- La saludaríamos con la mano a 20 km de la frontera en Koro.
Así lo hicimos esa mañana. Ya solo quedaba comenzar a retroceder.
El Patrol y el R19 lo habían hecho hacía días.La Westfalia y ''la bicha mala'' (H1) habían tenido que empezar la vuelta en Bandiagara pues la Hyundai se había puesto en rebeldía y se manifestaba con ruidos preocupantes de toda clase.Y ahora nos llegaba el turno a nosotros, el ''Kambalengue Team'', formado por dos motos, una Mitsu y 5 ''pishas'' que no se cansaban de las rutas alternativas con tal de no retroceder sobre los mismos pasos.
Previa consulta por el estado del nuevo camino (queríamos evitar tener que perseguir bicicletas hasta Segou) comenzamos a hacer kilómetros por una amplia pista que se abría entre campos de arroz y mijo.
Una de las paradas de ese día sería allí, en un campo de mijo trabajado por mujeres.
Asombrosas mujeres... dedicadas al cuidados de sus hijos, vendiendo, construyendo, trabajando el campo, lavando, pastoreando...
Con sus hijos en la espalda y en la recta final de su nuevo embarazo mientras lavan ropa en el río; transportan enseres sobre sus cabezas, muelen mijo en el campo...
Desde niñas dedicadas al cuidado de sus hermanos mientras recogen agua, venden fruta...
ELLAS SON ÁFRICA
Y tras disfrutar de un rato con ellas, que sonríen y nos hablan mientras golpean con las mazas fuertemente el mijo acumulado en los cuenco de calabaza, seguimos rodando.
Hasta Segou el trayecto fue tranquilo, disfrutando de lo que los caminos de tierra nos ofrecían:
Mali impresiona por su ritmo, por sus paisajes, pos sus ciudades. Pero, sobretodo impresiona, que siendo un país económicamente pobre como pocos, es uno de los humanamente más ricos que he conocido.Rico en espíritu, alegría, orgullo y capacidad de superación.
Mali no decepciona pues en cada rincón siempre te ofrece un momento entrañable.