15 días en Irlanda e Irlanda del Norte. Día 2: recorriendo Irlanda del Norte

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
Segundo día en Irlanda. Nos queda todo por vivir, aunque el día anterior como toma de contacto estuvo bastante bien. Estamos en Irlanda del Norte y en este día vamos a continuar allí. Tenemos planificado la siguiente ruta: Carrick a Rede Rope - Calzada del Gigante - Dunluce Castle - Derry, donde pasaremos la noche, además de visitarlo.

Amanecemos bastante bien. A diferencia de otros viajes, en éste, se nota que el día anterior no madrugamos demasiado y que fue más o menos relajado. Lo primero que hacemos, casi de forma automática, es mirar por la ventana. Todo es verde y… sigue lloviendo.
A las 8.00 de la mañana nos enfrentamos a nuestro primer desayuno irlandés. Son desayunos que no te dejan indiferente, sobre todo, no te dejan ligeros. Como es el primero, lo tomamos con todos los complementos que trae, huevos, salchicha, judías… etc. Según vayan pasando los días le iremos quitando elementos (la ramita de perejil sobre el tomate me dejó totalmente cautivada ¿Hasta aquí llega la influencia de Arguiñano?).

A las 8:30 estamos con el estómago calentito, camino de Carrick a Rede Rope. Llevábamos los destinos apuntados, así que lo metemos en el GPS y ponemos el coche en marcha, siempre por la izquierda. Nuestro primer destino está a apenas 9 minutos del hotel.
El tema es que llevábamos 20 minutos casi en el coche, entretenidos planificando, hasta que somos conscientes de que estamos tardando bastante más de lo esperado. Miramos el GPS y nos está llevando a “vete tú a saber que lugar” que dice que está a 200 km. Nos tocó recalcular ruta, rehacer el camino, perder un tiempo precioso, pero lo importante, llegar…

En el aparcamiento, gratuito, nos echan una regañina por aparcar donde no se debe, era un area llena de conos, y nosotros vamos tan alelados que, con todo el sitio que había, justamente, estacionamos allí. Vemos venir al vigilante de chaleco fosforito como una bala hacia nosotros. Suplicamos un perdón (gesto internacional con las manos de clemencia) y con una cara, no propia de un amable irlandés, nos perdona la vida. Por suerte podemos continuar con nuestras vacaciones.

El precio son seis libras personas. Es lo que cuesta la gracia de cruzar Carrick Rede Rope (que es para lo que hemos venido hasta aquí), un puente colgante de cuerda de 20 metros de ancho y a unos 25-30 de altura, que teóricamente se construyó hace muchos años para la pesca del salmón y que une la zona en la que estamos con el islote Carrickarede.
Se dice, se rumorea que ha habido visitantes que han tenido que ser rescatados porque una vez que cruzaron a otro lado no se atrevieron a volver. No es que lo pongamos en duda pero suena un poco a dramatización, la verdad. El puente permanece abierto todo el año pero en función de las condiciones climatológicas puede ser cerrado.

Desde el aparcamiento, o caseta, hasta el puente hay un paseo de casi un kilómetro. Estamos en Ballintoy que sigue perteneciendo al Condado de Atrim. El paisaje es precioso. El día está amenazando lluvia. Bastante nublado, alguna vez cae alguna gota, pero sobre todo, sopla un viento importante (un viento al que nos tendríamos que acostumbrar).
Durante el paseo, a parte de verde, se divisan los bonitos acantilados. Estamos emocionados, y como quien dice, recién llegados. Vamos con los chubasqueros puestos y las cámaras al cuello, y yo con unos pelos, que durante 15 días no volvería a recuperar. Viajeras y viajeros de pelo largo, no os llevéis productos antiencrespamiento, ni alisados, ni nada similar. Dejad que vuestro pelo disfrute de la libertad irlandesa, os podría decir que prescindáis de llevar cepillo si queréis, es mejor no tocar… creedme.

