Ayer, en el programa La Ventana de la cadena SER, se habló de educación. Comenzaba el programa con jóvenes que daban su visión sobre diferentes cuestiones relativas a la educación, y terminaba con las palabras siempre coherentes de Agustín Moreno. Recomiendo que escucheis todo el programa. Ahí os dejo el enlace al podcast… (http://www.cadenaser.com/cultura/audios/ventana-jovenes-vuelta-cole/csrcsrpor/20110912csrcsrcul_9/Aes/).
Siempre me ha sorprendido cómo muchas veces distorsionamos el pasado. Mucha gente piensa que la juventud actual no tiene ningún respeto por nada, mientras que la “de antes” éramos gente maravillosa que hacíamos todo a la perfección. En este caso, me voy a referir a las palabras que dice uno de los jóvenes en relación a esa visión sobre lo que debería ser la “autoridad” del profesorado. Por resumir de alguna manera, la frase que tantas personas dicen es que “nosotros teníamos mucho respeto… a los profesores, mientras ahora los jóvenes…”. Menos mal que Agustín puso las cosas en su sitio. Yo, por mi parte, no voy a repetir sus argumentos, sólidos en sí mismos, aunque sí me gustaría que diferenciásemos lo que queremos ser… en relación a esa visión de autoridad que se nos ha vendido, llegando al extremo de tener que ser (aun sin quererlo, como en mi caso) “autoridad pública”, lo que se vendió como el gran logro de la enseñanza en la Comunidad de Madrid el curso pasado, al mismo tiempo que empezaba el ataque, ya brutal, que ha continuado, profundizándose, en este curso académico.
Por si alguien no recuerda, ahí tenéis lo que la Comunidad de Madrid (Esperanza Aguirre y Lucía Fígar a la cabeza) “vendían” el año pasado, con la sonrisa maravillosa de nuestra querida consejera de fondo. ¡Qué asco! El ejemplo perfecto de la neohabla orwelliana.
Bueno, a lo que iba. ¿Cómo se gana la autoridad un profesor o profesora? ¿Imponiéndolo por ley? Yo veo algo “raro” en ese planteamiento, y más cuando se plantea desde un plano “educativo”. Quizá es que nuestras autoridades educativas siguen teniendo dificultades en entender qué significan ciertas cosas. Sin ningún afán de crítica (Dios me libre), y simplemente por aquéllo de clarificar, me voy a permitir impartir hoy aquí una pequeña clase, en la que, si ya lo hago mal en mi asignatura (en parte por mi desinterés docente), supongo que será un desastre, dado que entro en materias prácticamente ignotas para mí. En fin, me perdonáis los posibles errores…
En latín, había dos palabras que desde nuestro idioma “traducimos” como autoridad: auctoritas y potestas. La primera, auctoritas, remite a la legitimación social, al prestigio logrado por la labor realizada, al valor que se da a la persona que transmite esa autoridad a través de sus propias actuaciones; mientras la potestas remite al poder como tal, al ejercido, normalmente por la fuerza (¿alguien se acuerda de cómo era la autoridad del profesorado franquista?). A fin de no daros mucho la chapa, me permitís que remita a unos ejemplos para explicar lo que quiero decir, tomados “al azar” de dos esculturas del Renacimiento italiano:
Os presento al Condottiero Colleoni, obra de Verrocchio. Muestra lo que podríamos definir como el concepto de potestas. A poco que nos fijemos, no parece la mejor forma de ganarse la autoridad para un profesor o profesora. Remite a esa poder conseguido por la fuerza física. El caballo es dominado por la fuerza física, y no es difícil ver cómo se podría trasladar a la Italia mussoliniana. El parecido es cuando menos “inquietante”. Y demuestra un tipo de autoridad que yo, como docente, no quiero. Esa no es mi forma de entender lo que significa educar. No puede basarse la educación en la imposición por la fuerza física, por el castigo que parece que mucha gente añora…
Os presento ahora al condottiero Gattamelata, escultura realizada por Donatello. No es difícil ver que transmite un significado totalmente diferente. El enorme caballo es dominado, pero no por la fuerza física, sino por la autoridad “moral” del jinete. La auctoritas, el prestigio conseguido por el valor de las palabras y los actos, se transmiten con claridad. No hay nada de la fuerza que transmite la escultura de Colleone, sino una tranquilidad que se transmite también al propio caballo, dominado sin esfuerzo por la autoridad del jinete, exenta de violencia, sino de “convencimiento”.
Yo, ante la reivindicación de la autoridad, me inclino por la auctoritas ganada, lograda en cada momento del proceso educativo, y no por la potestas, impuesta desde fuera, y con resultados normalmente bastante malos. No es difícil intuir que quienes más recurren a la potestas es porque posiblemente carecen, y siempre carecerán, de la capacidad de hacer valer su auctoritas… Elegid, compas, qué modelo queremos…