13 días por el sur de Inglaterra. Día 8: recorriendo los Cotswolds (Campiña inglesa)

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
Teníamos muchísimas ganas de poder hacer algunas paradas por los Cotswolds. Un recorrido rural por una zona llena de encanto británico. ¿A quién no le apetece parar en pueblecitos de cuento?

 Los Cotswolds son la zona que va, más o menos, desde Bath hasta Stratford Upon Avon, que sería uno de los pueblos que establecería límite por el norte, y que se caracterizan por la forma del terreno. Son una especie de colinas suaves, con ríos, praderas verdes, ganado pastando, campos de cultivo y, todo ello, salpicado de pueblecitos muy similares que se reparten por el área. La piedra utilizada para la construcción de estas viviendas es la extraída de la zona y, como pasaba en Bath, que visitamos el día anterior, se trata de una piedra caliza que da un tono medio dorado a las fachadas. Casonas, granjas, cottage, mansiones… Se ha convertido en una zona muy cotizada y los hoteles que se reparten por muchas de las pequeñas aldeas son de precios muy elevados. También son muchos actores británicos, así como gente bien posicionada, los que tienen su lugar de descanso y retiro en esta zona de Inglaterra.
Los Costwold invaden varios condados y son muchísimos los pequeños pueblos que forman parte de ellos. Así que nosotros nos vimos obligados a hacer una selección de ellos, procurando no escoger los más parecidos entre sí.

Abandonamos Bristol por la mañana bastante temprano. Nuestra primera parada es Birbury. Birbury compite con Castle Combe como pueblo más bonito de Inglaterra. Y nosotros tras haber visto los dos no sabemos decidirnos.
Para salir de Bristol tomamos la autopista para, en un rato, adentrarnos en las carreteras comarcales que, si bien son un poco más estresantes, también son muchísimo más bonitas. Tardamos aproximadamente 1 hora en llegar.

La primera impresión, antes de bajarnos del coche, fue de terror. Amigos japoneses, si nos leéis no nos malinterpretéis, pero es que llegáis muchos de golpe. Y es que eso es lo que vimos. Nosotros pensando que estábamos en la plácida y tranquila campiña y estaba todo lleno, lleno, lleno, sobre todo, de turistas japoneses que, al viajar en grupo y multitud, parece que aún son más.

Por suerte en el río Coln, que cruza el pueblo, una nutria (y esta vez una nutria de verdad, no como la de Escocia, lo cual demuestra la calidad de las aguas) apareció en nuestra vida haciendo chorradillas y, al entretenernos mirándola, conseguimos alejarnos de la multitud.

La imagen típica de Bibury es Arlington Row, una pequeña calle que sale al otro lado del pequeño puentecito dónde se hallaba la nutria y que muestra una hilera de casas perfectamente alineadas, con esos tejados negros y pared color miel tan características.Son originarias del s.XVII y eran viviendas de tejedores.

Desde luego, es un lugar muy fotogénico. Si no fuera porque no estamos solos, parece un rincón del mundo apartado de todo. Aquí se rodó alguna escena del Diario de Bridget Jones.

Si se continúa recto sin desviarse a la derecha hacia Arlington Row, se llega a la iglesia del pueblo, pasando antes por su plaza. Alrededor de ella, y abierto al público el cementerio.

No esperéis de Bibury un pueblo grande, apenas son unas casas repartidas pero ¡Cómo están repartidas! entre el verde de las praderas, las flores, el río. Fijaos en los detalles, los carteles, los buzones, las tuberías, todo está cuidado al máximo detalle. Un paseo totalmente gratificante.
En Bibury, aparcamos en el a calle que está pegada al pequeño riachuelo. Allí el aparcamiento era libre y gratuito.
Siguiente parada, Bourton on the Water, la también llamada Venecia de los Cotswolds. A ver, este seudónimo que le han puesto de Venecia de los Cotswolds no está bien pensado, porque genera unas expectativas que luego no hacen justicia a la realidad. Y la realidad es bonita y agradable, es una lástima que las expectativas se la pueda cargar. Así que nosotros lo llamaremos Bourton on the Water, o el pueblo de los cotswolds atravesado por un río, el Windrush, que lo cruzan numerosos puentes.

