13 días por el sur de Inglaterra. Día 4: Winchester - Old Sarum - Stonehenge

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
En este día vamos a visitar Winchester, en el condado de Hampshire, una ciudad importante en el sur de Inglaterra. Importante porque es la antigua capital anglosajona de lo que era el reino de Wessex, tiene una catedral impresionante y es la ciudad de la popular escritora Jane Austen, entre otras cosas. Además de esto, por la tarde visitaríamos Old Sharum y nos acercaríamos al magnetismo de Stonehenge. Pero para hacer todo esto, lo primero, hay que reponer energías tras las experiencias del día anterior por Rye, Seven Sisters y Brighton.

Amanecemos de nuevo como si tuviéramos un oso borracho sobre nosotros aplastándonos. De nuevo, la guerra por quién va primero a la ducha. Son las 7.30 de la mañana y caemos tan cansados por la noche que por primera vez en mi vida, al menos yo, ni extraño cama. De nuevo, pierdo y soy la primera en ducharme, mientras “el que no escribe” se hace el loco simulando dormir.
Somos los primeros en bajar a desayunar. Lo hacemos en un comedor tipo inglés, visillos, moqueta granate, mesa de madera. En una mesita hay fresas, cereales y zumo. Nos sentamos en la mesa principal, grande, ovalada, con ese toque nobiliario de importancia con el que hacen juego las sillas. Están todos los cubiertos puestos, parece que vamos a ser 5 para desayunar.
Viene el anfitrión y nos pregunta cómo queremos las tostadas y si queremos el desayuno completo. Yo prescindo de salchichas, judías. “El que no escribe” lo da todo, y lo coge todo.
Mientras llega el desayuno, tomamos unas fresas, se abre la puerta y el hombre de negro, del que os hablamos en la entrada del día anterior, aparece. Es un viajero solitario, sudafricano de nacimiento, aunque canadiense desde hace años. De verdad, no le entiendo nada (espero que no lea esto), él habla, nos pregunta que de dónde somos y “el que no escribe” se encuentra inspirado, y le da conversación, y yo creo que es imposible que pueda entenderle nada. El acento es raro y habla como para dentro. Me da la risa e intento beber para olvidar, pero veo la cara “del que no escribe” respondiendo con “aja, aja”, mientras extiende la mantequilla con la cubertería victoriana, e intuyo que no le está entendiendo y aún me hace más gracia. Se hacen preguntas el uno al otro, del bosque, del senderismo… ¡Y sé que no le entiende! ¡Son como dos Furbys! no sé cómo, pero se comunican.

Las tostadas se hacen esperar, y por fin llegan, junto con una tablet que trae el anfitrión mostrándonos la predicción meteorológica. No puedo comer porque la tablet me la han puesto enfrente. Tengo hambre…
Sonrío, la miro, se la pasó al chico de negro. Se abre la puerta y entra un matrimonio de unos 50. Rápidamente, se incorporan a la conversación y ahí estamos los cinco, desayunando en la misma mesa y conversando. Ellos son de Texas. Es increíble, ahí en medio del campo, donde se necesita una linterna para salir a cenar, hay un sudafricano con residencia en Canadá, dos tejanos y dos españoles.
Pero los tejanos, además, conocen Toledo, Santiago de Compostela y Ronda. No se han quedado en 4 sitios típicos, no, adoran España, y él sabe algo de español, pero no lo usa ¿eh? solo para despedirse. El desayuno se alarga, el madrugón no ha servido de mucho porque nos dejamos enredar por la situación, es tan surrealista y a la vez tan divertida que hay que explotar estos placeres de viajar. Estas situaciones extrañas...
Finalmente, somos los primeros en abandonar la sala de desayuno, recogemos todo y cogemos el coche para acercarnos a Winchester ciudad, a menos de 10 minutos.
Un día soleado y mucho más fresquito nos acompaña. La vegetación aún está húmeda y es un placer arrancar el coche, si no fuera porque siempre hay que pensar… “ a la izquierdaaaa”...
En Winchester nos cuesta aparcar, encontramos aparcamiento de corta estancia pero no de larga y, al final, optamos por aparcar en uno de ellos, en Middle Brook St.. Ponemos 3 horas, cogemos las mochilas y nos vamos. No estamos nada lejos de la catedral, 5 minutos.

