Amanecer es doloroso. Me refiero a doloroso literal, cuando me roza el gemelo con la estructura, de la cama de Heidi, al sentarme veo las estrellas ¡Y yo me las prometía tan feliz! La excursión a las Cascadas del Krimml del día anterior está pasando factura.
Sigue siendo estupendo despertarse y encontrarse con ese balcón de madera con vistas a la montaña que, en este día, está bastante nublada y las praderas verdes, que parecen rabiar un poco más por la lluvia.
Abrimos la puerta del balcón y tocamos nuestra colada clandestina y bañadores a ver si están secos. Ups, demasiada humedad en el ambiente.
Antes de bajar a desayunar mientras estamos en la habitación, ya casi listos, no sabemos, por qué, ni cómo, ni qué ha pasado pero un enorme labrador de cara simpática está en nuestro cuarto. Va feliz por la vida, más bien por el hotel. Y es que los balcones están comunicados por un espacio que queda abierto y pasa desapercibido probablemente para los seres humanos adultos, pero no para niños y perros. Así que, por ahí, iba el animalico dando los buenos días a quien tuviera la puerta abierta. Majete.
Bueno, pues día 15 de agosto, caminito a Innsbruck con todo nuestro equipaje a cuestas. Es uno de los primeros días que está nublado y, según, nos vamos acercando a la zona los paisajes están aún más verdes y el cielo más oscuro.
El día 15 resulta ser festivo en Innsbruck, algo que no sabíamos y que resultaría una ventaja increíble una vez que nos enteramos ¿Por qué? Porque el día 15 la zona de aparcamiento regulada es libre y se puede aparcar sin problema.
Nosotros ponemos en el GPS “centro de ciudad” para buscar un aparcamiento cuando aún desconocíamos esa información. Así, al llegar a él nos desconcierta la poquísima gente que se ve. Empezamos a callejear y callejear sin ver claro donde poder aparcar y casi valorando el meter el vehículo en un parking. Pero el zumo matutino aprieta. Cada mañana bebíamos como si no hubiera mañana, y a las horas que llegábamos a Innsbruck la vejiga llamó a nuestra puerta, sobre todo, al que no escribe. Coincidiendo con esta premura encontramos en la calle un aparcamiento frente a una panadería-cafetería y estacionamos (zona azul).
Vemos que los vehículos de delante y atrás no tienen ticket, pero aun así no nos confíamos después de la experiencia en Salzburgo. Preguntamos a unas chicas que aparcan detrás y nos dan a entender que no hace falta ponerlo pero no llegamos a saber por qué. Entramos en la cafetería, uso de baño, un par de cafés y de nuevo preguntamos, pero la respuesta no nos resulta muy convincente… ¡Desconfiados! Al final, se sintonizaron las frecuencias de todos los mensajes que habíamos recibido y entendimos que era festivo y por eso podíamos aparcar sin pagar. De nuevo, éxito, aparcamiento gratuito en Innsbruck al ladito del centro. De todas maneras como información general, aparcar en Innsbruck es gratis fines de semana y festivos desde el sábado a la 13:00 hasta el lunes a las 9:00, y los días laborables a partir de las 21.00. Cuando la zona azul es de pago, cuesta 1€ la hora (estacionamiento maxímo de 2 horas). Para quien esté solo unas horitas una opción es el centro comercial del Sillpark donde los primeros 90 minutos son gratis.
Para visitar Innsbruck, existe una tarjeta turística llamada Innsbruck Card, que incluye las principales atracciones turísticas de la zona. Nosotros no la adquirimos, pero podéis valorar cada uno adquirirla en función de vuestras preferencias.
Empezaremos diciendo que Innsbruck nos encantó. Es muy pequeñito pero nos pareció realmente bonito. Sus callecitas, las casas, su enclave, y la buena suerte de que saliera el primer día fresco de las vacaciones hicieron de nuestra visita un auténtico placer (a pesar de un chaparrón a muerte que nos cayó después de comer, que hasta nos gustó).
En Innsbruck hay varias cosillas que visitar, aunque nosotros de lo que más disfrutamos fue del paseo por sus calles. Os vamos a comentar puntos de interés para aquellos que, como nosotros, solo vayáis a pasar un día en la ciudad.
Desde donde estacionamos, lo primero que nos fuimos encontrando fue el ayuntamiento nuevo, y siguiendo recto llegamos hasta el río, desde donde se tienen unas preciosas vistas de las fachadas de colores que descansan en la ribera. De hecho, llegamos hasta el puente que cruza el río Inn. Y aquí, aprovechamos para enlazar la relación directa del nombre del río, con el nombre de la ciudad Innsbruck, significa puente sobre el río Inn.
Desde el puente, alrededor del cuál, aquel día había montado una especie de mercado callejero, nos adentramos en el casco histórico (Old Town) de la ciudad, uno de los mejores conservados del país. Desde que cogemos la primera calle nos gusta. Por supuesto, en agosto, se encuentra lleno de gente.
