12 monkeys - El salto en el tiempo y el paso del tiempo

Hace 20 años, justo cuando tenía (por no revelar mi edad diré que) 20 años menos, salí del cine un tanto aturullado. Sabía que había visto algo bueno, interesante, pero no me había enterado de nada. Brad Pitt gritaba y hacía muchos esparavanes, Bruce Willis corría de un lado (y de un tiempo a otro) tratando de salvar a la humanidad (nada nuevo, siendo Bruce Willis en el cine) y Madeleine Stowe interpretaba a una joven, más o menos lo que sigue haciendo en 2015.
12 monos (12 Monkeys) era una historia hollywoodiense apocalíptica, con más saltos en el tiempo que Fringe o Lost, que llegarían 15 años después. Y lo único cierto, aparte de que llegaría a ser una peli de culto, es que la Stowe se conserva exactamente igual que cuando hizo esta cinta. ¿Premonición? ¿Otra de las paradojas en las que se centraba el propio filme?

Madeleine y Bruce, ahora mismo, digo, hace 20 años.

La tele, en plena fiebre remember, ha vuelto a mirar a ese cine de los 90, o incluso de antes, para actualizarlo y que enganche a las nuevas generaciones como lo hizo a la nuestra cuando éramos adolescentes. Unas con más acierto (Fargo o Hannibal) y otras con menos (Bates Motel). En este ranking, ¿dónde se sitúa la revisión catódica de 12 Monos? Es pronto para decirlo, acaba de estrenarse en la cadena SyFy. Pero, por lo que hemos visto en el primer capítulo, está entre unas y otras.
En la lista de pros, la historia sigue siendo tan actual como hace dos décadas. El fenómeno fan que arrastra la cinta de Terry Gilliam recibirá con los brazos abiertos esta actualización, cuyo piloto se ve con interés –aunque no con emoción-. También en el casting hay motivos para la alegría. Aún estoy por ver un papel que le vaya mal a Željko Ivanek, fantástico en Damages o Banshee, y más que creíble en la ciencia ficción a la que ahora vuelve después de Héroes o El evento. Y aunque las comparaciones siempre son odiosas, las posibilidades técnicas del siglo XXI garantizan más espectacularidad en lo técnico.  

El juego de las diferencias (mirar arriba)

Pero también hay contras poderosas en estos nuevos 12 Monos. Igual que en Fargo o Hannibal han optado por una vuelta de tuerca, por no trasladar exactamente lo que se vio en pantalla grande a la pequeña, el hecho de que se siga más o menos fielmente –hay alguna sorpresa en el capítulo 1- el argumento de la película deja poco margen para la novedad.
Si en los 90, 12 monos triunfó como una experiencia que mezclaba el cine de autor con el mainstream de Hollywood, la serie se plantea directamente como un entretenimiento palomitero. Disfrutable como tal, pero no extraordinario. Y, de momento, los protagonistas dejan poca huella. Veremos cómo se desenvuelve Amanda Schull en los siguientes episodios, pero yo aún no me la he quitado de la cabeza como la abogada sabelotodo de Suits.
En fin que, con 12 Monos, la serie, será cuestión de tiempo al tiempo. De los viajes temporales marca de la franquicia… y del tiempo que tengamos disponible para ver otras cosas. Yo, de momento, le doy una oportunidad. Aunque sea porque el tiempo –de nuevo- desde que vi la original no me ha borrado el buen recuerdo y porque, como el prota, he podido viajar al pasado, aunque sólo fuera por unos segundos, gracias a su nueva puesta de largo.