15 claves que quizás no conozcas sobre Hitchcock

Publicado el 02 febrero 2013 por Fimin

02 de Febrero del 2013 | etiquetas: Cine clásico Twittear

Érase un hombre a un perfil pegado. Érase un perfil oblicuo, pluscuamperfecto, medio vivo… El perfil de un genio. Pero no un genio cualquiera, porque pertenece al que, con toda probabilidad, sea el más icónico de todos los cineastas: Alfred Hictch… Alfred Hithc… Alfred Hittck… El director de Psicosis (1960), vamos.

Pocos cineasta como él han generado tanta literatura, cosechado tantos admiradores, suscitado sentimientos tan encontrados entre partidarios y detractores. Y la cosa viene de lejos, de los años 50 por ejemplo. Esta semana se estrena en nuestras salas Hitchcock (2013),  crónica ficcionada de Sacha Gervasi que repasa las vicisitudes del rodaje de Psicosis. Anthony Hopkins imita al genio británico, o más bien imita a Joaquín Reyes que imita al genio británico en otra maravillosa y chanante entrega de Muchachada Nui (2007). La película tiene sus más y sus menos, pero da la medida del interés que suscita aún hoy su figura. En filmin hemos querido aprovechar la ocasión para hablar de algunas de las escenas que vertebran la vida de Alfred Hitchcock. Algunas son bastante conocidas, otras menos. Nos hemos dejado muchas en el tintero, nada raro en la biografía de uno de los más interesantes directores de todos los tiempos. Pasen y vean.

1-El chico de los carteles: Alfred Hitchcock nace el 13 de agosto de 1889 cerca de Londres, en el seno de una familia muy católica. Tras la muerte de su padre deja los estudios y empieza a ganarse la vida como ilustrador para anuncios y escribiendo historias cortas para algunas revistas. A principios de la década de los 20 entra a trabajar en la futura filial británica de la Paramount. Influido por los trabajos de F. W. Murnau y de Fritz Lang, Hitchcock pasa de diseñador a guionista, y de guionista a director. No saben a quién le están dando una cámara. Dará que hablar muy pronto.

2-Selznick: Tras quince años de carrera en su Gran Bretaña natal Hitchcock ya es un valor solvente que desembarca en Hollywood para quedarse. Su principal valedor es el productor David O’Selznick, con quien rueda Rebeca (1940), su debut en tierras norteamericanas y su primer éxito al otro lado del Atlántico. A decir verdad, su primera película en la meca del cine tenía que representar el drama del Titanic, pero el productor rechaza el proyecto y le encarga una adaptación del relato de Daphne du Maurier. Selznick y Hitchcock trabajan juntos hasta El proceso Paradine (1947), que cierra el contrato que pactaron. Para entonces Hitchcock ya está hasta las narices de las imposiciones del productor, que invade competencias, reescribe guiones, censura escenas y remonta lo que le apetece.

3-Hitchcock en la cárcel:Siendo un niño, el padre de Alfred lo envía a la comisaria a llevar un mensaje. Hitch tiene cinco años. El policía lee la nota, acompaña al pequeño a una celda, y lo encierra. Pasa diez minutos allí dentro, horrorizado, antes de que lo suelten. El policía le espeta: “Esto es lo que le ocurre a la gente que hace cosas malas”. Una dura lección orquestada por su padre (menudo personaje) que dejará una profunda huella de terror en el pequeño. De ahí su fobia hacia el cuerpo de policía. De ahí, también, su obsesión con la figura del falso culpable, tan presente en su cine.

4-Alma: Ni Grace Kelly, ni Ingrid Bergman, ni Tippi Hedren… La mujer en la vida de Hitchcock está muy lejos de sus estándares cinematográficos, y en cambio es fundamental para el cineasta. Alma Reville es guionista, montadora y asesora, pero también esposa, madre (de su hija y de él mismo) y consejera. Su influencia va más allá de escribir sus primeros films. Hitchcock se lo consulta absolutamente todo, y a oídos de cualquier colaborador el mejor cumplido posible es un “A Alma le gustó”. Tiene más paciencia que una santa, habida cuenta del número de obsesiones y manías de su señor esposo, y del hecho de que decide quedarse en la sombra mientras él se arroga un mérito que su mujer tiene razones sobradas para compartir. Son notorias las declaraciones del director cuando Alma se queda embarazada de su única hija, donde admite que es incapaz de mirarla encinta. Pese a todo, nadie en Hollywood discute nunca el vínculo que los une, ni la remarcable dependencia de Hitchcock para con ella. Él mismo sabe definir perfectamente la relación que dibujan estos dos caracteres tan extraordinarios. Ocurre en el discurso de aceptación del premio a una vida del American Film Institute: “Pido permiso para mencionar por su nombre solamente cuatro personas que me han dado su mayor afecto, valoración, apoyo y constante colaboración. La primera de las cuatro es montadora, la segunda es guionista, la tercera es la madre de mi hija Pat y la cuarta es tan buena cocinera que realiza milagros en una cocina doméstica. Y sus nombres son Alma Reville”. Nace sólo un día después que el propio Hitchcock, y lo sobrevive dos años.

