No habría cine sin Chaplin. Dicho así, tal cual, suena a burrada de las grandes (y lo es) pero podemos explicarlo. Antes de convertirse en un icono mundial, cuyo eco abarca dos siglos, el hombrecito de los andares patosos es un individuo con mil rostros:actor, director, guionista, productor, montador y músico, por supuesto, pero también un chaval británico, criado en condiciones de extrema precariedad por una madre con un grave trastorno mental y por un padre ausente, que lo deja huérfano demasiado pronto. Y no es menos cierto que es un acróbata con un desarrolladísimo instinto cómico que desembarca en los Estados Unidos en 1912 bajo los auspicios de Mack Sennett.
Y no olvidemos al temible Don Juan, tan famoso por usar a sus parejas como actrices (y no acostumbraba a repetir) como por las demandas de paternidad y los incidentes que provocan sus dotes de seductor hasta que llega Oona O’Neill y pone paz. Todo forma parte de su personaje, pero nada traza una relación directa entre Chaplin y cine. Para encontrarla debemos fijarnos en el bombín, en el bigotillo o en el chaleco ajado y polvoriento. La percepción popular del séptimo arte también se construye sobre una constelación de mitos y de iconos reverenciados y comunes en todas las culturas. Charles Chaplin fue uno de los primeros. Pocos como él supieron conectar con los anhelos de un público heterogéneo y cambiante. Antes de que el cine empezara a hablar, cuando aún se asentaban las bases de la narración fílmica, él supo trazar los márgenes del humor y del drama, de la tragedia y de la comedia, como si los grabara en tablas de piedra.
La vida es una escala de grises en su cine, donde la penuria económica se funde con el descaro del superviviente nato, donde la miseria moral de una sociedad contrasta con los anhelos de un hombrecito que no tenía problemas en provocar risa y llanto en la misma película, en la misma secuencia, en la misma escena… Su cine reivindica la dignidad de la clase baja, el posicionamiento del ciudadano de a pie frente a las injusticias de un sistema (político, económico, social) que le atenaza la garganta. Cien años más tarde, aquí seguimos. Chaplin es una estrella total, un artista capaz de armar un puñado de películas que sirven como maniobra de escapismo o como reflexión sobre la sociedad que nos ha tocado vivir incluso hoy, cuando nos parecen tan lejanos sus pantalones de tela basta, sus policías de amplios bigotes y su lenguaje silente. Puede que sea una burrada considerar que no habría cine sin él, pero nadie negará que sin Chaplin, la vida (y el séptimo arte es un pedazo de vida) no sería lo mismo.
1-El origen de todo: Charles Spencer Chaplin nace el 16 de abril de 1889 en Londres. Siendo un niño, antes de enrolarse en la compañía teatral de Fred Karno, el pequeño Charles asiste a una curiosa escena en medio de la calle: como si fuera un espectador de cine, ante sus ojos un grupo de operarios intenta cazar una oveja que se ha escapado y corre libre por el pavimento. El animal es más escurridizo y más tozudo de lo que cabría esperar, y los esforzados trabajadores se enredan en una coreografía de caídas y trompazos. Charles ríe a carcajadas, hasta que la oveja es apresada y sus balidos de terror lo dejan helado: el animal se dirige al matadero. Años más tarde, Chaplin recuerda ese momento en sus memorias y lo fija como la primera influencia, el primer chispazo de vida que lo llevó a mezclar drama y comedia en todo el cine que rodaría en los siguientes cincuenta años.
2-Charlot: Chaplin quita importancia al nacimiento de su personaje más popular, que según él surge del mero acto de seleccionar algunas piezas de vestir del guardarropía de los estudios Keystone. El hombrecillo del bigote corto, el bombín, el bastón de caña y los andares de pato aparece por primera vez en el cortometraje Kid Auto Races in Venice (Henry Lehrman, 1914) y para siempre se le conocerá simplemente como “el vagabundo”.Sólo en España y Francia recibe el nombre de Charlot, surgido de la contracción de su propio apellido y del nombre Pierrot, que designa al payaso serio en la Commediadell’arte.
3-La receta de Chaplin: “Para hacer una comedia sólo necesito una chica guapa, un parque y un policía”. Chaplin aplica su máxima en un considerable número de cortometrajes, rodados bajo contrato de estudios como Keystone, Essanay o Mutual. Su buscavidas es un auténtico subversivo, capaz de cuestionar (y patear) a la autoridad mientras trata de conquistar a la chica de sus sueños y, de paso, llevarse algo de comer al estómago.
