1110 días para morir

Por Carolina Guzman Sanchez @RevistaPazcana
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Lucía estaba leyendo un artículo de revista en el avión que luego del aeropuerto de Perú, tomaba rumbo al aeropuerto internacional Ezeiza en Buenos Aires cuando su cabeza se quedo subrayando estas palabras: Nadie me explicó cuando hice la compra que este artefacto tenía garantía de 30 días. Ahora que lo sé. Quiero devolverlo a la tienda y que me lo cambien por un producto que no tenga garantía y caducidad al mismo tiempo. Comenzó a reírse en voz baja por temor a despertar al pasajero que dormía en la silla de al lado o al menos intentaba mantener sus ojos cerrados. Se dijo a sí misma una y otra vez “definitivamente nadie me dijo que la garantía vencía al mismo tiempo que su uso” de haberlo comprendido, o de haberlo sabido a tiempo, no hubiera arriesgado tanto por tan poco.

Su último intento de relación había resultado un desastre, meses invertidos, habladurías de hora feliz con las amigas, regalos, eventos, promesas. Cuando Lucía aceptó salir con Eduardo, no estaba muy convencida de comenzar algo, sin embargo acepto hacerlo. Al comienzo, mientras se ajustaban el uno al otro, los días continuaban sin mayor prisa. Eduardo era uno de los chicos populares de la universidad y que cambiaba de pareja como de estilo de moda. Pero no tardarían en enamorarse, en sentir que el mundo estaba a sus pies. En los pasillos se escuchaba la envidia que generaba esta pareja. Algunas querían el lugar de ella, y otros querían el lugar de él. Amor a primera vista y dependencia eterna. El placer de poseer el control, dueña del tiempo y del espacio, dominio sobre la vida de los otros, no podía pedir más que ser admirada para siempre.

Casi tres años de estar saliendo con Eduardo algo empezó a andar mal con su rutina y su descanso, si bien esperaba ansiosa el siguiente día para encontrarse con él y vivir la fama y la admiración del momento, sus ánimos cada vez más estaban en contravía. Algo en su cuerpo no funcionaba bien. Empezó a deprimirse, a no querer salir de su casa sino en determinados momentos, comenzó a fallar a clases. Eduardo no comprendía, pensaba si era un tercero o que simplemente el amor había terminado. Al cabo de un par de semanas, sus padres renunciaron a su silencio y la obligaron a ir a la clínica. Un TAC y un resultado.

Su depresión se convirtió en algo más fuerte y real. Los médicos detectaron que algo no funcionaba muy bien y a pesar de su juventud y sus sueños, jamás se había preparado para esa radical noticia. Ella lo llamaba el día D. El día en que su vida dejo de ser “su vida” y era la vida “de otros”. Siempre tan trascendental y dramática. Sus amigos se molestaban con ella ya que cualquier cosa para ella era un drama, una cuestión de vida o muerte. Pero ese día, su pensamiento, su futuro, su sensación de controlarlo y dominarlo todo perdió su sentido y por entonces, comenzó a darle giros y cambiar por completo. Nunca antes se había preguntado por su tiempo, su espacio, su recorrido. Sabía que todo estaba bajo control y que cualquier decisión, siempre corría de la mano del análisis, la investigación y la conveniencia. Pero desde ese día, ya nada podría ser como antes.

Los médicos, le pronosticaron cerca de un año, si sobrevivía a todo tratamiento. Igual no había garantía, todos eran experimentales. Para ese tiempo estaba terminando su universidad, ya cursaba el quinto año. Tocaba el cielo con las manos. Excelente promedio, popularidad, belleza, club de fans. No podía darse el lujo de fallarles. El día D, dividió su vida en un antes y ni idea de hasta cuándo. La idea de control desapareció, se lleno de pánico y decidió no contar a nadie lo que estaba pasando con su vida. Para el resto, Lucía estaba transitando la crisis de los 25, así que haciendo caso a esto, dio por terminada su relación con Eduardo. La idea de una relación seria, comprometida, con planes de futuro y permanencia ya no estaba en su lista. Sabía que tenía que comenzar a llevar una doble vida. Así que en sintonía su día D significaba una idea de esquizofrenia bien manejada, vida “De otros, Dividida y Doble Vida.”

-Edi, tenemos que hablar, ya lo nuestro no es como antes. He estado viendo a otros chicos y la verdad, es que quiero vivir otras cosas. Siento mucho tener que decírtelo de esta manera, pero ya no podemos seguir. Ya no te amo y no quiero vivir una vida contigo, me parecería una falta de honestidad de parte mía continuar con el compromiso. La cuestión es que no sé como lo vayan a tomar tus padres, pero tenemos que decirle a tu mami que se detenga con los arreglos de grado y matrimonio.

-Lucía, deja de decir estupideces. ¿Otra vez con tus historias de fantasía? Ya te pedí perdón por lo del fin de semana pero no es para tanto, deja de dramatizarlo todo. Prometí compensarte pero era la despedida de Juliana y tú y ella desde el asunto aquel no pueden verse. Tuve que mentirte, pero perdón. ¿Una sonrisa melosa? Dale, ¿si?

-¿Juliana? Que tiene que ver ella con lo que te estoy diciendo. Te estoy diciendo que no vamos más porque estoy viendo a otros. ¿Qué parte de “otros” no entendiste?

-Lu, ¡basta! No juegues con eso.

-No estoy jugando. No te amo más y ya.

-¿Qué paso desde ayer? Hace dos días me reclamabas por lo del fin de semana, que te había abandonado por verme con la zorra de juliana y que tenía que hacer mil cosas para que me perdonaras, peleamos por horas y me decías lo mucho que me amas y lo importante de nuestro compromiso y dos días después me sales con esta…

-¿Esta verdad? ¿Qué hace mucho siento que no te amo y que veo a otros?

-No es cierto. Siempre estamos juntos. Te conozco por cada rincón, por cada esquina. Es mentira. Dime lo que está pasando de verdad. ¡Estas muy rara!

-No pasa nada más que esto. No te amo y eres libre de vivir lo que tengas que vivir. ¿Te querías ir estudiar y vivir al extranjero no? Ahora puedes hacerlo. Ya no te detendrás por mí. Ya no hay que casarnos y hacer todo lo que te pedí. Ya no. Vete. Compra tus tiquetes, organízate una nueva vida. Ya no tendrás que pasar por el lío de verme rogar y discutir contigo por tu sueño perdido.

-Lu, en serio, ¿estás borracha? ¿Drogada? ¿Ensayando para una obra de teatro? Basta! En serio te lo digo. Una cosa es que me pelees y otra es que me hablas tan pacíficamente y me digas que ya no vamos más. Estoy comenzando a asustarme y a creer que es verdad que no quieres estar más conmigo. Tú me aseguraste garantía de por vida.

-No hay garantías de por vida. La garantía tiene vencimiento y la nuestra ya venció.


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