11 días en Escocia, Edimburgo

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy


Tras nuestra primera e intensa toma de contacto con Edimburgo el día anterior, amanecimos en la habitación de 5 camas. Cada una de ellas ya tenía su función. Somos geniales para aprovechar el espacio. Tras arreglarnos y bajar a ese lugar en el que servían los desayunos que os comentábamos en el anterior capítulo, salimos bastante temprano del hotel.
Veinte minutitos de paseo y estábamos en la Royal Mile, caminito del Castillo de Edimburgo. El Castillo está incluido en la Explorer Pass. Nosotros, además, cogimos dos audioguías, que al tener la tarjeta tienen un descuento. La verdad que es recomendable, porque el Castillo tiene mucha tela, y no es lo mismo sumergirte en un sitio así solo, que con la Historia que te envuelve; se aprecian mejor todos los detalles.

Nos preocupaba el hecho de las colas y demás. Al ser temporada alta de turismo, y siendo el Castillo el mayor protagonista de la ciudad, habíamos escuchado que era bastante habitual tener que soportar largas filas. Nosotros llegamos más o menos hacia las 10.15. Entramos por la fila de la Explorer Pass, sin casi gente. Más o menos 20 minutos después, desde una de las perspectivas que teníamos desde el interior del castillo, se veía una larga cola para entrar. Ahí lo dejamos, por si os puede ayudar.

Lo del Castillo, no sabemos muy bien como describíroslo. Centrarnos en la Historia y sus diferentes compartimentos haría de este escrito algo demasiado largo y poco gráfico. Es allí donde más intensamente se puede vivir.
Sí deciros que de nuevo vuelve a tratarse de un Castillo en un enclave espectacular, en el centro de Edimburgo sobre una roca de origen volcánico. Su entrada se restringe únicamente a la empinada calle por la que tendréis que ascender.

