La retención de líquidos está presente al despertar, entre el cansancio, la deshidratación del día anterior y la solanera que nos atizó, estamos perfectos para el álbum de fotos del verano 2015.
Si llevábamos unos meses yendo a nadar y notando efectos sobre nuestro cuerpo sendentario, en 4 días se ha ido todo al garete y somos como dos globos de feria de Bob Esponja pero en colorado. Bueno “el que no escribe” en un tono más marroncillo y yo más rosa chicle.
Bajamos a desayunar. Nos afincamos al lado del zumo y llenamos el vaso un par de veces para intentar reponer líquidos. Tras el desayuno también nos echamos la crema protectora.
Nuestras amigas, las avispas, nos saludan y nos ponemos en marcha. Gps, usb con la música y andando. Nuestro plan del día pretende lo siguiente, recorrer la zona de los lagos conocida como Salzkammergut. Es un área con multitud de lagos, unos 27, y paisajes preciosos, por lo que los propios desplazamientos forman parte de la visita turística. En esta zona ya nos adentramos en el día 2, cuando visitamos Gosau y Hallstatt. Pero hoy vamos a ir a otros lugares.
El primer destino es St Wolfgang im Salzkammergut. Como tenemos la Salzburgerland Card, vamos a llegar hasta allí por la Carretera Panorámica Postlam, que está incluida con la tarjeta y nos sale gratis (sin tarjeta 10 euros). La parte más chula de la carretera es hasta la zona del peaje justamente (Abtenau). Luego, también es muy bonita, pero la que más nos gustó es hasta llegar al peaje.
Aquí, “el que no escribe” y yo, nos despistamos un poco con el tema de la gasolina y se nos encendió la reserva justo en plena carretera, con lo cual, pasamos un poquito de estrés, ya que en el trayecto no había hasta el final ni un solo lugar donde repostar ¿Pero que es un viaje sin unos momentillos de tensión? Eso ni es viaje ni es “na”.
La pena de esta carretera es que no tiene lugares para parar y disfrutar de la vistas, y sí, lo confesamos, para poder hacer alguna fotografía. Es para ir relajado disfrutando de ese efímero momento…
Llegamos bastante temprano a St Wolfgang im Salzkammergut. Hay que dejar el coche en un aparcamiento que está a la entrada, 2€ las dos primeras horas. Tiempo que nosotros no llegamos a consumir.
Y sí, de nuevo amenaza un día caluroso. Aun así, por allí se puede pasear a esas horas de forma bastante agradable.
St Wofgang im Salzkammergut es un pueblo precioso, con casitas típicas de lo que imaginamos en Austria, con sus tejados de madera, fachadas pintadas e infinitas flores de colores en sus balcones. Tiene pinta de ser un destino de veraneo “bien”, por el tipo de los pocos coches que se ven en el centro del pueblo.
Numerosas leyendas rodean este enclave y muchas relacionadas con el emplazamiento de su iglesia, la cuál se dice que el santo levantó con sus propias manos. Y es que St Wolfgang im Salzkammergut, ahí donde se ve, ha sido un centro de peregrinaje cristiano de gran importancia, sobre todo en los s.XV y s.XVI. Se dice que este santo (y esta es una de las leyendas), lanzó un hacha al cielo cuando llegó a orillas del lago y el lugar donde el hacha cayó, allí, se levantó la iglesia.
También hay una leyenda vinculada al nombre de este lugar, pero en este caso el protagonista sería el mismo diablo, de quien se dice que llegó a participar en la construcción del templo, ya que a cambio de ello, le habían prometido, que la primera criatura que entrara por la puerta, sería para él. La sorpresa fue, que la primera criatura, dice la leyenda, que fue un lobo. De ahí Wolfgang (paso de lobo).
Fuera de leyendas, el paseo por el pueblo nos parece una chulada, es primera hora de la mañana y está precioso. El lago Wolfgansee brilla con fuerza con los rayos de sol imponentes de la mañana.