4-Ecos de la infancia: El primer largometraje de Chaplin es un claro ejemplo de implicación personal. El chico (1921), la historia de un vagabundo que adopta a un pequeño y se convierte en el mejor padre que alguien pueda soñar, despierta recuerdos de su propia infancia. Chaplin parece encarnar al padre que nunca tuvo, mientras que Edna Purviance puede ser una idealización de su propia madre, una actriz fracasada internada frecuentemente en un manicomio. Por primera vez la comicidad inherente al slapstick se ve matizada por escenas de fuerte carga dramática, que no obvian ni por un instante el contexto de pobreza en que viven sus personajes y que, de hecho, es tan familiar al cineasta. Pero la cosa no acaba aquí: en 1921 Chaplin y la actriz Mildred Harris pierden un hijo, muerto al poco de nacer. Es entonces cuando rueda El chico. La relación del cineasta con el pequeño JackieCoogan, con el que establece un fuerte vínculo durante el rodaje, es la más elocuente respuesta a su estado de ánimo en aquellos días.
5-Edna: Chaplin se casa cuatro veces y tiene (reconocidos) hasta once hijos. No está mal. No todas sus relaciones sentimentales son plácidas, y sin embargo con una de ellas mantiene un vínculo muy especial toda su vida: Edna Purviance nunca será su esposa, pero la relación profesional que les une deriva con el paso del tiempo en un affaire amoroso que se interrumpe abruptamente con la precipitada boda del cineasta con Mildred Harris. Chaplin rueda para ella Una mujer de París (1923), con la esperanza de lanzar su carrera. De hecho, él sólo aparece en un cameo, como el guardavías que cruza la pantalla al principio de la película. El film es un fracaso económico y la carrera de la actriz nunca despegará. Chaplin y Purvianceserán amigos toda su vida, hasta el punto de que él siempre la tendrá bajo contrato, pagándole una mensualidad hasta su muerte.
6-Muerte a bordo: En 1924 Chaplin asiste a una fiesta en el yate del millonario William RandolphHearst. La velada acaba mal, con la muerte del cineasta Thomas H. Ince por un infarto. La crónica negra de Hollywood cuenta otra historia: Hearst es el amante de la joven Marion Davies, aspirante a actriz. Esa noche, consumido por los celos, el poderoso magnate coge una pistola y sale de su camarote. Busca a Chaplin, porque cree que tiene una relación con Marion. Pero Hearst se encuentra tan fuera de sí que confunde a Ince por Chaplin y le decerraja un tiro. Y pudiera muy bien ser que nuestro querido comediante tuviera algo con la joven actriz, pero el pobre Ince sólo pasaba por allí. Hearst –siempre según las malas lenguas- tapa todo el asunto amenazando a los asistentes a la fiesta, y soborna a Louella Parsons con un trabajo de por vida si mantiene su pico de columnista de sociedad bien cerrado. La verdad es que Parsons trabajó toda su vida para Hearst, pero Chaplin nunca dijo una palabra del asunto.
7- Hoy cenamos zapato: El vagabundo cocina un guiso en un hornillo destartalado. Hace frío. Ante la famélica mirada de su compañero, coloca la comida sobre una mesa de madera sin pulir. El guiso es un zapato. La suela se come como un filete. Los clavos se sacan como espinas de pescado. Los cordones se enroscan como espaguetis. Ya tenemos otro icono del cine. Chaplin rueda La quimera del oro (1925) y tarda tres días en realizar la famosa escena del zapato. Por cierto, la pieza de calzado es de regaliz, y su ingestión (durante tres días, insistimos) provoca que Chaplin y el actor MackSwain acaben en el hospital con el azúcar por las nubes. El sufrimiento vale la pena, porque la película se convierte en la comedia más exitosa de todo el cine mudo. Chaplin siempre dirá que es por este trabajo por el que quiere ser recordado. Y no es para menos.
8-Chaplin en la cuerda floja: El rodaje de El circo (1928) supone un auténtico dolor de cabeza. Chaplin es acusado de no pagar sus impuestos, el rodaje se demora, el estudio donde se rueda la película es pasto de las llamas, la madre del director muere, su segundo matrimonio naufraga (y no de manera muy amigable que digamos)... La película tardará ocho meses en completarse. Para colmo, en una brillante jugarreta de la Academia, El circo recibe cuatro nominaciones a los Oscar… que le son retiradas por los académicos. No hay Oscar a la mejor película, al mejor director, al mejor actor o al mejor argumento, y de hecho sus nominaciones no figuran en la historiografía oficial del premio. En su lugar, le entregan un Oscar por haber hecho la película. Tal cual. Una palmadita en la espalda. No es de extrañar que Chaplin desdeñara los premios durante toda su vida profesional
9-La pesadilla de los estudios: En 1919 nace la productora UnitedArtists, una alianza entre Chaplin, el director D. W. Griffith, y los actores Douglas Fairbanks y Mary Pickford. Su objetivo es producir sus propios trabajos sin la injerencia de productores preocupados únicamente en amasar dinero. Chaplin lo resume con un grito de guerra: “¡Los locos han tomado el manicomio!”
10-El cine empieza a hablar: Con la llegada del sonoro muchos cineastas intentan adaptarse al cambio. Chaplin se niega, considerando el sonido como un paso atrás en las posibilidades del lenguaje cinematográfico, e inicia el rodaje de Luces de la ciudad (1931). Como siempre, el inquieto cineasta cambia la historia sobre la marcha, rehaciendo secuencias y aportando giros inesperados al plan original. Esta vez, sin embargo, se le escapa de las manos. Los problemas se amontonan. La producción debe interrumpirse varias veces, y encima Chaplin se lleva a matar con su actriz principal, Virginia Cherrill. Al final, aunque “sólo” rueda 180 días, tarda tres años en completar la filmación. Será su última película muda.