Este pueblo es más grande que Bibury pero no dejan de ser 3 calles, aunque mucho más pobladas. Está a unos 25 minutos del anterior. Para llegar a él seguimos recorriendo los cotswolds en el coche y disfrutando muchísimo de la experiencia.
De hecho, el día nos acompaña y hace un sol con el que brilla más el verde de los campos y resaltan más las ovejas en las praderas. En el camino atravesamos otras pequeñas aldeas que guardan mucha homogeneidad con las anteriores. Nos incita a subir la música en el coche y bajar las ventanillas...

Bourton on the Water a nuestra llegada está llenísimo de gente. Es casi la hora de comer británica. Dejamos el vehículo estacionado en un aparcamiento que hay en la entrada cuyo pavimento es la hierba. Vamos, lo que viene a ser, dejar el coche en el campo; 4 libras todo el día. Como no hay otra opción, aunque solo vayamos a estar un rato, es la que tomamos.

En escasos minutos estamos en la calle principal. Allí hay unos baños públicos de pago, por si alguno lo necesitáis saber.
En la propia calle se ve como la gente se agolpa alrededor del río que, por cierto, está como canalizado. Alllí, el mundo ha sacado sus picnics, los niños pasean con los pies entre morados y granates por encima de las rocas del agua, algunos descalzos y otros vienen equipados con sus sandalias cangrejeras. Los perros corretean y nos llama la atención, una vez más, lo integrados que están estos animales en otros países. Hay platos de agua para ellos en la calle y a nadie parece molestar su presencia. Nos gusta.

Tras pasear un rato por las callecitas, pasar por la puerta de su museo del automóvil y contemplar los jardines de las casas, nos sentamos en el verde del río al lado de otras tantas personas, y nos dedicamos a comer y dar pan a los patos. Muy bonito, lo mismo que hacían las señoras de 80 años que estaban a unos metros de nosotros. Generaciones unidas por los Cotswolds.

Ese sería nuestro último picnic del viaje y la verdad que en Bourton on the Water nos pareció un lugar perfecto para tomar esta opción, fue realmente agradable.

Bueno, pues decidimos que el café nos lo vamos a tomar en otro lugar en Stow on the Wold. Ese fue el tercer pueblo elegido para nuestra parada, a unos 10 minutos de donde estábamos.
Y bueno, como ya hemos contado, una vez que llega el mediodía en nuestra visita a Inglaterra, llegan las nubes, y ese día aunque pintaba más soleado no iba a ser diferente. En los escasos 10 minutos que separa una localidad de otra, aparecen las precipitaciones.

En Stow on the Wold hay un a aparcamiento en uno de los extremos del pueblo, esta vez sí que está asfaltado y, por cierto, es bastante pequeño. Dejamos el vehículo y comenzamos a subir su calle que tiene una pendiente, que tras comer, se convierte en cansada…

Stow on the Wold fue un pueblo que no disfrutamos como se merece y la culpa no la tenía él. De nuevo, era un rincón con encanto pero a nosotros nos pilló con ese sopor que entra a veces después de comer que parece que te arranca hasta las fuerzas para un último suspiro. El caso es que café no tomamos, algo que deberíamos hecho en ese momento, y proseguimos la visita.

La plaza de Stow on the Wold, la plaza del Mercado, es muy amplia, allí se llegaron a congregar en el s.XIV más de 20.000 ovejas. Y es que este lugar fue pionero en las ferias de ganado. Su ubicación en lo alto de una colina y siendo la confluencia de 7 caminos lo convirtió en un núcleo estratégico en la zona.

Es conocida la entrada de su iglesia de St. Edwards, con los troncos a sus lados y en la que se dice que se inspiró el Señor de los Anillos.
Los detalles de las fachadas, las callejuelas, los escaparates… A pesar del cansancio, somos conscientes de que estamos consiguiendo lo que buscábamos, paradas en los Cotswolds diferentes unas de otras.

