Aunque tenga títulos curiosos en su filmografía, por regla general no suelo congeniar demasiado con el estilo de dirección inquieta y montaje acelerado del británico Danny Boyle. Sin ir más lejos, me pareció una exageración que hace dos años su película Slumdog Millionaire recibiera cantidades desorbitadas de premios (incluyendo 8 Oscar), ya que, como comenté, aunque contaba una historia cruda de contundente denuncia social, no creo que fuera la maravilla que unos cuantos alababan.
En cambio, en esta ocasión no podría estar más satisfecho con 127 Horas. Al igual que le sucediera a Rodrigo Cortés en Buried, Danny Boyle se enfrenta a una serie de dificultades técnicas para plasmar en la gran pantalla la lucha de su protagonista, para lo cual hace un asombroso ejercicio de estilo narrativo empleando numerosos primeros planos, encuadres incómodos, cámara subjetiva, una fuerte herencia del mundo publicitario y del videoclip además de, cómo no, un montaje aceleradísimo; todo ello al servicio del guión que firman Simon Beaufoy y él mismo.
Semejante despliegue narrativo dota a la película de un ritmo frenético que ayudará a los espectadores a acompañar al protagonista en su hazaña, a lo cual también contribuyen la preciosa fotografía de los desoladores paisajes de Utah y la banda sonora de A. R. Rahman. Esta última puede resultar un tanto estridente por momentos, pero se adapta a lo que vemos en pantalla y mezcla con eficacia composiciones propias de toques indios con temas de Dido o Sigur Rós.
Aunque aparezcan brevemente Kate Mara y Amber Tamblyn (Martha Masters en House), el protagonista absoluto es James Franco, quien soporta sobre sus hombros gran parte del peso de la película. Este joven actor llamó la atención del público con su retrato del torturado Harry Osborn en la saga Spider-man, y en 127 Horas ofrece una interpretación repleta de fuerza, que lleva a los espectadores a empatizar con su personaje en el infierno que está viviendo (prácticamente toda la sala estaba en vilo y sufría con él). Además, nos regala unas cuantas secuencias memorables, como la del programa de radio (con toques dignos del mismísimo Robert De Niro) o el glorioso tramo final.
127 Horas te atrapa desde el principio y no te deja escapar hasta el último minuto, emocionando durante su metraje y haciéndote partícipe del sufrimiento y el delicado momento que atraviesa el protagonista. Sin duda, uno de los títulos más interesantes de esta temporada de premios que supone la consagración de un gran actor.