Dejando este tema, que aquel día me inquietaba, hasta que días después entendí que mi pelo era feliz asi, llegamos al puente.
A ver, ninguno de los dos sufrimos vértigo, así que no nos pareció nada impactante, de hecho nos pareció una “chorradita”. Sobre todo porque hay dos vigilantes, uno a cada lado, que te obligan a ir agarrado a los bordes y a no pararte. Tuvimos que sacar las fotos como pudimos, y desde el centro ninguna. Al soplar el viento, da un poco de impresión ese balanceo sobre el mar, pero la verdad que no es nada impactante. Con las seis libras se han pasado un poquito… Pero lo volveríamos a hacer. Somos turistas...

Al otro lado, en el islote, yo no me muevo demasiado, ha estado lloviznando y está muy resbaladizo, pero el que no escribe sube a la parte más alta para sacar unas panorámicas del lugar. Y de vuelta por el puente colgante de nuevo.
Aprovechamos para grabarnos en vídeo, mutuamente, con el permiso de los vigilantes, no fueran a ser primos del de el aparcamiento y nos quisieran deportar de inmediato. Así deshacemos los pasos por los que habíamos llegado allí.

Sorpresa, cuando volvemos nos encontramos de frente con los dos chicos que coincidimos en la oficina del alquiler de coche. Nos hace ilusión y nos paramos a charlar para compartir los lugares en los que habían estado. Ellos pasaron por Belfast.
Siguiente parada del día. Lo que era el punto fuerte, La Calzada del Gigante (Giant’s Causeway).
Se encuentra a unos 15-20 minutos del punto anterior (como comentamos en la primera entrada, nuestra intención es no recorrer demasiados km en coche cada día). La distancia son casi 15 km.

¿Qué es la Calzada del Gigante? En la zona que vamos a visitar ahora, hace más de 60 millones de años se produjo una erupción volcánica. El rápido enfriamiento de la lava dejó en la costa alrededor de 40.000 columnas de basalto, con una curiosa forma que comparten (hexagonal) todas ellas. Este pintoresco paisaje ha convertido este lugar en Reserva Natural y Patrimonio de la Humanidad.
Información práctica de la Calzada del Gigante: la entrada a la zona de la Calzada del Gigante es gratuita como tal, lo que te cobran es el aparcamiento. Cuando nosotros llegamos no nos dejaron pasar al parking (es muy grande) por estar completo. Con lo cual, nos vimos obligados a tirar carretera arriba y aparcar en el arcén (aunque como buena carretera irlandesa, mucho arcén no tenía), detrás de otros tantos. Teóricamente, ahí no puedes aparcar. Nosotros al no tener otra alternativa, y bajo el lema “allá donde fueres, haz lo que vieres”, una vez más, lo dejamos y nos vamos sin pensarlo demasiado.

Hay tantos coches aparcados en el lateral, que al final desde donde conseguimos aparcar hasta el Centro de Visitantes recorremos un kilómetro, más o menos.
Si hubiéramos querido, habríamos pasado directamente sin pagar, pero decidimos coger dos audioguías. Siete euros cada una (por ese precio imaginé al gigante susurrándome su historia en mi oído). No merece la pena. Bajo nuestra experiencia para disfrutar de este lugar no son necesarias. Es cierto que te van contando un poco las anécdotas, leyendas, la historia, te hace que te fijes en algún detalle, pero no es especialmente atractiva. Realmente, vas caminando por allí y estás más pendiente de comentar lo que ves, de sacar fotos, de mirar, que de estar pegado a la audioguía. Es una opinión personal.

Desde el Centro de Visitantes a lo que se considera la parte “pura” de la Calzada hay unos 15 minutos caminando por la costa. Si paras en el Centro de visitantes te darán un folleto para que vayas prestando atención a lo que te vas encontrando. Si no queréis ir andando hata allí, también hay un servicio de microbus. Pero es corto y bonito el paseo.
Según nos vamos aproximando, vamos encontrando algunas formaciones, y llegamos a la zona donde se agolpan las columnas de basalto como si emergieran de la tierra y del fondo del mar. No podemos ni tomar fotos, nos quedamos mirando ese paisaje, y a los cientos de personas que lo miran con nosotros. Es impresionante, el paisaje y, la cantidad de gente que hay. Nos separamos, cada uno por un lado, viendo perspectivas, tocando las piedras. Soplaba un viento impresionante.

