Esa rara avis que existía antes de los multiplex que tenemos ahora.
Vi grandes películas durante ese año (American Beauty, The Matrix) vi algunas otras decepcionantes (Star Wars: The Phantom Menace) y vi El Club de la Pelea.
Recuerdo claramente que fue en una sala del desaparecido Cine Avila en Caracas. Era el único en la sala. Para ese entonces el internet era para muchos un lujo, pero en mi caso sencillamente no existía. Así que mi conocimiento sobre la película era completamente nulo. Sin embargo algo me pareció extraño y a la ves completamente genial: en el afiche había una barra de jabón!.
La película fue una verdadera bofetada. Durante muchas escenas me encontré mirando a mi alrededor sin poder creer que seguía solo en la sala, estaba sorprendido de ser el único viendo aquella monstruosidad. Me sentía privilegiado. Y a la vez sentía compasión, casi lastima, por el mundo fuera de esa sala que no tenía la dicha de ver lo que yo estaba viendo. De pensar lo que yo estaba pensando.
Durante el último acto de la película una vaina era clara: al cine había entrado una persona y al terminar los créditos iba a salir una totalmente distinta.
Y así fue. Cuando la encargada del puesto de cotufas me preguntó que tal era la película. NO me atreví a resumirla en palabras, cualquier intento hubiese sido en vano. En cambio le dije que la vería nuevamente ese mismo día, y así fue.
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Para hacer la experiencia más placenteramente surreal, el cine no era muy distinto al mismo donde trabajaba Tyler. De hecho durante esa escena en particular comencé a mirar hacia el proyector. Así de involucrado estaba con la película.
El Club de la Pelea es sencillamente ese tipo de cine que te habla. Tu finalmente tomas la decisión de si escuchas el mensaje o no. Aunque veo harto difícil resistirse.
La vaina fue tan genial y traumatizante que cuando salí de la sala y el sol del mediodía me dio en la cara la sensación fue similar a cuando Neo vuelve a su “mundo” sabiendo que no es más que The Matrix trabajando. Con todo y la gente caminando en cámara lenta.
Pero lo más coño e’ madre y desasosegado del asunto es que casi 10 años después el mundo no parece ser distinto. Prácticamente vivimos en un perpetuo estado como el descrito por El CLub de la Pelea.