11-El vagabundo en la barricada: Uno de los motivos por los que Chaplin no ve con demasiado entusiasmo la llegada del sonoro es porque es perfectamente consciente que afecta directamente a su principal personaje: el vagabundo no puede hablar, porque es una figura universal capaz de ser apropiada por diferentes culturas y, por supuesto, diferentes lenguas. Tiempos modernos (1936) es su última encarnación del vagabundo, y consecuentemente el personaje no habla pese a que la película sí está parcialmente sonorizada. Tras cada decisión del film, narrativa o estética, hay un posicionamiento ideológico que delata la filiación progresista de Chaplin. Eso deben pensar las autoridades norteamericanas, que a raíz de su estreno empiezan a investigar a Chaplin. A alguien en el FBI eso de que el vagabundo se ponga a hablar de trabajadores explotados y enarbole la bandera de los derechos laborales le suena a filocomunismo. Chaplin nunca se significará en este sentido, pero más de uno se pone muy nervioso con que el payaso de las trompadas y las piruetas improbables saque a relucir un pensamiento político un tanto incómodo.
12-Chaplin contra Hitler: Cuatro días antes que Chaplin nace en Austria Adolf Hitler.Ambos se crían en un ambiente pobre y tienen aspiraciones artísticas.Uno lo conseguirá, el otro le pegará fuego al mundo. Curiosamente, aunque los nazis dicen (erróneamente) que Chaplin es judío, y por extensión su enemigo, algunas fuentes afirman que Hitler se deja crecer su característico bigote para imitarlo, sabedor de que el icónico vagabundo despierta las simpatías populares que él busca desesperadamente.Sea como fuere, Chaplin empieza la producción de El gran dictador (1940) en el año 1937.En esa época las potencias europeas aún tratan de aplacar a Hitler y presionan al cineasta para que abandone el proyecto. Chaplin sigue adelante, animado por el presidente Roosevelt. Cuando se estrena la películala situación ha cambiado, el mundo está en guerra, y lo que antes era un film incómodo se convierte ahora en un instrumento de propaganda. La película es prohibida en Alemania (y en España hasta 1975, por cierto) y en los Estados Unidos las proyecciones sufren sabotajes y atentados de los filonazis norteamericanos. Hitler ve la película un par de veces, aunque nunca sabremos qué pensaría de ella. Cuando la guerra acaba y se abren los campos de concentración Chaplin afirma que de haber sabido el horror que se escondía en ellos habría planteado un tono muy diferente.
13- Dos viejos y cansados leones: La presunta rivalidad entre BusterKeaton y Charles Chaplin constituye una de las mayores leyendas del cine mudo. Sin embargo, ninguno de los dos se pronuncia nunca a este respecto. Con la llegada del sonoro la estrella de Keaton se apaga y su inagotable talento queda confinado a escribir gags para otros, bajo supervisión de los estudios. Candilejas (1952) es una de las películas más tristes (y más bonitas) de Chaplin, un homenaje al declive del cómico que ve como su carrera se consume como una bombilla que ya no da luz. Chaplin decide contratar a Keaton para un pequeño papel y nos brinda una de las escenas más bellas de su cine: los dos comediantes en el camerino, maquillando las arrugas que el tiempo ha marcado en sus rostros, cansados y rotos pero aún presentes, cuarenta años después de su gran momento.
14-Un sólo traspiés: Durante su exilio, mientras rueda La condesa de Hong-Kong (1967), Chaplin sufre una caída y se fractura la cadera. En el momento del percance se encuentra buscando localizaciones. Ese es el primer y único accidente que sufre en toda su carrera. Nunca antes, por muchas cabriolas, saltos y golpes que se llega a dar, Chaplin se hace el menor rasguño. La película es un fracaso, Chaplin abandona la dirección y pasa sus últimos años componiendo música para sus primeros filmes. Muere el 25 de diciembre de 1977. Unos días más tarde, por cierto, alguien roba su cuerpo del cementerio y la familia se ve obligada a pagar un rescate por sus restos.
El reconocimiento: Chaplin sólo gana un Oscar en toda su carrera, y es a la mejor música por Candilejas (1952). Parece inconcebible en alguien de su repercusión, pero así es la Academia. Sin embargo, en 1972 Chaplin recibe un Oscar honorífico a toda su carrera. El anciano comediante sube al escenario emocionado y recibe una ovación de doce minutos de un público entregado. Nunca nadie antes había cosechado tantos aplausos en los Oscar, y nunca nadie después lo vuelve a lograr. Como en un recordatorio de sus tiempos de cine silente, Charles Spencer Chaplin dice, conmovido: “Las palabras son fútiles, débiles…”