A pesar de ser temprano, Winchester está lleno de vida. Es sábado y hay una especie de mercadillo en el centro de la calle principal.
Nos dirigimos directamente a la zona de la catedral. Generalmente, cuando hay un templo que queremos visitar, solemos intentar que sea a primera hora.
La entrada a Winchester incluye la visita guiada, en inglés, of course, su precio 7,5 libras. Después de la última visita guiada a la que asistimos hace unos años, a la de la Torre de Londres, teníamos ganas de ver cómo afrontaríamos ésta.

Nos toca esperar un poco en la planta principal. La visita comienza con buen pie, entendemos con muchísima facilidad al guía. Tantea en el grupo las nacionalidades, todos de habla inglesa a excepción de dos italianos y nosotros dos españoles. A veinte minutos de empezar la visita, la cosa se pone fea, en algún momento no nos hemos enterado y nos han cambiado el guía, han puesto un gemelo que tiene acento y dejamos de entender casi de forma simultánea. Vale, parece que no, que es el mismo, y empezamos a desconectar de tal manera que cuesta reengancharse. No sabemos si ha empezado con los elementos arquitectónicos pero ninguno de los dos vuelve. A los 40 minutos ya estamos desesperados y perdidos. Lo peor es que, ahí, el hombre, sin necesidad alguna, nos pregunta a nosotros cómo se dice algo en español. Ese algo no sabemos que era, solo vemos que todo el mundo nos mira esperando una respuesta. Por suerte nos estaba contando una historia que seguíamos más o menos, y para escapar de ese silencio incómodo, le di un codazo al que no escribe y le dije, tú di “cimientos”... que da igual. Y sí, no me hace nunca caso pero ahí lo hizo, dijo cimientos. Y el guía nos miró con cara de poca credibilidad y siguió con la historia. Ahora que lo pienso, no tengo ni idea de cómo se dice “cimientos” en inglés...

Estaba contando una parte de la historia muy importante para la supervivencia de esta impresionante catedral, la parte en la que un buzo trabajó para evitar que la catedral se viniera abajo. Era comienzos del s.XX cuando se detectó la situación de emergencia en la que se encontraba ésta.

La catedral de Winchester es de principios del s.XI. Para poderla hacer, el obispo pensó que la madera sería, junto con la piedra caliza que se traía de la cantera, un buen sustento y le pidió al Rey que le abasteciera de madera. Pero las tierras donde está levantada esta catedral son húmedas y el agua se filtraba. Así, la madera poco a poco se fue pudriendo. 
Cuando se vieron los síntomas de que la Catedral perdía estabilidad, y tras analizar la situación, se pensó que había que sustituir la madera por hormigón. Se empezó la obra y se vio que la tierra estaba toda empantanada. Hacía falta un buzo para poder retirar la madera y colocar las bolsas de hormigón. Así que, un buzo profesional trabajó 6 horas diarias durante 6 años para salvar la Catedral. En el interior encontraréis un homenaje a él a través de una escultura de una escafandra.
Todos estos problemas, fruto de las tierras y lluvias de la zona, dan lugar a la inundación de la cripta en más de una ocasión. En nuestra visita estaba seca pero las propias inundaciones se han convertido en un reclamo por la preciosa estampa que se crea con los reflejos de los arcos y la escultura central que en ella descansa. Buscad las imágenes en internet para verlo. Es curioso.

Si realizáis la visita, además, el guía os irá enseñando esas imperfecciones que fueron surgiendo en la catedral al moverse los cimientos, cómo las líneas rectas en algunos puntos se perdieron. 
Lo cierto es que la visita empezó genial y de lo que nos enteramos nos gustó mucho. La visita duró una hora más o menos y, al menos, nos quedaríamos 40 minutos más…
La catedral de Winchester es la catedral gótica más larga de Europa ( “el más” de Winchester). Es un edifico gótico inglés de gran belleza. Hay que reconocer que las catedrales inglesas son realmente impresionantes.