Debo reconocer que Austria despertó la fiera que hay en mi y, desde que hemos estado allí, no paro de sacar fotos panorámicas con el móvil. Me paso el día cargada con la reflex y los objetivos, pero lo primero que hago es tirar de las panorámicas del móvil ¿Por qué soy tan absurda a veces?
Tras el paseo, ponemos rumbo a St Gilgen, a escasos kilómetros de este punto. Lo primero que queremos hacer es subir a la telecabina, para hacer un pequeño paseo por la montaña.
Hay habilitado un aparcamiento en medio de las praderas ¿Privado? ¿Público? Ni idea, solo sabemos que era 4€ todo el día y que no estábamos para investigar. Ahí que metemos el coche, de hecho es enorme el espacio y está hasta arriba de gente. Era domingo.
Nos cambiamos el calzado, nos ponemos las botas de montaña, mochilas y para arriba que nos dirigimos.
Vamos a montar en una de las telecabinas más antiguas de la zona, Zwölferhorn-Seilbahn. Se abrió en los años 50 y sube a unos 1500 metros de altura. Es una subida, por cierto, bastante lentita. No se puede decir que sean cabinas muy espaciosas. En la que subimos vamos “el que no escribe”, un señor preparado para tirarse en parapente con el supermochilón, su litro de cerveza y yo. Y, sinceramente, ahí había más contacto del que me habría gustado. Ese piel con piel en un espacio tan pequeño y con tantísimo calor en el interior, no era molón.
El precio de la telecabina sin tarjeta Salzburgerland es de 23,50€, con tarjeta gratuita. La verdad es que las vistas mientras subes son impresionantes.
Una vez arriba, hay una especie bar, para poder sentarte en sus mesas y tomar algo. Y es que si algo nos llamó la atención en Austria, es que es difícil que te vayas a quedar sin comer o sin beber. Bares o Alms (granjas) aparecen por la montaña cuando menos te lo esperas. Muy al contrario que en Escocia, que tenías que ir preparado para comer por tu cuenta y los entornos parecían más vírgenes.
Por suerte, esto no pasa en Austria y, cuando decimos con suerte, no es porque nos guste más, ni mucho menos, el encanto de ir a algunos lugares y que no estén explotados es único. Pero con las temperaturas que hacía no podíamos llevar alimento en el coche porque se habría puesto malo, así que no era fácil lo de improvisar picnics.
Aun así, cuando llegamos arriba, aún no era hora de comer (al menos para nosotros, porque para los centroeuropeos a partir de las 11:30 de la mañana cualquier momento es bueno). Así que decidimos comenzar una de todas las rutas que empiezan allí. La llamada Runweg (ruta circular) que, con paradas incluidas para fotos o, simplemente disfrute, mirar a los que se tiran en parapente, mirar a la nada… nos lleva una hora.
Desde esta ruta se supone que se ven 7 lagos y el macizo Dachstein, a nosotros alguno de los lagos se nos debió escapar porque tantos no contamos.
Vas caminando por la parte más alta de la montaña y las vistas a los valles sobre los Alpes son una chulada. De hecho, el calor amaina un poco, dentro de hacer mucho, arriba se vive de otra manera.
Es una ruta totalmente accesible, para poderla hacer con niños también, lo único que con calor la última subidita es un poco asfixiante. Pero nada importante.
Desde el momento en el que estamos abajo comienza, probablemente, el mayor infierno térmico del verano. Al pueblo de St Gilgen, no sabemos si por el calor o como atizaba el sol, no le llegamos a ver el encanto. Nos recordaba a una urbanización de verano dónde buscábamos un lugar para comer y, por momentos, la tarea se complicaba.
Unos 10 minutos nos separaban de él. Cuando caminábamos “el que no escribe” iba por delante de mí, dando zancadas como las que puede dar alguien que mide 1,87 y está desesperado por llegar, y detrás iba yo, con pasitos como da alguien de 1,68, a la que le pesa la vida y lo que más quiere es que llegue la teletransportación a su vida o la cojan en brazos como a un bebé.
