Cuando mis hijos llegaron a mi vida, empecé a entender a mis padres. Un día los vi como personas, así como mi marido y yo, que hacían lo posible por formar una familia y darnos una oportunidad en esta vida, con todo lo que traían en su interior. Ellos eran jóvenes cuando arrancaron con esta experiencia y así y todo, con aciertos y desaciertos, lograron mantenernos unidos, darnos una vida más que digna y una familia hermosa.
Tengo que confesar que no fue todo color de rosa y que en varios momentos juré y perjuré que no iba a hacer nunca lo que ellos habían hecho conmigo o con mis hermanos. Pero cuando nos transformamos en madres, la perspectiva cambia y aceptamos que no solo tenían razón sino que incluso lo hicieron mejor que nosotras en muchas ocasiones.
Hoy quiero agradecer porque mis padres son mi orgullo. No deseo que cambien, no quiero que dejen de ser de alguna manera. Los quiero cerca de mis hijos porque son los mejores abuelos que pueden tener mis hijos. Su amor es infinito y las enseñanzas y experiencias que logran con ellos son únicas.
Estas son 14 lecciones que me quedaron en el corazón:
- Que con esfuerzo y constancia se puede conseguir lo que uno se propone.
- Que el dinero va y viene, pero que las experiencias, el amor y los aprendizajes quedan.
- Que no hay que hacer de todo un drama y se debe mirar en perspectiva.
- Que nunca se termina de estudiar porque siempre hay algo nuevo por aprender.
- Que el respeto, la moral y la ética no pasan de moda y deben marcar la vida.
- Que la familia es lo más importante, sincero y real y que ama, acepta y promueve el bienestar sincero.
- Que el orden de la casa, así como de la vida, hace que se encuentre lo que se busca de manera más fácil.
- Que el amor hace bien y que el sufrimiento se contradice con el amor verdadero.
- Que rodearse con gente buena y amigos sinceros hará recorrer el camino acompañada y feliz.
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