En el interior de la catedral se encuentra enterrada Jane Austen, para los amantes de su literatura. Son muchos los que se acercan para visitar su tumba y, aunque nuestro guía puso mucho énfasis en la historia, de nuestro grupo, nadie parecía realmente emocionado con ella. Diremos también, para los que hayáis visto la película del Código Da Vinci, que aquí se rodaron algunas escenas.
Al final, la visita de la catedral de Winchester nos lleva casi 2 horas. Empezamos a dudar sobre el tiempo del aparcamiento. No nos queda mucho pero comenzamos a pasear por Winchester.

Otro de los atractivos de los que se habla es de la Mesa Redonda del Rey Arturo. Como buenos turistas, no vamos a dejarlo pasar pero si os somos sinceros, el tema como tal no nos toca la patata. Y eso que días después nos dedicamos a leer todo lo que se cuenta y se dice sobre el Rey Arturo, esa historia ficción-leyenda tan perturbadora. La “supuesta mesa” no es la original, eso ponen, lo que hace que aún nos preguntemos ¿Cómo iba a ser la original si el Rey Arturo no existió? Nos faltan conocimientos en la materia, lo sentimos. En fín, está alojada en el Great Hall, el Gran Salón de lo que queda del antiguo Castillo de Winchester. Otros restos de este castillo se encuentran repartidos por la plaza donde se encuentra esta sala.

El Gran Salón, de aspecto medieval, tiene colgado en sus paredes, desde hace cientos de años, la llamada Mesa Redonda del Rey Arturo. Una mesa que mandó construir el rey como réplica de la de las leyendas y que, originalmente, era monocromática hasta que se mandó pintar. Los árboles con los que está hecha la mesa, tras estudios, se llegó a la conclusión que son del s.XIII.
Dentro del salón, además, hay una escultura de la reina Victoria y una pequeña puerta que da salida a un coqueto jardín, el jardín de la reina Eleanor, con arbustos y plantas aromáticas, muy acogedor, que recrea los jardines medievales.

Salimos de allí. Teníamos apuntado que había que ver el castillo y, junto con el Grat Hall, al que entramos gratuitamente, encontramos enfrente unas escaleritas que dan acceso a más ruinas del castillo. Un simple pasadizo con 3 o 4 recovecos. Miramos varias veces alrededor e intentamos visualizar lo que habría sido la antigua fortaleza, que también fue residencia real.

Desde ahí, nos dirigimos a la Wesgate, uno de los antiguos accesos a la ciudad. Se puede entrar en su interior, donde alberga una especie de museo en el que te puedes llegar a disfrazar de época medieval. Si subís hasta arriba podéis tener unas vistas de la calle principal de Winchester.

Continuamos paseando, ahora vamos en busca de la casa donde vivió los últimos años de su vida Jane Austen. Y, gracias a buscar este rincón, descubrimos nuevas callejuelas y secretos que se encuentran en Winchester. Porque sí, nos perdemos. Buscar la Casa de Jane Austen, aparentemente, solo te lleva a una cosa, a divisar su fachada, ya que hoy en día es residencia privada. Teníamos la ubicación pero, por unas cosas u otras, damos muchas vueltas para llegar.

Esas vueltas nos conducen a una zona con un aire aún más medieval, callejuelas y zonas verdes. Encontramos la casa, la miramos, la fotografiamos (solo como prueba de que estuvimos allí), y reconocemos que tampoco nos vibra el corazón, no somos fans incondicionales, pero nos sentimos satisfechos de haberla encontrado. Jane Austen fue la responsable de que viéramos esa otra parte de Winchester.

Atravesamos otro de sus arcos medievales y continuamos por la calle de su casa hasta llegar a los restos de otro antiguo castillo. El antiguo castillo Wolvesey. Este castillo era el palacio de obispos. Levantado en el s.XII y destruido por la guerra a mediados del s.XX. A su lado se pueden ver las nuevas residencias obispales.

