13 días en Austria. Día 9: Cascadas del Krimml - Lago Schwarzsee

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
Día 9 de nuestro viaje por Austria. Nos sentimos genial. Acumulamos algo de cansancio, pero tenemos muchísimo mejor aspecto que cuando llegamos. Quitando que hay una ola de calor, todo lo demás va sobre ruedas. De hecho, viéndolo con perspectiva, esta climatología nos ha salvado de lluvias, nos ha permitido bañarnos en varios lagos de los Alpes y recorrimos la Carretera de Grossglockner con plena visibilidad. Por no mencionar que gastamos un morenito que no nos van a creer cuando recordemos a nuestros conocidos que es adquirido en Austria. 
Por otro lado, en lugares como Salzburgo, St Gilgen o el día anterior, en Rattenberg, estuvimos a punto de ser víctimas de la deshidratación.
Hace unos días, os contábamos que teníamos miedo al esfuerzo que podía suponer ir a la Cueva de Hielo, pues el siguiente miedo en cuanto a esfuerzo era afrontar la excursión a las Cascadas del Krimml.

Las Cascadas del Krimml se encuentran en el Parque Nacional Hohe Tauern (como la carretera de Grossglockner). Están a unos 25 minutos de Mittersill, donde tenemos el hotel, y son las cascadas más altas de Austria. Tienen 380 metros de altura, divididas en tres tramos. El primero y último de 140 metros y el central de 100 metros. 
Se lee en algunos lugares que son las cascadas más altas de Europa, pero esto parece ser que no es así, por ejemplo, la Cascadas Gavarnie en Francia las superarían u otras en Noruega. Ya se sabe que esto de los rankings siempre está discutido, pero sea como sea, lo que os podemos decir es que son unos saltos de agua impresionantes por su altura pero, casi más que por eso, por su caudal. En verano suelen llevar una fuerza impresionante.

De nuevo, es interesante llegar temprano. Hay que acercarse a los alrededores del pueblo Krimml y, enseguida, encontraréis las indicaciones. Existen varios lugares para estacionar. Nosotros lo hicimos en el parking 3. Aunque nos pareció algo mejor el 4, pero no había sitio. Aun así, el nuestro no estaba mal. El precio por todo el día 5 Euros.
Las Cascadas del Krimml están incluidas en la Salzburgerland Card. La nuestra estaba caducada ya y, como en la Carretera Grossglockner sí nos funcionó a pesar de ello, probamos suerte aquí también, pero ya era demasiado tarde. Así que, sin tarjeta, el importe por acceder a la zona de las cascadas es de 3€ por persona.

El inicio del recorrido suele estar lleno de gente, luego, según avanzas, el público se va dispersando y está mucho más desahogado. Hay que tener en cuenta en que es una ruta que puedes dejar en el punto que desees. El primer tramo es muy accesible y, quizá, el que más esfuerzo demande sea el tramo que va desde el segundo salto de agua al tercero.
Yo estaba asustada y casi mentalizada con que no subiríamos hasta arriba. Pero no os imagináis qué paseo, qué vistas y cómo sonaba el agua. A parte, que aunque hacía calor, en ese entorno el clima era más agradable.

Empezamos desde abajo. El camino está acondicionado, tiene barandilla de madera y constantes miradores para poder hacer lo que nosotros llamamos “operación descansillo”. Si no nos habéis leído antes, se trata ni más ni menos de encontrar un resquicio donde poder parar y poner alguna disculpa que no sea el cansancio para realizar la parada, en plan: “voy a hacer una foto”, “qué bonitas vistas”, “se me ha desabrochado un cordón”. Lo que viene a ser una parada por necesidad, disfrazada para salvar tu dignidad.

Pues ahí que empezamos ese ascenso que va en zigzag. Es un camino acondicionado, yendo a tu paso se puede hacer perfectamente, se tardará más o menos, pero se hace. Como os decimos hay mil opciones para hacer la operación descansillo.
Es un paraje fantástico. Las piernas se van cansando poco a poco. Nos dejó alucinados en Austria la de gente mayor que se ponen montaña arriba con total naturalidad, algo que aquí, pocas veces nos encontramos.

En subir hasta arriba del todo, tardamos 2 horas y media, haciendo muchísimas paradas para tomar fotografías. La bajada, en cambio, la hicimos en 45 minutos.
Los dos primeros saltos de agua se suben bastante bien, del segundo al tercero, hay un tramo que es una especie de explanada que deja ver al fondo el último salto de 140 metros. Y, probablemente, desde aquí, es donde la pendiente es algo más empinada y, sobre todo, las piernas están más cansadas.

Lo pasamos genial subiendo, lo hicimos muy bien, sin más cansancio del que supone una pendiente, pero tampoco nada exagerado. Nos encantaron las vistas que se van obteniendo durante el camino. En la parte más alta del camino no es dónde se obtienen las mejores vistas, pero hace muchísima ilusión llegar. Hubiéramos seguido un poco pero, por primera vez el en el viaje, el cielo se había cubierto formando una boina negra importante amenazando lluvia.

