Está basada en una historia real, la de un alpinista cuyo brazo quedó atrapado en una grieta de un cañón en el sureste de Utah. Las 127 horas es la duración de su agonía, horas de sed, de alucinaciones, de momentos grabados en video y de una decisión vital: lo único que puede hacer para escapar es renunciar a su antebrazo derecho.
Se nota muchísimo la mano de Boyle en este proyecto. Aquellos que vieron Slumdog Millionaire reconocerán sus colores chillones, sus planos abarrotados de gente, el poder tremendo de la música, una mezcla buenísima entre la imagen y el sonido y un original, inteligente y enérgico montaje.
Por eso yo no duraría en darle los Oscar (mal denominados) menores. ¿La película del año? Eso no lo sé. Pero sí la nota de color y el privilegio de lo diferente. Tenéis que verla.