Lo primero que encontrareis será la extensa explanada de la entrada. Si lo visitáis en agosto estarán montadas un montón de gradas con asientos, es ahí donde se celebra cada noche durante tres semana el Military Tatto del que os hablamos en el anterior capítulo.
La historia del castillo es larga, pasó de mano a mano durante un tiempo entre ingleses y escoceses, fue residencia real y en su interior se encuentra el recinto más antiguo de todo Edimburgo, la Capilla de St Margaret. Además, podréis disfrutar de curiosidades como un cementerio de las mascotas de los soldados, un museo Militar, los Honores de Escocia (Tesoros) entre otros muchos más.
Por supuesto, si estáis allí a la 1:00 p.m. no podéis perderos el disparo del “Cañón de la Una” (los escoceses no se andan con poesía para bautizar las armas) que, diariamente a excepción de domingos, Navidad y viernes Santo, entra en acción a la una (también dejó de usarse de forma excepcional en las Guerras Mundiales). Esta fue la manera que les pareció más efectiva para que aquellos interesados en poner su reloj en hora, principalmente capitanes de barco, tuvieran una referencia. Dentro de la curiosidad, otra mayor, este cañón (que no es el original, sino que es del 2001 y un modelo que utiliza el ejercito británico) solo en una ocasión fue utilizado por cuestiones bélicas.
En este castillo descubrimos también como "sonamos" a los escoceses los españoles hablando inglés. Es realmente sorprendente. En una de los recintos del castillo se simula un suceso ocurrido en la Historia en la que tanto militares españoles como franceses fueron prisioneros. Dentro de la interpretación está incluido un audio en el que se reproducen conversaciones de lo que teóricamente ocurría allí. Cuando los españoles hablan en inglés, uno se puede reconocer perfectamente en esa pronunciación... totalmente sorprendente el acentazo español hablando este idioma. Fijaos si pasáis por allí os resultará divertido.
Como no, resaltaros que desde las murallas del castillo obtendréis nuevas vistas panorámicas de la ciudad muy atractivas.
Abandonamos el Castillo a la 13.30 de la tarde. Tres horitas de visita que nos encantó. El día estaba poniéndose, por segunda vez en nueve días, un poco gris. No teníamos aún hambre, así que decidimos, antes de comer, ir a hacer una nueva visita.
Cambiamos de tercio. Abandonamos la historia militar de Edimburgo y nos dirigimos hacia otra de las atracciones del lugar. Un cementerio.
Sí, lo sabemos, parece increíble, friki, macabro, o romántico, hay adjetivos para todos los públicos. Pero es que en Escocia les gustan las leyendas, y les gustan los cementerios. Y en torno a ellos se fábrica una atmósfera inquietante. Tanto que, para los interesados, que sepáis que se organizan visitas guiadas nocturnas por los Closes (callejones) de la Old Town, de los que nos empaparíamos al día siguiente, y por los cementerios. Nosotros no las hicimos, pero hay varias “gratuitas” (la voluntad).
Si hay un cementerio popular en Edimburgo es el de Greyfiards. Pero antes de llegar a él, elegimos un camino, al sur del castillo que nos llevara a Grassmarket, una plaza con bastante encanto y dramática historia. Seguimos en la Old Town.
Grassmarket fue una plaza que desde el s.XV hasta casi cinco siglos después fue un lugar donde la gente venía a vender su ganado. Hasta aquí nada suena macabro pero es que en el s XVII también fue el lugar elegido para llevar acabo los ahorcamientos públicos. En la actualidad su funcionalidad, por suerte, es muy distinta. Numerosos restaurantes y bares, que en verano sacan sus terrazas al exterior, junto con diferentes pintores entregados a sus lienzos, hacen de esta plaza un lugar muy frecuentado y agradable.
Tras el paseo por allí, nos acercamos al cementerio. Este cementerio es popularmente conocido por Bobby; suponemos que cuando os contemos quien es Bobby la historia os resultará familiar. Bobby, se dice que fue un pequeño perro, que tras fallecer su amo (vigilante nocturno del cementerio) pasó el resto de su vida pegado a la tumba de su ser querido El resto de su vida no fueron unos meses, no… fueron 14 años. Para que digan que la tranquilidad no alarga la vida. Como la normativa impedía que animales fueran enterrados en terreno consagrado, se le enterró justo a lado del muro de entrada al cementerio, no en el mismo lugar donde en actualidad veréis la placa en su honor.
Por otro lado, al lado de esta romántica historia, han salido muchas otras en las que dicen que este fue un montaje publicitario para atraer al público y que Bobby no tenia perfil de perro policía (un Skye Terrier), que era un perro vagabundo que murió al poco tiempo y luego se le sustituyó por otro, y mil historias más. Pero como estamos en Greyfiards, y es el paraíso de las leyendas y las historias, nos quedamos con la tradicional que es como muy bonita y nos pega en el viaje.
Deciros que no bastó solo con la historia y el enterramiento en la zona de Bobby, si no que, además, tiene su propia escultura, enfrente del Pub Greyfiards a escasos metros del cementerio.