Desde Stow on the Wold viajamos de nuevo por las carreteras que se deslizan por las colinas de los Cotswolds, totalmente integrados en la campiña inglesa, donde cada detalle está perfectamente mimado, y llegamos a Chipping Campden (nos encanta el nombre, intentad decidlo 3 veces seguidas, las risas están aseguradas). Se encuentra a unos 15 minutos más o menos.
Igual que en Escocia nos pasamos el viaje buscando sus famosas vacas con flequillo, en la excursión de este día teníamos muchas ganas de ver de cerca alguna de las construcciones típicas y ya prohibidas de la zona. Las famosas casas de tejado de paja que parece casi una peluca. Ya son pocas las que quedan, está prohibida su construcción por riesgo de incendio. De hecho, las que sobreviven tienen el tejado cubierto por una red metálica para impedir que salten chispas. Alguna encontramos en el camino…

En nuestra llegada a Chipping Campden, el GPS nos llevó por la zona trasera del núcleo, por una zona residencial donde pudimos aparcar sin problema y sin parquímetro. Algo que os recomendamos, porque en la zona central hay que utilizar parquímetros y, por lo que llevábamos apuntado, además estos no dan vueltas.

A los pocos pasos, cayó una gota y en cuestión de 3 minutos el cielo se derrumbaba sobre nosotros con tal intensidad que solo pudimos meternos debajo de un puentecillo que encontramos y compartimos con algún que otro peatón. No había paraguas ni capucha que soportara ese torrente de agua.
Por suerte, desde debajo de nuestro tejadillo podíamos ver como a tan solo unos metros parecía haber un lugar donde poder tomar un café caliente. Era el momento de hacer una parada, dejar a las nubes que descargaran su ira en total libertad mientras nos relajábamos plácidamente.
Entramos en el Noe Arms Hotel, un local con decoración inglesa, silloncitos ingleses, mesas redondas inglesas, moqueta inglesa, café caliente y un aroma a bizcocho que quitaba el sentido. Estuvimos allí una media hora o más, relajados en unos de esos sillones que te envuelven los riñones, viendo a través de la ventana como caía el agua sin parar y, a nuestro alrededor, otros estaban con sus portátiles, libros de lectura o una charla amena (suponemos).

Chipping Campden tiene su calle principal en High Street (cómo no). En el centro de ella se encuentra la estructura de madera de su antiguo mercado del s.XVII. Nos detenemos un rato allí, esta localidad fue un centro comercial importante.

Luego paseamos a lo largo de la calle fijándonos de nuevo en todos los detalles, los bancos, los carteles, escaparates. Tras la lluvias, y después de ese café reconfortante, el paseo era una maravilla. El sol salía ya con esa tonalidad anaranjada del atardecer de un verano tras una tormenta, las fachadas parecían cubiertas de miel con ese tono suave anaranjado, los charcos de la calle reflejaban las casas de esa campiña cuidada.

Paseamos un buen rato con una sensación de felicidad absoluta. Llegamos hasta la iglesia de la localidad, de nuevo rodeada por un cementerio. Entramos en su interior, apenas unos minutos y volvemos a salir fuera a respirar ese aire fresco y tranquilo. No había demasiada gente en el lugar.

Miramos un par de veces más a nuestro alrededor para fijar bien todas esas imágenes y vamos tomando rumbo hacia nuestro próximo destino, donde ya haríamos noche: Stratford Upon Avon.
Saliendo de Chipping Campden, encontramos un par de tejados de esos que nos llaman tanto la atención, los de la paja, y no podemos resistirlo, hay que parar para sacar alguna foto. “El que no escribe” se queda al volante aparcado en un vado y yo corro calle arriba en busca del tejado.

En llegar a Stratford Upon Avon, en el condado de Warwickshire, se tarda unos 25 minutos más o menos. 
Una de las cosas que lo ha hecho especialmente popular es que es el lugar de nacimiento de Shakespeare, aunque hay cosas que a nosotros nos llaman la atención de éste lugar más que eso.