Nos gusta la visita a las ruinas de este castillo. Son la típicas ruinas que te hacen volar la imaginación. Es una visita gratuita y está indicado con carteles, lo que se supone que era cada estancia.
Cuando miramos el reloj, comienza el caos. Un caos infinito en el que nos vemos lejos, muy lejos del aparcamiento, y con la hora del ticket pasada.

Caminamos muy rápido y nos desorientamos. Nos cuesta encontrar el aparcamiento, y cuando llegamos ha pasado un buen rato. No hay rastro de multa y, hasta la fecha, sigue sin haberlo. Shssssss…
Era la hora de comer, para nosotros al menos, el resto yo creo que ya andaban comidos. Nos planteamos, ya que el tiempo acompañaba, subir a la Colina de St Catherine, desde donde, por lo visto, se tienen buenas vistas, perfecto para tomar nuestro tentempié. Pero subir se complica. El GPS se desorienta, el tráfico inverso colabora para dificultar el callejear y rectificar. Y por primera vez acabamos con el coche aparcado al lado de la maleza tomándonos un triste sandwich en su interior.A costa de esto nos echamos unas risas.

Nuestro planning incluía la tarde en Salisbury pero vemos que es pronto y que el día siguiente lo teníamos bastante apretado. Así que, nos planteamos dar un giro en el último momento y apostar por visitar Old Sharum y Stongenhe, dos lugares que tienen horario de apertura y cierre.
El mayor problema lo presentaba Stongenhe. Se supone que, en temporada alta, la afluencia de visitas es muy alta. En la web, recomendaban reservar la visita porque, si no, había probabilidades de no poder verlo. Nosotros no reservamos, porque no nos fiábamos de nosotros mismos, dado que el viaje es constantemente en movimiento. Decidimos arriesgar.
Como decíamos en Preparando el Viaje, el tráfico en Inglaterra en agosto, al menos, es impresionante. Llegar desde Winchester a Old Sharum fue intenso, pero llegar a Stonehenge fue vivir atascos de los 80, de los de abrir la puerta y salir al arcén, de los de hacer amigos con las ventanillas vecinas (ocurrió, sí) ¡Atascos de verdad!
De Winchester a Old Sarum hay unos 45 minutos en condiciones normales. Nosotros tardamos algo más porque a los problemas habituales había que sumar que era sábado. Excelente día para visitar puntos turísticos...

Old Sarum suena como a “Señor de los Anillos”, como a ciudad importante y con poder envuelta en un halo de ficción. Realmente, Old Sarum es el antiguo emplazamiento en el que se encontraba lo que hoy es Salisbury.
Si buscáis imágenes en la red, veréis que la vista aérea de los restos que quedan de esta ciudad es bastante sorprendente, y a nosotros la idea de entrar a verla nos llamó la atención. A día de hoy, bajo nuestra experiencia, no merece la pena, es la gran decepción del viaje. Y, sinceramente, no porque tuviéramos puestas grandes expectativas, sino porque nos pareció un robo.
Como también os comentamos al principio, existe una Tarjeta Pass, si la adquirís porque al echar cuentas os interese, Old Sarum está incluida y, en ese caso, igual si vais bien de tiempo pueda ser una oportunidad, pero solo si vais bien de tiempo.
Para aquellos, como nosotros, que no hayáis sacado la tarjeta, la entrada a Old Sarum es de 5 libras. Una vez visto por fotografía la vista aérea del lugar, lo que encuentras al ras del suelo son unas amplias praderas verdes delimitadas por unas murallas que marcan la redondez del territorio. Luego, restos de antiguas casa o palacios (pocos) y, personalmente, lo que sí que nos impresionó fue ver desde la muralla de la antigua ciudad los restos de la antigua catedral, que se manifestaban como un dibujo sobre el terreno donde se delimitaba perfectamente la planta de la misma.