Cuando estábamos llegando, recuerdo mi pensamiento claramente, iba maldiciendo el paseo, sin sombra alguna, con muchísima humedad, gruñendo para mis adentros. A lo lejos el que no escribe había llegado al coche, y según lo hacía yo, iba a gritar “ me asfixio”, pero entonces vi sus manos en el maletero, no las palmas, no, el dorso, le caían chorros de agua. Cuando vi aquello, pensé que mejor sería callarme y hacer como que yo no sentía calor, porque él parecía estar convirtiéndose en agua.
Por supuesto, dadas las circunstancias, decidimos que había llegado la ocasión de bañarnos en algún lago de la zona. Era el día, del drama del calor nacía una oportunidad, bañarse en los Alpes Austriacos ¡Y allá que nos fuimos!
Como no teníamos nada planeado en este sentido, miramos el mapa, lagos en la zona hay un montón, y dijimos: “en el que encontremos”
Ay amigos, bañarse, al menos en época alta no es tan sencillo. No todos los lagos son de acceso libre, muchos están habilitados como zonas de baño previo pago de su importe, con sus merenderos, etc. Otros tienen accesos privados para vecinos de la zona, otros tienen los accesos privados de los hoteles. No es tan fácil.
Nosotros acabamos en el Mondsee. Vimos que ponía zona de baño libre, vimos un aparcamiento frente a un hotel rural. Aparcamos, y no había forma de acceder al lago. Veíamos las orillas, gente, pero en unas zonas ponía que solo para clientes del bar, otros del hotel, otro simplemente privado. Y para resumir… acabamos colándonos en el del hotel. Lo sabemos, somos malos, muy malos, pero hacía calor.
Y a partir de aquí, solo os podemos decir que la tarde fue maravillosa. Agua transparente, un lago enorme, rodeado de montañas, un ambiente tranquilo, dentro de estar en un domingo y haber bastante gente. Agua fresquita, pero agradable…
Nos pasamos la tarde tirados en la hierba, entrando y saliendo del agua. Nadando en los Alpes y mirando desde dentro del agua a nuestro alrededor sin acabar de creérnoslo. (Cómo echamos de menos una cámara acuática, dejamos las reflex en el coche, para poder entrar y salir del agua sin estres, y la verdad es que hay lugares para olvidarse de todo)
Nadie nos preguntó nada, nosotros con naturalidad entramos por la valla, nos pusimos en primera línea de lago, bajo una sombra, y dejamos la tarde de verano en Austria pasar. Es una sensación maravillosa.
El tema de ponerse, y quitarse el bañador, allí se hace con una "naturalidad tan natural", que se convierte en tarea sencilla, simplemente llevarlos con vosotros en el coche siempre, y encontraréis el modo de cambiaros sin ninguna dificultad (no seréis los únicos).
Si vais a Austria y tenéis la oportunidad de bañaros en alguno de sus lagos, hacedlo, esta tarde a orillas del lago hizo del día, algo muy especial.
Y tras esta tarde que nos quitó todo el calor de golpe y nos hizo sentirnos muy afortunados dentro de aquel lago, pusimos rumbo a nuestro hotel de Golling an der Salzach aunque antes decidimos darnos una vuelta por el pueblo del hotel que, al final, nos íbamos a ir sin verlo.
A Golling an der Salzach llegamos para callejear un rato, es un pueblo relativamente pequeño, nos acercamos a la zona del cementerio, pasamos al lado de su museo y poco más...
En la cena, una noche más en esa terraza que nos encantaba, colorados por el sol, pero con la piel fresca, comentábamos cada detalle del día y pensábamos y organizábamos la jornada del día siguiente, un plan que teníamos muchas ganas de hacer y que se convirtió en un día paradisiaco...
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