mejores Discos del Rock Argentino”. Tres álbumes del Carpo aparecían entre los primeros cincuenta puestos. Ya se exhibían las flamantes reediciones cuidadas, merecidas y póstumas, a un precio mayor. Mientras todo eso sucedía, Volumen 3 estaba ahí desde 1973.
2014: You Tube. Pappo's Blues - Volumen 3 (1973) [Disco completo]. Un tipo, hace cuatro meses, escribió: “ese solo man!”. No especificó a qué tema hacía referencia. Como el que le gritó a Tom Verlaine en Vorterix, cuando arrancaba el show de Television (“¡Esa viola!”), tiró un elogio genérico de encaje perfecto. Volumen 3 es un emblema. Posee algunas de las canciones más sólidas del Carpo (Caras en el parque), que también marcaron ciertos parámetros morales para sus seguidores (Sucio y desprolijo). Es el que tiene la formación más aclamada, con Pomo y Machi. El sur de la ciudad tiene un link a Una casa con diez pinos, de Manal. Sandwiches de miga es el viaje de camarín lisérgico. Siempre es lo mismo nena es una declaración de principios en letra y música.
Apenas un año y medio duró la experiencia entre Pappo, Pomo y Machi. Grabaron un disco que no llega a la media hora de duración y antes de la separación definitiva registraron una canción más (Con Elvira es otra cosa, publicada en el Volumen 4). La hermosa tapa, a cargo de Cristina Villamor, confirma que Pappo’s Blues III fue legendario desde que salió de imprenta, aunque algunos lo hayan empezado a reivindicar hace poco tiempo.
#12
Sumo - Divididos por la felicidad
(por Diego Mancusi)
CBS - 1985
La escena local recién dejaba atrás un escapismo (el de la inercia hippie) y ya se metía en otro: el culto al goce, impulsado por la renovada alegría democrática y traducido en el desembarco de lo light (por “liviano” y por “dietético”), de lo moderno, de lo plástico. Sobre las cenizas de la bohemia, la comunión, la destreza técnica y la autocensura se construía el castillo del baile y la estética. El rock argentino se paseaba frente a la chica más linda de la fiesta en plena hipérbole de actitud y sensualidad. Y en eso llegó un italiano para señalarle la bragueta baja.
Ya desde su título, el debut oficial de Sumo se ríe de la felicidad ubicua, tomando distancia de ella con una referencia apenas distorsionada a Joy Division, símbolo de todo lo contrario. La burla es velada como en Debede (una verdadera infiltración en las trincheras) o explícita como en La rubia tarada, donde Luca le marca la cancha a las “poses de discoteca” que tiempo después también castigaría Ricardo Iorio, otro que tenía sus reparos para con el brillo de la época. Las guitarras abrasivas de Ricardo Mollo y Germán Daffunchio, las líneas repetitivas del bajo de Diego Arnedo (un clarísimo ejemplo de pericia amainada en pos de un estilo), los ritmos inquietos de Superman Troglio y los estallidos de saxo de Roberto Pettinato convierten a temas como Mula plateada, Mejor no hablar de ciertas cosas (co-escrito con el Indio Solari) y el que da nombre al álbum en ejercicios tan viscerales como hipnóticos y opresivos, desconocidos para una movida que sólo entendía la simpleza en formato folk y que apenas digería el punk, ni que hablar de su propio post.
Sin embargo, aquí la vedette es la reinterpretación blanca, británica y roñosa del folklore jamaiquino: Regtest, El reggae de paz y amor y No acabes son la electricidad flotando en el aire tormentoso de un disco que, con irreverencia y pragmatismo, se erige como un preciso lado B de aquel zeitgeist tan primaveral.
Invisible - El jardín de los presentes
(por Matías Córdoba)
CBS - 1976
El jardín de los presentes fue el canto del cisne de Invisible, el grupo que conformaron Luis Alberto Spinetta, Machi Rufino y Pomo Lorenzo, que para la grabación de aquella magnífica obra se amplió a cuarteto con la inclusión de Tomás Gubitsch, por aquel entonces un pibe de 18 años. Si Pescado Rabioso era Spinetta (“Pescado soy yo”), Invisible fue la versión más grupal de Luis Alberto. Más allá del cuarto integrante, Invisible siempre fue un trío que en poco menos de tres años transitó los caminos del jazz rock, la psicodelia y el tango. En El jardin... se evidencia esta multiplicidad de sonidos, aunque el disco hoy sea recordado como el más porteño entre la discografía de Spinetta por la estela fantasmal y tanguera del bandoneón en el devenir de las canciones. Así como se radicaliza la situación política, económica y social del país (nota wikipédica: el disco se publica a mediados de 1976, se presenta en el Luna Park los primeros días de agosto), el rock nacional ingresa en otro estadio.
Hay que pensar a Invisible como trío definitivo del rock argentino. El ensayista francés Pascal Quignard, en un tratado sobre sonidos titulado El odio a la música se preguntaba “¿Cómo oír música desde afuera de la música?”. Entonces, ¿cómo oír a Invisible por fuera de Invisible (y más específicamente El jardin de los presentes) sin caer en el lugar común de la nostalgia de esas golondrinas de Plaza de Mayo que vuelan en libertad? ¿O en aquellos libros de la buena memoria y en ese hombre que a nado cruza la mar como si fuera la remota y brillante metáfora de un país rumbo a los 200 años? ¿Era el nado hacia una derrota? ¿De qué sirvió?, pregunta Spinetta. Y no hay respuestas, al menos en la canción. ¿Era, entonces, El Capitán Beto, un colectivero tratando de escapar de un país en llamas? ¿O era, como dijo el mismo Spinetta, un chofer “cansado de transportar detenidos”?¿Cómo era vivir en el jardín de los presentes mientras acechaba la muerte propiciada por un terrorismo de Estado nunca antes visto? Había que ser Invisible.
***
Hago un alto tras esta entrega para contarles que la encuesta tendrá su contraparte radial, gracias a una idea de Oscar Cuervo y Maxi Diomedi, que desde las 00 del 4 de febrero (o sea, en unas horas) comenzarán en FM La Tribu (88.7) su programa Antojo, todas las medianoches de febrero de domingos a jueves. Antojo se tratará, básicamente, de eso: "Música, cine, una historia de la filosofía, libros, poesía, calor, frescura, tibieza, vientos, huracanes, brisas, calma chicha, chicha, limonada, el contado con liqui, el post neoliberalismo, el post post modernismo, buenas vibraciones, piñas, Piglia, la Incredible String Band, las 62, el 68, el 69, los 70, el amo, el esclavo, los gitanos, las confesiones, la inseguridad, el caos de tránsito, el periodismo en la pendiente, la revolución, los chicos de la playa, las chicas de tapa, Wittgenstein, Cuervo, Maxi, el hermano perro, los elefantes, el gusanito, la pelicana, el androide, los 100 discos del rock argentino y lo que se nos cante cada noche".Me invitaron a participar del programa en las emisiones de los jueves 6 y 13, y el domingo 16, para dedicarle a la encuesta tres emisiones. Están todos invitados a escuchar, por aquí o por acá.