Mientras ayer miraba hacia delante y me propuse esas metas de nuevo año que tanto me gusta plantearme (y desarrollar), hoy quiero echar un vistazo a los últimos 12 meses de mi vida. Fueron meses en los que he continuada mi vida nómada, fue el primera año descubriendo Latinoamérica, y fueron meses en los que profesionalmente he avanzado y aprendido mucho, tras asumir nuevas responsabilidades. No siempre fue fácil combinar ambos, vino con mucho cansancio y falta de horas de sueño, pero mientras el cuerpo me lo permita, seguiré así.
También hubo cuatro meses de familia y amigos, que no pueden faltar ningún año. Hubo meses de mi hermana pequeña, que ya es más alta que yo. De noticias tristes en las vidas de gente cercana. También ha sido un año en el que, orgullosamente, he visto a muchos de mis grandes amigos avanzar profesionalmente, cambiar asuntos en sus vidas y veo que, poco a poco, todos vamos encontrando nuestros caminos, o simplemente la forma de vivir como nos da la gana, lo que me encanta. Será que rondamos los 30 años de vida y eso ayuda a conocernos mejor. Un año en el que recordé lo bien que sienta el amor.
Comencé el año bailando salsa en la ciudad colombiana de Cali. Y lo termino en un caluroso Buenos Aires sin aún un plan fijo para la fiesta de esta noche. Pero con muchas opciones. Subí montañas, crucé ríos, entre ellos el Amazonas, y el Océano Atlántico, dos veces, y me estresé en varias ciudades enormes, me bañé en playas espectaculares. Me reí mucho, abracé aún más y bailé como nunca antes. Y, si recuerdo bien, no dormí en la misma cama ni tres semanas seguidas.
Caótica Bogotá. Pacifico Ecuador. Hermoso eje cafetero. Divertido Carnaval de Barranquilla. Disfruté de las tradiciones colombianas en Boyacá y en el Huila. Subí a un volcán (Azufral) y me reencontré con una amiga en el tradicional carnaval de Pasto (si estáis por Colombia estos días, no dudéis en visitarlo). Y crucé el Amazonas. Nunca lo podré olvidar. Me decepcioné del comunismo mal gestionado en Cuba y, sobre todo de un turismo insostenible, de visitantes del mundo, que no piensan en los cubanos ni en la maravilla de sus cayos, cuando deciden visitar la maravillosa isla y pagar dinero a los resorts internacionales. Conocí uno de los países de mis sueños, Brasil y descubrí que me encanta. Y que lo quiero seguir descubriéndolo en el futuro. Disfruté de mi Asturias, mi hermana, familia, amigos. La recorrí todo lo que pude y me comí algún que otro arroz con bogavante. Disfruté de nuevo de mi Madrid. Como lo hacía antes, en mis años de universidad. Me reencontré con mis ‘chuskis de la universidad’ para comprobar que cuando hay amistad real, el tiempo no hace mella. Y le mostré a mi catalana favorita una de nuestras fiestas tradicionales asturianas. Y en este año aprendí a montar a caballo. Yo, miedosa como soy desde siempre, puedo sentarme encima de un caballo y hasta trotar montañas.
Regresé a la Yugoslavia de mis amores. Volví a escuchar la música y el idioma que realmente me hace sentir como si estuviera en casa. Sólo pudo ser Serbia y Bosnia esta vez. Me reencontré con Sarajevo más de 3 años después de vivir allí, para comprobar cómo la vida sigue. Bastante igual. Pero sigue y avanza lentamente. Hasta pude pasar unos días en Abu Dhabi, la ciudad creada en el desierto y pasear en autobús y conocer a Filipinos que, aunque explotado en un país de ricos, parecen contentos, porque antes, en su país, no les iba mejor. Y regresé a América Latina.
Fue un bonito año. Agotador, la verdad. Pero creo que ya no sé vivir de otra manera. Aquí, los mejores lugares que mi mente recuerda de este año:
Páramo en Tolima, Colombia. Más de 4.000 metros de altura.
Preciosa y asfixiantes Habana Vieja.
El tradicional, y maravilloso, deparamento de Boyacá.
Volcán del Azufral.
Parque Tayrona
Valle del Cócora. Colombia
Cataratas del Iguazú. Argentina
Desierto de Tatacoa en Huila.
San Rafael. Colombia. Aún sin descubrir ni explotar turísticamente. Y espero que por muchos años.
Mi pueblo, El Entrego. Como no.
Boyacá rural.
Casi 3 semanas viviendo en la favela de Vidigal. Pacificada. Con gente alegre y muy hospitalaria
Puesta de sol del Amazonas.