Tras quedarnos mirando la espectacularidad de alguna de sus fachadas llegamos a la plaza donde se encuentra lo que todo el mundo busca y fotografía en Innsbruck, el Tejadillo Dorado (Goldenes Dachl), 2.657 tejas de cobre dorado que se colocaron en el palacete que hay en la calle Herzog-Friedrich Strasse. Se hizo con motivo del enlace matrimonial de Maximiliao I con Bianca de Sforza, a finales del s. XV.
Allí, nos quedamos un buen rato intentando sacar alguna imagen donde aparecieran cabezas cortadas en las fotografías, pero la cosa se hacía complicada, así que pensamos que quizá un poco más tarde, a la hora de comer de ellos (no la nuestra, esa era nuestra ventaja), podríamos pillarla con menos gente. Lo cierto es que, la lluvia que caería unas horas después nos vendría genial para ello, porque mientras que la gente se retiró a cubierto, nosotros sacamos las cámaras a pasear.
En la misma plaza que el Tejadillo Dorado se encuentra la Torre de la Ciudad de Innsbruck o Stadtturm, del s. XVI. Subiendo sus 140 y largos escalones podréis disfrutar de unas bonitas vistas panorámicas, de 360 grados, de la ciudad y el enclave en el que se encuentra, los Alpes. A nosotros nos gustó mucho, y eso que los escalones con la humedad y calor en el interior se hicieron un poco pesaditos. Si os sacáis la Inssbruck Card está incluída la entrada, si no, el precio es de 3,50€ persona (verano 2015).
Desde esta plaza continuamos el callejeo, vamos en busca de la Iglesia Hofkirche. Su precio por persona es de 7€. Esta iglesia gótica la mandó construir Fernando I con intención de que los restos de su abuelo Maximiliano I descansaran allí. Finalmente no lo hicieron y quedó como cenotafio del mismo.
En el centro se encuentra el sarcófago y alrededor 28 esculturas de bronce a tamaño real, es bastante impresionante. Dicen que es uno de los monumentos imperiales más importantes de Europa.
Dentro de la iglesia, además, hay una sala en la que hacen unos pases sobre toda la Historia de Maximilano I (Abuelo de nuestro Carlos I). Y está muy bien hecho, hacen los pases en diferentes idiomas, nosotros esperando 7 minutos tuvimos la suerte de pasar solos y nos gustó mucho, está hecho de forma bastante atractiva e ilustrativa.
En Hofkirche también podéis acercaros a la Capilla de Plata donde se encuentran los restos del matrimonio Fernando II de Hasburgo y su esposa, dónde además el día de nuestra visita estaban tocando el piano.
El día cada vez se iba poniendo más oscuro. Siguiente punto de interés al que queríamos entrar, la Catedral de St Jakob. La entrada es gratuita, lo único es que si queréis sacar fotos hay que pagar 1€. Por supuesto nosotros no podemos resistirnos, decidimos que solo uno de los dos las sacará, y a los mandos queda el que no escribe que lleva el gran angular (su tesoro).
Sus frescos en la bóveda son una maravilla y representan escenas de la vida del santo que da nombre al templo.
El callejeo continua, llevamos en nuestra mente la imagen de Innsbruck que sale en internet cada vez que pones el nombre de esta ciudad imperial, esa plaza que aparece nevada con las luces de Navidad y, a ratos, dudamos si es la misma que la del Tejadillo Dorado o no, por supuesto, ni lo es, ni se parece, pero a veces tenemos estos deslices.
Pero allí llegaríamos después, nos acercamos al Hofburg, el Palacio Imperial de Innsbruck del s.XV. No se puede entrar. Se encuentra cerrado al público por celebrarse un evento en su interior. Vemos a través de una de las puertas que hay un catering y gente bastante arreglada. Era una de las visitas que pretendíamos hacer, pero va a ser que no. No se puede tener todo, aparcamiento gratuito y palacio, esta vez nos ha tocado lo primero. Oh…
Empieza a ser hora de dar combustible a nuestros estómagos y no lo dudamos, en el mercado callejero que habíamos visto a la llegada parecía que había puestos callejeros y bastante ambiente, y como nos va la marcha y no relajarnos nos dirigimos allí.
Las salchichas, al igual que en Salzburgo son las elegidas. En el centro hay mesas de madera con bancos. La bebida se pide en unos puestos, y te hacen dejar una fianza que te devuelven cuando tú retornes las jarras de la cerveza. Suena música, concretamente “Yellow submarine”, niños, padres, muchísima gente y nosotros nos venimos arriba. Es el primer día que podemos comer sin tener que buscar una sombra…
Cuando estábamos dando el mordisco final, cae una gota. Después de esa vino otra muy parecida y, en cuestión de minutos, corríamos a devolver las jarras y llegar con dificultad a un tejadillo (no el dorado, mucho más mundano) donde refugiarnos. Estaba claro, hasta la fecha no había llovido, pero cuando llueve allí, llueve de verdad…
Y, como de estos momentos suelen surgir oportunidades, tras 6 minutillos en los que caía el diluvio universal, cuando amainó ligeramente, aquí, “el que no escribe” y yo decidimos que era el momento de hacer fotos que, por la cantidad de gente que había durante la mañana, no habíamos podido realizar previamente. Y funcionó. La verdad que hasta agradecimos esa sensación de frescor, esa ausencia de sol, después de tantos días fundidos por él. Además todo brillaba más.