Apenas 3 ó 4 edificios muy derruidos quedan de lo que fue la Old Sarum de ayer, antes de mudarse al actual Salisbury. 5 libras por persona por una visita que no incluye ni una audioguía o un mínimo folleto explicando la importancia de ese antiguo asentamiento normando, donde el rey mandó construir palacio y catedral. Luego, para un mejor abastecimiento y comunicación la ciudad se trasladó, como os comentábamos, a Salisbury, que se encuentra a unos 3 km del lugar, y se puede divisar perfectamente desde esta colina. Hay un libro, que he leído con posterioridad, de Edward Ruthefurd, llamado Sarum que me ha hecho darme cuenta de la importancia de este asentamiento en la Historia.

Como os decimos, para nosotros una visita perfectamente prescindible, porque ni las ruinas nos parecieron especialmente interesantes, dentro de nuestro escaso saber, ni te ilustran sobre ellas.
Desde Old Sarum, refunfuñando por la visita realizada, nos dirigimos a Stonehenge. Nos tragamos ese atasco largo y el reloj juega en nuestra contra. Las nubes salen a pasear y un ligero chispeo amenaza. Ese sería el inicio de los días de lluvia…
El aparcamiento de Stonhenge está a reventar. No tenemos muchas esperanzas, apenas quedan 20 minutos para el cierre de taquillas y hay mucha cola. Nos ponemos y esperamos. Una carrera a contrarreloj donde no nos atrevemos a mirarlo. Finalmente nos da tiempo y, sí, conseguimos nuestros pases.

El precio de la entrada es 13,50 libras e incluye audioguía. Desde el centro de visitantes te acercan hasta el monumento megalítico en una especie de trenecito que parece de la misma época que las piedras “magnéticas” que vamos a visitar.
Una vez que descendemos del tren, arriba no hay tanta gente. Se nota que es última hora de la tarde y que se ha puesto a llover. Esto, para nosotros, dado que la lluvia no es fuerte, no resulta un impedimento, nos parece una ventaja. Y al cabo de 10 minutos de estar allí, podemos disfrutar del lugar sin demasiada multitud, aunque con paraguas.

Stonhenge es un monumento megalítico alrededor del que existen muchas supersticiones. Es una construcción que data del neolítico, y nosotros ya solo por eso nos atrae un montón contemplar. Está acordonada por lo que no puedes caminar entre las piedras. 
En el libro del que os hablábamos antes, Sarum, también se relata el origen de este monumento milenario y cómo ha estado vinculado a Dioses, sacrificios y astronomía, aunque no hay una versión oficial del motivo de su construcción. Hoy en día, el solsticio de verano es una fiesta grande en Stonhenge, allí se hacen celebraciones y se considera uno de los lugares más enigmáticos y mágicos para ver amanecer en esa fecha.

Así, de forma milagrosa, finalmente hemos conseguido hacer un tetris improvisado de planes y acabar el día con un montón de experiencias nuevas.
De Stonehenge, ponemos rumbo hacia Salisbury, buscamos nuestro alojamiento. No está en la ciudad, está a las afueras, a 15 kilómetros. El elegido fue The Penrudkke Arms. Este alojamiento fue un impacto total. Partiendo de la gran diferencia entre los de Escocia y los de Inglaterra al mismo precio, e interiorizada esta diferencia, éste aún era peor. El acceso a las habitaciones era por el exterior del pub-restaurante, entre la colada, los juguetes tirados por el suelo del jardín, los manteles… Esa habitación que incluía el baño también enmoquetado. Esa cisterna que cada vez que le dabas al botón temblaba el mismísimo Stonehenge… Ese taller textil clandestino que había entre las 4 paredes con las arañas contratadas tejiendo sin descanso en cada rincón… Muy cutre. El personal amable y el restaurante del lugar, para cenar bastante aceptable, eso sí… Así que, por lo menos, cenamos bien a un precio muy razonable, dormimos acompañados con las trabajadoras arácnidas clandestinas y, por suerte, solo tuvimos que pasar una noche allí.

Al día siguiente, viajábamos hacia Bristol, con unas paradas previas de ensueño. En Bristol, estableceríamos nuestro campamento durante 3 noches consecutivas. Para ver las sorpresas que nos depararían, había que esperar al día siguiente.
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