Lo primero que hacemos es acercarnos a nuestro alojamiento, una Guest and House situada en la misma localidad y que incluye aparcamiento. El alojamiento elegido es Salamander Guest House. A ver, de nuevo, no hemos dado con un alojamiento de estos que marcan tu existencia, ni para bien, ni para mal, está en la mediocridad. La atención que recibimos es muy buena, nos recomiendan qué ver. Pedimos una recomendación para cenar de algún pub típico de la zona y nos envían a uno que nos gustó bastante. La habitación que nos asignan es una cuádruple que, para nosotros dos solos, tiene un espacio inmenso como algo positivo pero, como negativo, da una sensación bastante desangelada. El mayor inconveniente de este alojamiento se encuentra en el baño, la ducha no tiene apenas presión y, cuando decimos apenas, es una calificación bastante generosa con la situación. El desayuno es aceptable y wifi gratuita. Pero la gran ventaja es su ubicación, ya que a 5 minutos caminando estás en el centro y también, no solo que puede aparcar en el parking, sino que al día siguiente, te dejan dejar el coche allí hasta la 1 de la tarde, con lo cual aunque hagas el check out, puedes quedarte en la localidad haciendo visitas sin preocupación por el vehículo. Como resumen, es un lugar “suficiente”, práctico para una noche. Un básico con el gran problema de la ducha.
Una vez instalados en la habitación y, tras unos 15 minutos de charla con la anfitriona, nos disponemos a darnos una vuelta por esta localidad. Nos da una llave para entrar por la noche.

Los puntos más visitados están relacionados con Shakespeare y su familia. Dada nuestra hora de llegada, todo está cerrado y nuestra única intención es pasear por el pueblo antes de la cena.

Stratford Upon Avon tiene una apariencia muy similar a la que ostentaba en el s.XVI. En este lugar quedan atrás las casas con fachadas doradas y tejados de pizarra, para dar paso a un estilo muy diferente, el estilo Tudor, con sus travesaños de madera.

Casi todo ronda en torno al literato. Nosotros, en principio, teníamos intención de visitar la casa natal de Shakespeare en la mañana siguiente, antes de salir al próximo destino, pero antes de acostarnos la descartamos. En el fondo, no nos sentíamos especialmente atraídos por la recreación del interior de la vivienda y nos quedamos más que satisfechos con el jugo que sacamos a la ciudad de Stratford Upon Avon durante el rato que estuvimos el día de llegada. Pero Stratford Upon Avon tiene una colección de viviendas del entorno familiar shakesperiano para todos los gustos, este es el pack más habitual: Hall's Croft, New Place & Nash's House, Shakespeare's Birthplace, Shakespeare's Grave (precio 15,95 libras).

La luz del atardecer siempre es buena cómplice para embellecer las imágenes. Y aquel día, durante un par de horas disfrutamos muchísimo por esa ciudad que parecía solitaria…
No encontramos a casi nadie en una de las calles principales, no serían más de las 7 ó 7.30 y todo el mundo parecía ya recogido. Nosotros en cambio no podíamos parar…

Hay casas con más de 500 años de antigüedad, merece la pena callejear y callejear. Dejarte llevar porque el lugar tiene un encanto especial y diferente a lo que veníamos viendo. Nos llama mucho la atención cómo, en ese día, nos habíamos encontrados varias Sheep’s Street en los diferentes pueblos. Lo cual no deja duda alguna de la importancia de las ovejas por estas tierras.

Durante el paseo, la luz se nos va echando encima cuando estamos llegando al río Avon, río que atraviesa la zona y donde podemos encontrar diferentes embarcaciones. Este río se convierte, en algunas zonas, en una especie de canales.

Cuando vemos que casi no podemos tirar fotos por la oscuridad somos conscientes de que igual se nos ha hecho demasiado tarde para cenar en Inglaterra. Pero por suerte en el lugar que nos habían recomendado Old Tach Tavern hay una mesa perfecta para nosotros.
Este es un local con una decoración típica inglesa, muy cálido, bastante ornamentado, madera y una atención amable. La comida de tipo casera, muy abundante y caliente, como si viniera del mismísimo núcleo terrestre, de eso que según se acerca el alimento a la lengua ya sientes como ésta se ha encrespado y rasca como un nanas a recién estrenar.

Nos gustó mucho, dos platos y dos bebidas por 25 libras. Lo pasamos muy bien y lo más importante estuvimos muy a gusto…
Desde allí, un plácido paseo hasta el alojamiento. 
El recorrido por los Cotswolds ha sido una experiencia estupenda. Acabamos algo cansados pero muy satisfechos con el transcurso del día. Muy lejos quedaba en nuestra memoria el comienzo de la mañana cuando mirábamos la nutria de Bibury. Al día siguiente, nuestro destino era muy diferente a ese mundo rural británico, se trataba de una ciudad con mucho que ver… Oxford.
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