Al ser lunes, es el día perfecto para disfrutar de la City, el área financiera de la ciudad en pleno movimiento, donde también se ubica la catedral de St. Paul, la cual ya habíamos visitado en nuestro anterior viaje a Londres. Posteriormente, en este día también, nos acercaríamos a la Torre de Londres (visitado su interior en la otra ocasión) y al Puente de Londres, que con suerte podríamos ver levantarse, algo que teníamos pendiente.
Ponemos rumbo hacia la catedral de St. Paul en el autobús que se coge en la puerta del hotel. Nosotros personalmente os recomendamos su visita al interior y la subida a la cúpula. Las vistas que se tienen desde arriba son una chulada, os dejamos una imagen de nuestro anterior viaje en 2010, así que el Skyline puede haber variado en cierta medida pero, al menos, os podéis hacer a la idea.
Se levanta 111 metros sobre el suelo y gozó con la categoría de edificio más alto de la ciudad hasta la segunda mitad del s.XX. Es la segunda catedral más grande de Europa, por detrás de la Basílica de San Pedro del Vaticano.
Construida entre el s.XVII y s.XVIII sobre la antigua catedral, tiene una espectacular cúpula. El precio de entrada son 17 libras. Está incluida en la London Pass y nosotros, cuando la visitamos, lo hicimos aprovechando los 2x1 de los que os hablábamos en esta otra entrada.
Entramos, una galería de aspecto lujoso lleno de porteros de discoteca “guay”. Con sus trajes, sus cascos en la oreja y su mirada suspicaz e inquieta que no se apartaba de nosotros. La verdad, que si en un sitio me he sentido segura ha sido allí, tuvieron el placer de acompañarnos en toda nuestra visita. Sin ponernos una pega ¡eh! Nada… yo ya a uno le di los buenos días, porque era una situación bastante surrealista. En la planta baja ya nos ficharon, no nos pusieron pegas por sacar las cámaras. Luego fuimos al ascensor, de cristal, muy chulo y, tachán, al llegar a la octava planta, otro pingüinillo de seguridad estaba ahí para seguirnos hasta la terraza, y durante todo nuestro reportaje fotográfico. Ya le dije “Goof morning” sonriendo, pero él no sonrió… se quedó ahí y le vimos dudar cuando “el que no escribe” y yo nos dividimos en la terraza. Aprovechamos para deciros que, en esta planta, está el restaurante "Madison" con una terraza donde se puede tomar unas copitas por la noche con buenas vistas. En nuestra visita, era un día laborable por la mañana y estábamos solos con la seguridad.
Bueno, pues desde aquí, decidimos irnos tras despedirnos educadamente de los “Men in Black” para salir a la calle y perder la sensación de estar escoltados. Y nos adentramos en la City, en el callejeo por el movimiento londinense. Una zona que nos encanta. Actualmente, está dedicada principalmente al desarrollo empresarial y financiero, es por ello que los fines de semana tiene un aspecto muy diferente.
Tomamos dirección hacia la Torre de Londres y el destino hace que lleguemos a un lugar que habíamos visto en alguna película y que “el que no escribe” quería localizar, pero no habíamos sido capaces de ponerle nombre. Pues es la suerte la que nos acompaña y en una de esas calles que se cruzan en nuestro camino aparece el Leadenhall Market.
El Leadenhall Market es un precioso mercado de techo acristalado que se encuentra en Cracechurch Street. Este mercado es originario del s.XIV, uno de los más longevos de la ciudad. Éste era el corazón romano cuando Londres era Londinium. Luego, en el s.XVIII se reconstruyó dándole el diseño actual para, finalmente, en los 90, sufrir una fuerte restauración. El mercado, siglos atrás, se dedicó a la venta de carne, en algunos de sus puestos podréis ver los nombres de la especialidad de la misma.
Si os gustan los edificios pintorescos, éste es uno de los que estamos seguros que os encantaran.
Diferentes comercios, así como locales de restauración, se reparten por la galería. Si descubrís uno que se llama Old Tom, su nombre deriva de la historia de un ganso que se salvó en una ocasión de una partida de ellos que trajeron para su posterior venta, y durante 36 años vivió en el mercado mientras era alimentado por los que allí pasaban.
Salimos del mercado, realmente emocionados de haberlo encontrado en nuestro camino, al azar, y continuamos camino de la Torre de Londres. En realidad, lo hacemos más bien camino del del Tower Bridge (Puente de la Torre de Londres, que está al lado de ésta), ya que habíamos consultado los horarios en los que el puente levadizo se izaba y nos hacía ilusión estar allí para presenciarlo. Os dejamos un enlace para que podáis consultarlo si lo visitáis.
