“Es otro país, el Chile de ahora es totalmente distinto al de 1973” (Galería)
La caída del gobierno de Salvador Allende se recuerda según las generaciones. La perspectiva de un país más incluyente se diluye al contar con una Constitución que nació en la dictadura militar.
María Fernanda Almeida
Ese día salió temprano de casa. Tomó el auto y recogió a un par de compañeros en el camino. En Maipú, Francisco López Ibarra, militante socialista, sintonizó la radio con sus 2 camaradas. “Están bombardeando La Moneda”, decía la emisora, mientras ellos observaban en la lejanía las columnas de humo negro que oscurecían y entristecían el cielo de Santiago.
“Se terminaba abruptamente el sueño de construir un mundo mejor, de terminar con las lacras que aquejaban a nuestra sociedad. Perdí a muchos compañeros, a quienes jamás volví a ver, ya sea porque partieron al exilio o porque fueron asesinados”, recuerda Francisco, ahora de 69 años.
Haciendo un llamado a la célebre obra de Gabriel García Márquez, está convencido que lo que sucedió ese día fue el epílogo de la ‘crónica de una muerte anunciada’, Francisco dice que todos presentían que Allende sería derrocado desde que triunfó en las elecciones de 1970.
“La derecha económica como asimismo su apéndice –la derecha política- no iban a permitir que lesionaran sus intereses (…) los medios informativos también tenían la complicidad del gobierno de los EE.UU que en medio de la Guerra Fría no podía soportar que llegara a su patio trasero a ejercer el poder un mandatario que se había declarado marxista, y para eso hizo todo lo que estuvo a su alcance apoyando económicamente a los conspiradores golpistas tanto civiles como militares”, cuestiona.
El 11 de septiembre de 1973, cuando cayó el gobierno del presidente socialista Salvador Allende, Francisco guardó 2 mimeógrafos (máquinas de escribir) para difundir información clandestina, haciéndose eco de todo aquello que llegaba a sus oídos. “Hasta el día de hoy no puedo decir si muchos de mis actos contra la dictadura en la lucha por recuperar la democracia fueron producto de mi valentía o de mi irracionalidad. No dejo de sentir escalofrío en mi espalda cuando veo a mi familia y recuerdo esa época”.
El Chile de hoy
Ahora, 41 años después, el palacio de La Moneda, que fue bombardeado en los 70 con apoyo del gobierno de EE.UU., comandado por el presidente Richard Nixon, está lleno de turistas, oficinistas, niños jugando en las plazas, estudiantes riendo en las aceras. “Es otro país. El Chile de ahora es totalmente distinto al de 1973”, dice Víctor Jara. Curiosamente este joven de 24 años lleva el nombre del poeta y cantautor asesinado en el Estadio de Chile, bajo la dictadura de Augusto Pinochet.
El Víctor Jara de ahora desconoce quién fue la persona que también llevó su nombre. “Mis padres estuvieron con Pinochet. En la dictadura sí había más trabajo, no había delincuencia, eso fue bueno también. No sé qué tan trascendental sea recordar el Golpe de Estado. Ahora lo importante es trabajar y llevar dinero al hogar, nada más que eso”, comenta.
Luisa María Carrasco fuma un cigarro junto al monumento de Allende, en La Moneda. El 11 de septiembre del 73 tenía 9 años. Desde esa época prefiere el silencio. “Yo soy cero política, nada política. Solo tengo que trabajar y punto”, dice.
Para muchos, Chile está dividido en fechas como esta. Por un lado, está la generación de Francisco, que tiene una mirada más experimental, nostálgica y crítica de lo que ocurrió, y que repudia no solo el saldo de víctimas que sumó la dictadura, sino también las bases del modelo de desarrollo que asegura que hoy afectan a miles de chilenos que “sufren las consecuencias de un sistema previsional que entrega pensiones miserables y limita la atención y el acceso a un sistema de salud”.
Pero también están los hijos de la dictadura como Víctor y Luisa María, quienes comparten una visión distinta de la historia y prefieren el silencio antes que la demanda. Hoy, la situación parece ser otra.
La generación “de los sin miedo”
Natalia Sánchez (25) es un reflejo de la época posdictadura, conocida coloquialmente como la generación “de los sin miedo”. Participó en 2006 en ‘La Revolución de los Pingüinos’, una protesta en la que marcharon más de 100 mil estudiantes que solicitaban la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE), aprobada por Pinochet, y en la que se delega la responsabilidad de educar a las corporaciones privadas.
También lo hizo en las últimas movilizaciones de 2011 para demandar la gratuidad en la educación. “Hay todo un tejido social que se ha visto reactivado, impulsado o motivado (…) Poco a poco, la sociedad ha ido perdiendo el miedo y recuperando el descontento, porque aquella promesa de la democracia restituyó los derechos electorales, aunque poco y nada de los otros derechos”, reconoce Natalia.
Por ejemplo, dice que si bien los estudiantes han sido los protagonistas de fuertes manifestaciones y han logrado mayor participación política con la presencia de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES) o la Confederación de Estudiantes de Chile (Confech), también están quienes reclaman por otros derechos laborales, de identificación sexual y se oponen a proyectos energéticos y mineros como Pascualama o Hidroaysén.
Giancarlo Visconti (27) es cientista político. Cree aún que los rezagos de la dictadura mantienen altos niveles de segregación económica, social y cultural, en su país. “La dictadura generó un efecto directo e indirecto sobre la sociedad chilena. En el primero, desarticuló los organismos de representación social y política. Los partidos políticos fueron proscritos, los sindicatos perdieron poder o desaparecieron, las organizaciones sociales quedaron reducidas a su mínima expresión (…) también tuvo un efecto indirecto sobre los ciudadanos que es el miedo o indiferencia a participar en política o en organizaciones sociales”.
A su criterio no hay una intención real de rescatar la figura de Allende o Pinochet cuando se recuerda el 11 de septiembre, día del Golpe de Estado. “Aún no hay una reflexión crítica para entender que esos mismos jóvenes que tiran piedras en una población a las 4 de la mañana son los que están constantemente excluidos por el sistema educacional, en donde la mayor aspiración es conseguir un trabajo para recibir el sueldo mínimo una vez terminado el liceo”, reflexiona.
Si bien cree que la figura de Allende es controversial y fue un presidente que cometió errores como dice lo hacen todos los políticos, asegura que criticar un periodo presidencial es muy diferente a justificar una dictadura. “Allende hoy puede ser un reflejo de tenacidad y convicción política, pero también un ejemplo que el diálogo y la negociación son parte fundamental de la democracia cuando no se tienen mayorías absolutas”, concluye Giancarlo.
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