Pero después de un tiempo con más malos momentos que buenos, ha habido algo que me ha sacado adelante. A mí y a otros muchos. Pero hoy estoy aquí para hablar de mí. Y de nadie más. Así de egocéntrica me siento.
Sin pecar de cursi -que sí, lo soy bastante, no me importa reconocerlo- he descubierto que ese algo que te saca adelante, que te eleva del pozo de la desesperación -y olé con el dramatismo-, es el amor. Eso mismo. Roma pero al revés.
Tras una bronca colosal, de esas que más vale no tener platos u objetos punzantes a tu alrededor, de las que lloras ríos, mares y océanos, un buen amigo, en su inútil intento por hacerme sentir mejor, me dijo lo siguiente: "Tienes suerte, te puedes ir cuando quieras".
Y cuánta razón. De eso de las relaciones te puedes ir cuando quieras, pero el caso es que yo no quiero. Y no quiero por 300 razones que ocuparían alguna que otra página más que "Cien años de soledad", así que me limitaré a 13.
Y aquí van...
1.- Me quedo porque no creo en el "forever in love", ni en el "para siempre juntos", ni en ningún tipo de promesa condenada a acabar envolviendo pescado. Pero sí que creo que día a día se hace un siempre. Y eso es lo que me das, un día, y después otro.
2.- Me quedo porque puedo estar sin ti. Lo sé. Eso de "sin ti me muero" (o Can't leave without you, para los bilingües), es otro bulo inventado por los pedantes autores de las canciones de Mariah Carey. Quedamos en que por poder puedo, pero creo que la vida es mejor a tu lado. Y seamos realistas, ¿para qué voy a vivir sin ti pudiendo vivir contigo?
3.- Me quedo porque has conseguido resetear mi cabeza, formatear mi memoria ram, rim y rom. Y ya pocos recuerdos me quedan de una vida en la que tú no estabas. Tirando de tópicos, mi vida actual, la que soy ahora mismo, la que tienes ante ti, empezó a vivir en el momento en el que entraste en su vida. Eso sí, sin confusiones. Era yo antes de ti y lo puedo seguir siendo después. Pero volvemos a lo de siempre: no quiero.
4.- Me quedo porque algún artista callejero ha decidido plasmar tu nombre en frente de la oficina. Podría haber dibujado una choni pechugona, o algún eslogan apolítico, pero no, decidió escribir tu nombre, que seguramente será el suyo, así muy molongo, lleno de colores y tan grande que probablemente lo capte el satélite de Google. Yo, desde luego, lo capto todos los días.
5.- Me quedo porque me lo paso bien. Más que eso. Contigo me lo paso extremadamente bien. Jamás me había reído tanto, ni me había sentido tan viva -que sí, que o estás vivo o estás muerto, pero es una forma de hablar, ya me entendéis-. Qué importante es pasárselo bien, ya me lo decía mi madre. Si no te ríes, entonces vete, que puedes.
6.- Me quedo porque somos diferentes. Porque a ti te gusta una cosa y a mí otra. Pero he ahí el secreto, queridos. Lo de que las parejas sean iguales, tipo los Beckham, ya no se lleva. Está pasado de moda, fuera, out, au revoir. La chispa está en compartir las diferencias, en conocer en el otro lo desconocido. Y será por todo lo que descubro cada día. Me has enseñado que también se puede ir de crucero subido en un coche y que los zombies pueden ser muy graciosos. Y un trillón de cosas más, que me guardo para mí.
7.- Me quedo porque te ríes de ti mismo. Y qué le voy a hacer, eso me enamora, día sí y día también.