El Puente de la Torre de Londres no hay que confundirlo con el Puente de Londres, que fue el primero en cruzar el río Támesis. El Tower Bridge se construyó con posterioridad, en el s.XIX, con la intención de emplear máquinas de vapor para su función levadiza. Lo componen dos torres de toques neogóticas y, en su interior, al cual se puede acceder si adquirís la entrada pertinente, se encuentra un museo donde se alberga, entre otras cosas, la antigua maquinaria. Hoy en día, se emplea un motor eléctrico y, en vez de agua, aceite.
Nosotros, es una visita que no hemos realizado. Esta vez, nos conformamos con observar el levado del puente para que pasen grandes embarcaciones y con cruzarlo hasta la mitad por los carriles habilitados para los peatones.
Desde ahí nos acercamos a la Torre de Londres (Tower of London). La Torre de Londres bien merece una visita bajo nuestra opinión. Nosotros no la hicimos aquel día porque ya la habíamos visitado en la anterior escapada, y nos encantó. Tiene muchísima historia detrás de sus paredes. Es un castillo originario del s.XI que ha tenido diferentes funcionalidades a lo largo del tiempo, una de las más populares, la de prisión.
La Torre de Londres por sí sola daría para una entrada en el blog pero como estamos con un diario y no queremos eternizarnos, sí deciros que, aunque la entrada es cara (como casi todas allí), es realmente interesante. Además, a ciertas horas, se tiene la oportunidad de realizar la visita guiada en inglés con un Beefeater, y son fantásticos, al menos el nuestro, contando las cosas (y ya sabéis que nuestro inglés es justito como para sobrevivir). De verdad, si podéis con Beefeater, animaos, y si no, una audioguía. La Torre de Londres está incluida en la London Pass, cuando nosotros la visitamos lo hicimos con los tickets 2x1 de daysoutguides igual que os explicábamos con la Catedral de St Paul. Puede llevar recorrerla unas 3 horas fácilmente sin entretenerte demasiado, son diferentes dependencias, entre las que se encuentran las Joyas Reales, la capilla, los patios, La Torre Blanca.
En esta visita, en 2014, los exteriores de la Torre de Londres tenían un aspecto muy especial. El país rendía homenaje a sus soldados caídos con motivo del centenario de la I Guerra Mundial, la fecha concreta era el 5 de agosto, primer día en que Gran Bretaña participó en el conflicto bélico. Para ello, siguiendo el proyecto de Tom Piper, se habían ido colocando poco a poco unas amapolas rojas de cerámica en los alrededores de la Torre de Londres, tras los muros defensivos. Exactamente, 888.246 amapolas, las mismas que caídos. Ello simulaba un mar de sangre a través de las flores. La última amapola se colocó en noviembre. Cada una de estas amapolas se vendió por internet y parte de los ingresos obtenidos fueron donados.
La verdad es que la estampa era impresionante y eso que en nuestra visita aún quedaban muchas por poner.
Después de bordear todo el perímetro de la Torre de Londres nos dirigimos al metro, no podemos irnos de Londres sin darnos un paseo por Hyde Park.
Hyde Park es enorme. Nuestra intención no es recorrerlo, ya habíamos estado allí antes, así que en esta ocasión decidimos acceder a él a través de la conocida Speaker Corner, en la zona de Marble Arch, con la particularidad de que aquel lunes no había nadie soltando su discurso para nosotros.
El Speaker Corner es un área en el que está permitido que la gente se ponga a soltar sus discursos, a exponer sus ideas a los demás. Nosotros aún no hemos tenido la oportunidad de verlo en acción, el día elegido para ello suele ser los domingos.
Atravesamos esa zona y nos adentramos en las grandes explanadas que caracterizan a este lugar. Los parques ingleses son verdes, como praderas eternas en los que apetece tirarse y revolcarse. Aunque en esta ocasión Hyde Park se encontraba un poco más perjudicado que la otra vez, que parecía terciopelo verde, y este agosto de 2014 andaba un poco parcheado. Hablamos de un parque que supera las 140 hectáreas.
Caminamos hasta llegar al lago Serpentine. Los cielos amenazaban tormenta pero, alrededor del lago, numerosas hamacas no tenían problema en ser ocupadas. En el interior del agua cisnes, patos, barquitas. Por tierra perros, bicis…
Ese paseo es revitalizante y caminando, caminando llegamos al lugar en el que se encuentra el Memorial a Diana de Gales, y que resulta ser una especie de fuente donde un montón de niños se estaban bañando a pesar de que la temperatura no acompañaba especialmente.