5-Where is Hitch?: La broma amenaza con irse de las manos. En The Lodger (1927) Hitchcock aparece muy brevemente sentado ante un escritorio de una sala de prensa. Al cineasta le hace gracia la idea y, de vez en cuando, efectúa un cameo en una de sus películas. El problema es que a partir del momento en que desembarca en Hollywood lo toma como una costumbre ineludible, y sus apariciones se hacen tan populares que amenazan con eclipsar el resto del film. Hitchcock es consciente de que el espectador no presta atención a la narración hasta que ha localizado la esquina por donde aparecerá su característica figura, y es por eso que decide centrar todos sus cameos en la primera media hora de metraje. Así los espectadores lo dejan en paz y se centran en la película.

6-El amigo de las rubias: Una de las señas de identidad del maestro inglés es su obsesión por las protagonistas rubias, tan bellas como gélidas, tan angelicales como perturbadoras. Ingrid Bergman, Kim Novak, Tippi Hedren o Grace Kelly son las puntas de lanza de su filia particular. Vértigo (1958) da una inquietante vuelta de tuerca a una fascinación que el biógrafo Donald Spoto presenta como particularmente morbosa y que ha vertido ríos de tinta y especulaciones de todo tipo. El caso más notorio es el de Tippi Hedren, que afirma cada vez que se lo preguntan que Hitchcock le hizo la vida imposible, acosándola en los dos rodajes que compartieron y arruinando su carrera. La HBO ha rodado un telefilm sobre el tema, The Girl (2012), pero nada se sabe del todo cierto.

7-El bromista: Lo que sí parece corroborado es que Hitchcock tiene un curioso sentido del humor, no siempre muy británico. Dice la leyenda que en alguna fiesta le da por vestirse de mujer y exhibirse en público, aunque las fotografías al respecto se han perdido muy convenientemente. Nada grave. Aunque también parece ser que se dedica a poner muslos de pollo en los sostenes de Tippi Hedren, o que manda a una Melanie Griffith de cinco años (hija de Hedren) una muñeca réplica de su madre metida en un sarcófago. Eso ya es más peliagudo. Cuentan que su ingenio y su capacidad para analizar a sus próximos le permite realizar bromas que no sólo hagan reír, sino que también dejen un incómodo escalofrío en la espina dorsal de sus víctimas, atacadas en sus fobias más íntimas con la sorna y el dominio de la escena del maestro del suspense.

8-Un fan llamado Truffaut: Hitchcock es un director de éxito con buenas (muy buenas) rachas y con otras malas. Sin embargo, pese a recibir algún galardón puntual sus méritos no son reconocidos ni por la crítica establecida ni (en ocasiones) por el propio oficio. Todo cambia con la llegada de los jóvenes e insolentes críticos que integrarán poco tiempo después la Nouvelle Vague francesa. De repente, el artesano de las sensaciones fuertes se convierte en el maestro del suspense. El perfil de Alfred Hitchcock adquiere una aureola de misticismo suplementaria con la publicación del libro de entrevistas El cine según Hitchcock con el que François Truffaut reivindica a uno de sus autores favoritos. En palabras del cineasta francés: “Era imposible no darse cuenta de que rodaba las escenas de amor como si fueran de asesinato, y las de asesinato como si fueran escenas de amor. En el cine de Hitchcock hacer el amor y morir eran uno y lo mismo”.

9-El dichoso Mac Guffin: Dos hombres viajan en un tren. Uno de ellos señala el paquete que carga el otro y le pregunta qué es. “Un Mac Guffin”, replica su compañero. “¿Y qué es un Mac Guffin?”. “Pues es un aparato para cazar leones en las montañas Adirondacks”. El hombre se sorprende: “¡Pero si no hay leones en las Adirondacks!”. Y el compañero responde: “Entonces no es un Mac Guffin”. Con esta anécdota Hitchcock ilustra a Truffaut la falta de sentido inherente a un Mac Guffin. Convertido en un memorable recurso de guión, el Mac Guffin es simplemente un pretexto argumental para dotar de un objetivo a los personajes, un elemento fundamental para que la historia avance. La particularidad de esta argucia, popularizada por Hitchcock, es que el objetivo en sí no tiene ningún interés ni ejerce ningún efecto real en la historia ni en el espectador, sólo sirve a los personajes para precipitarlos al conflicto.