Ahora centrémonos en la otra vertiente del Cementerio, no es un cementerio cualquiera, es un cementerio con fama de embrujado… uhhh… si es que lo tiene todo. Nosotros por si acaso vamos de día, que quién evita la ocasión…
Por lo visto, un abogado muy atormentado y bastante hostil se pasea por el lugar causando situaciones bastante escalofriantes. El origen de la historia se remonta al s. XVII, cuando allí se estableció la cárcel de los Convenantes (rebeldes religiosos). Detrás de estas torturas se encontraba el hostil abogado. Uno de los callejones del cementerio es donde están enterrados muchos de ellos. Sus celdas carecían de techo, lo cuál, en un sitio como Edimburgo tenía que acrecentar mucho el malestar, por cierto.
El caso, que el abogado malo, malísimo y cruel, muy cruel, fue enterrado allí, en su propio mausoleo. Pues se dice, se cuenta, se rumorea (y no en pocos sitios, ya que por lo visto este cementerio que es uno de los más tenebrosos existentes) que en los años 90, un mendigo, buscando refugio se metió en el cementerio, en el mausoleo de este horrible hombre, de alguna manera extraña se cayó y rompió el lugar donde se encontraba el cuerpo y desde entonces el abogado vaga, siendo tan malo (porque la maldad no caduca aunque pasen los siglos) importunando a visitantes, tanto, como hasta provocar su muerte. Arañazos, moratones, muertes en extrañas circunstancias, sensaciones paranormales… Vamos que lo estoy escribiendo y estoy pensando que igual viene a buscarme por estas palabras que le hemos dedicado… Ahí lo dejamos.
Eso sí, en la visita es cierto que paseas entre la muerte, con un maravillosa pradera verde y unos macabros mausoleos de hace muchos siglos que resultan curiosos y desagradables a la par…
Aunque parezca extraño, salimos con hambre. Pero el tiempo se nos ha echado encima y comer no va a ser fácil, tenemos que tirar de un clásico escocés. Esta vez sí… McDonalds. así que paseamos hasta Princess Street (New Town) y hacemos una parada de supervivencia.
Tras reponer fuerzas, tomamos la decisión de acercarnos a un lugar que nos pilla un poquito lejos, pero que habíamos leído que era curioso, Dean Village.
Para ir a Dean Village, debéis coger Princess Street y sin miedo, para delante, un paseíto majo (dirección puesta a Calton Hill). En él aprovechamos para recorrer la calle con más detenimiento, que como os decíamos es principalmente comercial. En nuestra visita, estaban las obras del tranvía (suponemos que sería una especie de tranvía por la apariencia).
Dean Village es una pequeña aldea medieval cuyo origen se remonta a unos frailes de la Abadía de Holyrood. Una estampa que contrasta con la calle comercial de la que venimos. El río atraviesa el lugar y, allí, las viviendas se presentan a cada lado. Fue una zona de prosperidad económica, que aprovechaban la fuerza del agua con molinos para instalar algunas fábricas de antaño. Con el paso del tiempo fue llegando la decadencia y, actualmente, como suele ocurrir, es valorado por su tranquilidad. Estamos un rato, un lugar llamativo, que si vais justos de tiempo sería prescindible en la visita.
Nos quedan menos de 24 horas para volver a Madrid y la lluvia hace acto de presencia. No quería que volviéramos y escribiéramos este diario sin que ella fuera, en algún momento la auténtica protagonista. Y es que un viaje a Escocia sin lluvia no habría sido 100% real.
Y vaya, cuando llueve, llueve de verdad. Hasta el momento nos habíamos dicho que la Royal Mile a un lado tiene el castillo y al final de la misma, en el lado opuesto el Palacio de Holyrood. El paseo desde Dean Village hasta allí es larguito, y húmedo. Volvemos a pasar por Princess Gardens, hacemos un descansito y según van cayendo las gotas mas rápido nuestros pasos van al compás.
Cogemos las Royal Mile en dirección opuesta al Castillo, nuestra intención acercarnos al Palacio de Holyrood, residencia oficial de la Reina en su visita a la ciudad. Este palacio durante la Historia, y a partir de la Edad Media, ha tenido esta funcionalidad, siendo un lugar mucho más apacible para establecer la residencia que el castillo. En nuestro caso, no llegamos a tiempo para la visita y nos tenemos que conformar con ver su fachada, mientras diluviaba, desde las verjas. Tenemos entendido que su visita merece la pena, para nosotros se convierte en una excusa más para volver en otra ocasión…
Volvemos a The Cork Burn Street, la misma calle en la que cenamos la noche anterior, y excogemos un pub que está justo al lado de Eccovino. Con mucha suerte, cazamos una mesa y disfrutamos de una agradable cena y, con las escusa de estar Escocia, terminamos con un buen wisky.

El día se va acabando y con él comienza la cuenta atrás para nuestra vuelta a Madrid, pero no estamos dispuestos a tomarlo aun como una despedida, el avión al día siguiente sale alrededor de las 18.30 de la tarde y queremos aprovechar para conocer, antes de irnos, los populares closes (callejones) de la Old Town y disfrutar del festival. Dejamos las maletas preparadas y nos vamos a dormir…
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