Pasado el Memorial a Diana de Gales, decidimos ir saliendo de Hyde Park. Este parque se une con los Kengsiston Gardens, que visitamos también la vez anterior y que, si os decimos la verdad, no se diferencian unos de otros, al estar pegados parece una continuación.
De hecho, en estos jardines, se encuentra el Albert Memorial, un llamativo e imponente monumento levantado por la Reina Victoria en honor a su marido. Éste mira en dirección al Royal Albert Hall.
Salimos del parque y tomamos camino hacia el Royal Albert Hall que se encuentra muy cercano. En este punto, mi batería de la cámara ha entrado en coma y “el que no escribe” queda como único responsable fotográfico de las últimos coletazos londinenses.
El Royal Albert Hall es originario del s.XIX y se ha convertido en un lugar mítico internacional en el terreno de las artes escénicas, albergando cada año espectáculos de gran trascendencia cultural. Su interior es visitable pero es otro de los pendientes que nos queda en la ciudad. Nos conformamos con su atractiva arquitectura exterior.
La mañana se está convirtiendo casi en tarde y aún no hemos comido. Decidimos coger un par de autobuses para disfrutar de las vistas de la ciudad y acercarnos a Picadilly Circus, donde seguro que conseguiríamos comer algo aunque fuera tarde.
Efectivamente, la hamburguesería que nunca cierra sus puertas cuando viajas está ahí para darnos auxilio.
Al salir de allí, no nos quedaba demasiado tiempo pero habíamos leído que, al igual que en Nueva York, en la inmediaciones había una tienda de M&M ¿Quién puede resistirse?
Pues vamos en su búsqueda y ahí la encontramos, perfectamente britanizada, con un M&M de Guardia Real, unos de Beatles, todo muy lleno… Nos echamos unas risillas, llenamos una bolsa de chocolate de colores y hay que ir al hotel.
El avión sale a las 20.30, pero en llegar de Picadilly al hotel se tarda unos 30 minutos y, luego, una vez recogido el equipaje, una hora de tren.
Todo nos sale rodado… salvo un aguacero que nos cayó con las maletas a cuestas del hotel a la estación que no tiene nombre. Ése fue de recuerdo.
A las 12 de la madrugada, hora española aterrizamos en Madrid, con bastante hambre, por cierto, y demasiado abrigados para los 26 grados de asfalto nocturnos de la ciudad. Pero tenemos una sonrisa…
Venimos pensando en la limpieza de fotos que tenemos que hacer, en las lavadoras que habrá que poner y nada de eso pesa. Solo podemos sonreír, no traemos ni pena, ni nostalgia… (ayudaba también que 48 horas después íbamos a hacer una escapadita a Cantabria, la verdad). Nos ha parecido un viaje maravilloso, con sus lluvias y sus soles brillantes, con los pueblos medievales y Londres en plena acción, con sus catedrales de impresión, sus carreteras de campiña, y sus autopistas con semáforo. Sus hoteles, a cual más variado, con desayunos de la ONU o desayunos de supermercado en solitario. Un viaje con acantilados blancos o colinas con torres místicas. De conducir por la izquierda y cruzar las calles girando la cabeza como la niña del exorcista porque no sabes por donde te vienen los coches. De lugares llenos de gente y otros totalmente solitarios. De sandwiches en el coche y cenas en pubs llenos de encanto…
El Sur de Inglaterra nos ha dado unas grandes vacaciones y para nosotros ya forma parte de NUESTRA historia.
Os dejamos itinerario de este maravilloso viaje de 13 días por el sur de Inglaterra:
13 días por el sur de Inglaterra: Preparando el viaje
Día 1: Madrid - Stansted - Cambridge (noche en Cambridge)
Día 2: Canterbury - Acantilados de Dover (noche en Canterbury)
Día 3: Rye - Seven Sisters - Brighton - Winchester (noche en Winchester)
Día 4: Winchester - Old Sarum - Stonehenge (noche en Salisbury)
Día 5: Salisbury - Castle Combe - Bristol (noche en Bristol)
Día 6: Wells - Glastonbury (noche en Bristol)
Día 7: Bath - Bristol (noche en Bristol)
Día 8: recorriendo los Cotswolds (Campiña inglesa) (noche en Stratford upon Avon)
Día 9: Oxford (noche en Oxford)
Día 10: Windsor Castle - Aeropuerto Stansted - Londres (noche en Londres)
Día 11: Londres un sábado (noche en Londres)
Día 12: Londres en domingo (noche en Londres)
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