En la parte alta de la cascada nos habíamos venido arriba y andábamos haciéndonos nuestras fotos de “recuerdo” poniendo posiciones, caras y, sobre todo, usando el móvil en modo panorámico para salir los dos en la foto; “un filón” para echarte unas buenas risas.
Pero la primera gota llegó, y con ella nuestros chubasqueros y esa bajada de 45 minutos a toda mecha, porque la gota se convirtió en lluvia.

Bajar se hace algo pesado, es rápido, pero el cansancio de las piernas y la pendiente hace que las rodillas empiecen a crujir. Lo cierto es que en un ratillo estábamos abajo, con las extremidades inferiores como si fueran tiras de gelatina y de nuevo un sol que lo coloreaba todo.
Al ser un día de naturaleza, llevábamos preparado uno de nuestros picnics, que habíamos dejado en el coche, cosa que deberíamos haber subido, porque de no haber llovido, habríamos comido arriba. Nos sentamos en un trocito de pradera inclinada (no penséis en nada bucólico, que estábamos al lado del parking) y nos lo comimos todito, para pasar a tomarnos el café en la terraza que había enfrente del parking 3.

Sentados ahí nos sentíamos divinos. Con el tute que llevábamos en los últimos días, el orgullo nos invadía. Pero ¡Ah! cuando nos fuimos a poner de pie, después de una media horita sentados, empezamos a notar todos los músculos que no éramos conscientes de tener.

Decidimos que, lo que quedaba de día, nos lo tomaríamos tranquilamente. Así que nos montamos en el coche y nos acercamos al Lago Schwarzsee que, si os fijáis en el mapa, tampoco es que pillara exactamente al lado.
Teníamos apuntado que ese lago era algo diferente al resto, en esta ocasión no teníamos intención de bañarnos, sólo queríamos acercarnos a verlo. Hay unos 60 km de distancia, que en tiempo se pone en una hora prácticamente.

Este lago se encuentra al lado de Kitzburhel, es un lago que dicen que su agua es de las más cálidas y con propiedades curativas. Aunque a nosotros lo que más nos llamó la atención es el color del agua. En casa ha pasado a ser bautizado como el “lago negro”. A diferencia de otros lagos que vimos, éste no es de aguas ni azules, ni turquesas…
La zona está muy acondicionada: hay un gran aparcamiento en el que no tuvimos que pagar, tiene área de pago de acceso al baño en el lago y, por lo que nos pareció ver, parecía la única manera de poderte bañar. Mucha gente paseando, algunos leyendo libros, un pequeño embarcadero. Un lugar curioso, pero que tampoco nos cautivó tanto como otros.

Nos sentamos en el embarcadero, y parecía que habíamos gritado “dejad que los patos se acerquen a mí”. La familia patuna del lago estuvo un rato tanteándonos con la cara del gato de Shreck a ver si salía algo de nuestros bolsillos. Pero tras hacernos las Cascadas del Krimml, ni miguitas habíamos dejado.
Unas cuantas fotos, un rato de charla al borde del lago y ponemos rumbo al hotel, con muchísimas ganas de darnos un bañito en la piscina climatizada y estirar los músculos.

Es la última noche que íbamos a pasar en este hotel, así que nos animamos hasta a bajarnos la cámara pequeña a la piscina. Al llegar no estamos solos, qué lástima. Pero en pocos minutos, de nuevo nos convertimos en las sardinillas ibéricas de la piscina austriaca, únicas poseedoras de la charca. Aprovechamos para hacernos unas fotitos para nuestro álbum personal (no pensamos enseñároslas) y pasamos un rato genial. Cuando pensamos que acabaríamos solos hasta el final porque era hora de cenar austriaca, aparecen otros españoles para destronarnos de nuestra charca… La verdad que el hotel resultó un acierto.
Una ducha, cambiarnos de ropa, sujetarnos las piernas para que parezca que andamos normales y, en un paseito, ponemos rumbo al centro de Mittersill para cenar en otro local diferente que también nos encantó.
En este caso el lugar elegido es Steakhouse Hotel Heitzmann. Probablemente la mejor cena relación calidad-precio hasta la fecha. 

Teníamos bastante hambre, así que pedimos un costillar cada uno. Venía acompañado de unas alitas de pollo que estaban espectaculares, acompañadas de patatas fritas y de una ensalada variada que llevaba desde judías, hasta pasta… Lo importante no es lo que traía el plato por la cantidad (que era bastante abundante), lo importante es la calidad tanto del costillar como de todos los complementos que traía. Acompañando esta suculenta cena pedimos dos coca-colas y dos cafes. Os dejamos el importe para que así podáis valorar: 36€ los dos. Nos gustó muchísimo y la atención fue excelente. Tened en cuenta que es un local que tiene zona de fumadores y no fumadores, algo que no nos planteábamos ya nosotros.
Totalmente revitalizados, ponemos rumbo hacia el hotel con el estómago calentito y el cuerpo cansado. Teníamos que hacer las maletas para, por la mañana, no salir demasiado tarde. Tocaba cambio, pero antes Innsbruck nos esperaba… ¡Mañana más!
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