10-Hitch en la sopa: Su perfil (literal y figurado) se hace tan popular que en la década de los 60 empieza a diversificar su actividad, como un exponente más de la filosofía de marca aplicada al artista. Por ejemplo, da su nombre y su rostro a la serie de novelas juveniles Alfred Hitchcock y los tres investigadores, bajo el pretexto argumental de que el protagonista principal usa su limusina para sus investigaciones. También se le otorga la edición de una serie de antologías de relatos del crimen, aunque la verdad es que en muchos casos ni tan siquiera escribe los prefacios que firma. El caso más notorio de su omnipresencia es la serie (fantástica, por cierto) Alfred Hitchcock presenta… , en la que protagoniza sus celebérrimas introducciones y epílogos, y de la que dirige además hasta 17 capítulos. Una delicia.

11-Una comida entre colegas: En 1973 Luis Buñuel gana el Oscar al mejor film en lengua no inglesa por El discreto encanto de la burguesía (1972). El cineasta aragonés recibe una invitación para comer en casa de George Cukor, en una velada por la que muchos pagaríamos lo que no tenemos por haber asistido: John Ford, Billy Wilder, Robert Mulligan, William Wyler, Ruben Mamoulian, el propio Cukor, Robert Wise, George Stevens… y Alfred Hitchcock. Buñuel recuerda en sus memorias cómo Hitch no se separa de él en toda la velada, exigiendo sentarse a su lado en la comida, pasándole el brazo por el hombro en un gesto de cordialidad nada británica. Además insiste en hablar de Tristana (1970) en los términos más elogiosos: “¡Esa pierna artificial! ¡Esa belleza ortopédica!” Hitchcock considera a Luis Buñuel como el mejor director de todos los tiempos. Y eso, viniendo de él, no es cualquier cosa.

12-Sangre gris: De entre todos los trabajos de Alfred Hitchcock puede que Psicosis sea el más recordado. También denota a la perfección el poder que Hitch ostenta, en términos de influencia entre los productores. En una época en la que todo el mundo se ha pasado al color él rueda en blanco y negro (aunque sea para abaratar costes), y la mejor carta de presentación de la película es el cartel, donde aparece el propio director llevándose el dedo a los labios. Ni el título, ni el tagline, ni los nombres de los actores tienen tanta relevancia como la presencia del cineasta en el póster. Es algo insólito para la época, y también hoy en día. Por cierto, Walt Disney odia la película (cosa rara en el tío Walt) porque la considera “asquerosa” y prohíbe a Hitchcock rodar uno de sus proyectos en Disneylandia.

13-Los hombres de Hitch: Si el cineasta tiene una probada afición por las rubias, en el terreno masculino cuenta con dos aliados de primer orden. James Stewart y Cary Grant protagonizan algunas de sus películas más emblemáticas. Entre los dos comprenden toda la galería de héroes Hitchcockianos, desde el hombre común atrapado en una telaraña que no comprende hasta el encantador tunante metido en una elegante intriga, a medio camino entre el incapacitado que debe superar sus propias limitaciones para escapar a un peligro mayor y el ambiguo gentleman siempre a punto de sorprender con un giro inesperado de los acontecimientos. En Con la muerte en los talones (1959) se produce una colisión entre los dos modelos, y por ello a nadie debe extrañar que Stewart codicie un papel que Hitchcock ha destinado a Grant. Para no herir sus sentimientos, Hitch retrasa el rodaje para que coincida con el de Anatomía de un asesinato (1959). De este modo Stewart queda descartado por problemas de agenda y Cary Grant puede hacerse con el papel sin ninguna oposición.

14-Gracias: Hitchcock nunca recibe un Oscar. En 1968 la academia lo obsequia con el Premio Irving G. Thalberg. Su discurso es memorable: Hitchcock sube al escenario, recoge el premio, se acerca al micro, musita un “gracias” y se larga.

15-La muerte en los talones: Los últimos proyectos en los que se embarca le dejan un muy mal sabor de boca en términos de crítica y de público. Sin embargo, y pese al evidente deterioro físico, sigue trabajando en un proyecto llamado The Short Night, que nunca llegará a rodarse. Alfred Hitchcock muere el 29 de abril de 1980 en Beverly Hills, como consecuencia de un fallo renal. En el funeral, variopintos asistentes como Mel Brooks, Tippi Hedren o François Truffaut despiden por última vez al más icónico, imitado e inimitable de todos los cineastas.