Finalmente llegamos a Marie-Theresa Strasse, con esa imagen de la que os hablábamos que se ve tanto por internet. Bonita plaza, llena de edificios pintorescos con fachadas barrocas y las montañas al fondo. El día vuelve a clarear ligeramente y con ello la tarde a caer.
Al final de la gran avenida se encuentra el Arco del Triunfo de Innsbruck, levantado por María Teresa de Austria, en honor a su fallecido marido.
Nosotros vamos terminando nuestra visita a la ciudad, nos queda subir a uno de sus miradores. Elegimos el Norkette, un funicular que se coge desde el mismo Innsbruck. Tiene varias paradas, nosotros seleccionamos Huhengburg. Son 7,60€ por persona (si tenéis la Innsbruck Card está incluído).
Desde allí, se obtiene una panorámica de la ciudad, que si bien nos gustó, tampoco nos dejó impresionados teniendo en cuenta el importe de la subida. Os dejamos alguna imagen. También hay otro mirador en el lado donde se encuentra el famoso salto de trampolín de la ciudad.
Bueno, pues tras la visita a Innsbruck, no nos queremos entretener demasiado porque tenemos que hacer el Check-in en nuestro nuevo alojamiento. Para llegar allí, Fulpmes, a pesar de la viñeta, hace falta pagar un peaje.
En Fulpmes hemos elegido la Pensión Gletscherblick. Cuando entramos en el pueblo y el GPS nos va llevando hacia él, reconozco que sentimos una mala vibración al ver la fachada, era rosa. Los hoteles de fachadas rosas, por naturaleza, despiertan mi desconfianza. Alrededor de él había otros con balcones floreados, más parecido al que veníamos, pero el nuestro era el de la fachada perturbadora. Este viaje, nos aportaba una nueva enseñanza, en Austria, o al menos en Fulpmes, se puede confiar en las fachadas rosas.
El hotel resulta comodisimo, la habitación es muy amplia, tiene un pequeño pasillo de entrada con armarios empotrados, un baño separado en dos estancias, por un lado una especie de zulo que solo tiene el water y en el otro, el resto del baño con un gran espejo, bañera (que había que hacer salto de vallas para entrar en ella, eso sí) y sin cortina ni mampara, una alegría el ducharse allí. Amplia cama, edredón, mesillas, dos sillas, una mesa, televisión un poco pequeña para la estancia pero, para nosotros, indiferente e hilo musical.
Y el hilo musical, que parece algo sin importancia, en el momento en el que entramos en la habitación resultó ser como una aparición. Según abríamos las maletas e íbamos repartiendo la ropa por los estantes, nos acompañaba, en medio del Tirol, la música de “Suspiros de España” (sería por tener la fachada rosa).
Apenas descansamos un rato en el hotel tras colocar todo para nuestras 3 últimas noches y salimos a dar una vuelta por Fulpmes.
Fulpmes es un lugar bien localizado para visitar el Valle de Stubai, que era nuestro deseo. En el mismo pueblo y alrededores hay varias telecabinas que ofrecen unas vistas estupendas y, encima, el pueblo, a pesar de ser muy pequeño tiene bastantes servicios.
Aquella noche, a pesar de refrescar bastante y estar medio chispeando, decidimos cenar en una terraza cubierta, que tenía sus velitas puestas y todo. Habíamos estado mirando en internet algunos platos típicos del Tirol para intentar probarlos.
Y eso hicimos. En la misma plaza de la Iglesia está el Restaurante Dorfkrug. Comimos Gröll, que es una especie de huevos rotos con patatas, teniendo en cuenta que los huevos, al menos allí, los ponen muy hechos y las patatas algo secas. También pedimos Tris, un plato de con dos tipos de raviolis y dos bolas de patatas, una con espinacas y la otra queso, ese estaba mejor.... Ambos platos eran generosos y venía con ensalada. Una cerveza, agua mineral y dos expressos por 34€. El servicio casi consigue acabar con nosotros, porque una de las botellas de agua que pedimos no llegó jamás y nos vimos cogiendo aire a dos pulmones para tragar el Gröll.
En 10 días, era muy diferente la cena de aquel momento con la primera que habíamos tenido en Austria. La temperatura estaba cambiando y nosotros nos sentíamos ya muy identificados con el ambiente.
La cama del hotel resultó ser una nube. Repasamos algunas fotos del día y planificamos todo lo que necesitamos para el día siguiente, era muy importante que no olvidáramos las prendas más invernales, la nieve y el hielo iban a acompañarnos…
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