12 años del asesinato de Miguel Gil: "El negrito de la tele"

Publicado el 24 mayo 2012 por Noblejas


Hoy hace 12 años (el 24 de mayo 2000) fue asesinado el periodista Miguel Gil. Nunca le conocí personalmente, pero resultó que su muerte, tras leer una breve entrevista que alguien le había hecho, me impresionó mucho. Tanto, que escribí y publiqué en Nuestro Tiempo, un relato figurado sobre mi desconocido Miguel Gil y su paso personal y profesional por este mundo. Un relato que luego he sabido responde más a la realidad de lo que entonces imaginé.

Luego quedé sorprendido cuando la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra le otorgó a título póstumo, en 2001, el V Premio Brajnovic de la Comunicación. Y más recientemente he sabido mucho más de la talla personal y profesional de Miguel Gil. Gracias al artículo de Sonsoles Gutierrez y Javier Marrodán, "Miguel Gil, el periodista que cambió la historia".

Poco tiene de especial lo que, como digo, publiqué en junio 2000 (ni siquiera queda rastro en el red), pero al encontrarlo entre cosas escritas, aquí lo dejo como homenaje a la persona y al periodista:

El negrito de la tele

Contemplaban hipnotizados la agitada desolación, en las calles de Freetown, al otro lado del ventanal del hotel. Miguel discutía con su colega italiano, de modo casi mecánico, aquel dicho que éste tanto repetía: “hay que hacerse el muerto si no quieres que te maten”. Eso sólo tenía sentido en dos situaciones. En el frente de guerra es estricto –bien lo sabían los dos- cuando los francotiradores jugaban a matarlos en Kosovo. A Miguel le había valido el honor de recibir el Rory Peck Award del año pasado, un premio que "highlights the human cost of newsgathering"...

Pero lo de “hacerse el muerto” tenía también sentido figurado, si lo que estaba en juego era solo la seguridad política o económica, ante algunos poderes, tanto si eran salvajes, como si eran cínicamente  civilizados, al estilo de las tiranías blandas e insolidarias de Occidente.

Esto no le gustaba a Miguel, porque este "hacerse el muerto" era demasiado “hacerse el tonto” y “mirar a otro lado”, cuando la propia conciencia reculaba ante algún lacerante problema humano concreto. Ya lo había vivido como abogado en su Cataluña natal y esperaba haberlo dejado atrás. Ahora era periodista de guerra. Vivía y daba noticia al mundo de glorias y miserias, temores y esperanzas humanos, con imágenes de primera mano. Esta vez filmaba el terror en Sierra Leona.

Su razón era ésta: «Arriesgo mi vida porque hay otra mucha gente, los civiles, que también lo hacen cada día... Los medios de comunicación servimos para algo. Yo lo haría incluso gratis... Este trabajo te da unas satisfacciones impagables».

Miguel quería que se supiera que Foday Sankoh es el sanguinario lider de los rebeldes del RUF, que sin más ideología que el saqueo y el poder, y con la ayuda del brutal Taylor, tirano de Liberia, controla los campos y los negocios de diamantes en Sierra Leona. Corta las manos a la gente que no le sirve, y su terror siembra el espectáculo de miles de garfios humanos. El año pasado fue capturado y encerrado en la cárcel de Pademba Road, en Freetown, y condenado a muerte por alta traición. Meses después, gracias a una mediación de la ONU y de los USA, oficiando de negociador el reverendo Jesse Jackson, como enviado personal de Clinton -solo preocupado por evitar tumbas estadounidenses en Africa- Sankoh fue liberado tras firmar un “acuerdo de paz”.

Liberia de repente pasó a exportar más de 6 millones de kilates anuales, produciendo menos de 150.000... Pero Sankoh no se conforma con los diamantes: quiere todo el poder, a cualquier precio. Y Clinton piensa enviar de nuevo al reverendo Jackson a “negociar”.

Este es el nuevo racismo blanco, que Miguel no soporta: el “hacerse el muerto” de los bienpensantes occidentales. “Un blanco no se sacrificará por una causa negra”, es la voz que corre por Africa. Sólo quedan los misioneros, y algunos periodistas para desmentirlo.

Miguel era así: «Descubres que los tíos de allí son como tú y como yo. De pronto eres consciente de que el negrito de la tele muriéndose de hambre podría ser tu hijo, o tu hermano, y alucinas». A Miguel lo mataron el 24 de mayo de 2000. No quería eso, pero su conciencia le impidió hacerse el muerto. Miró de frente los ojos de la desolación, para que no la olvidáramos.

Su amigo italiano seguía en Freetown. Salió del hotel y levantó la vista al cielo. Miguel debía estar en paz. Una noche de confidencias le había dicho que, como católico, se confesaba para limpiar las heridas de sus batallas personales.