Miramos la altura irregular de las columnas y pensamos en la leyenda que acompaña a este fenómeno natural. Algo así en Irlanda tenía que tener leyenda y, visto desde cerca, no es tan descabellada… Dice la leyenda que en Escocia habitaba un gigante enorme que amenazaba a Irlanda. En Irlanda, otro gigante, llamado Finn, coge trozos de la costa, los arranca y lanza al mar para construir un camino que le permita llegar a Escocia y acabar con el gigante. Cuando está llegando, ve el tamaño del impresionante gigante escocés y sale corriendo hacia su casa. El gigante escocés, que lo ve, va tras él aprovechando el mismo camino. Finn, asustado por la persecución del gigante, se lo cuenta a su mujer y ella le propone que se meta en la cama disfrazado de bebé. Cuando llega el gigante escocés pregunta por Finn. Su mujer le dice que no está, que ella está sola con su pequeño bebé y le muestra la cama con Finn dentro tapado. El gigante escocés, al ver un bebé de tal tamaño, sale escopetado, destruyendo parte del camino, para que el gigante irlandés no pueda llegar hasta él. A mí me cuadra perfectamente...

Seguimos recto tras estar en la zona de las columnas, hay tantísima gente que a ratos jugamos a imaginar que estamos solos. Demasiado masificado, pero muy chulo. El viento sigue dándonos por todos los lados. Cogemos el camino que lleva hacia la figura que llaman el órgano. Vas bordeando la costa, a la izquierda encontramos la bota del gigante, luego ascendemos para pasar al lado del órgano, y llegamos hasta las chimeneas. El camino acaba a la altura de éstas. No tendréis duda de a qué se refiere con este nombre, una vez esteis allí. Además en el folleto viene marcado el sendero.

Una vez que estamos en las chimeneas, damos la vuelta. Tenemos intención de hacer la ruta circular, y en vez de volver por donde hemos venido, coger el camino alternativo que va por la parte alta de la costa. 162 escalones nos separan de él.

En este punto nos volvemos a encontrar con los dos chicos con los que compartimos trayecto el primer día, y que también habíamos visto en el puente. Está claro que nos pisan los talones, sí, somos unos enfermos de las fotos y nos entretenemos mucho, lo sabemos. Les comentamos que nosotros tenemos intención de volver por arriba. Cuando les decimos lo de los escalones no parecen muy emocionados, pero posteriormente nos los volveríamos a encontrar, y subieron los escalones.

Tienen pendiente, pero no son extenuantes, cansan como lo hace cualquier escalon. Pero más cansaba al viento cuando llegamos a la parte alta. Por allí, emprendemos la vuelta hacia el aparcamiento. Había una salida antes, que nos pillaba mejor para el coche, pero como queríamos ir al baño, hubo que ir hasta el centro y luego hacernos el kilómetro hasta el coche. Comentaros que desde arriba no hay demasiada buena visibilidad hacia el mar. Nosotros esperábamos poder ver mejor la Calzada del Gigante con una vista tipo “aérea”, pero había bastante arbusto en los bordes que no dejaba ver bien.

Tras ser maltratados por el viento, y una vez dentro del coche, ponemos rumbo a Dunluce Castle. Y va siendo hora de comer…
Según arrancamos se abren las compuertas de las nubes y lo sueltan todo. Empieza a llover intensamente, sin parar, a tope total… Los limpiaparabrisas lo dan todo y a pesar de ello les cuesta. El castillo está solo a 10 minutos de la Calzada del Gigante (8 km más o menos). En el camino vamos pensando dónde vamos a comer. La idea del picnic no parece que vaya a poder ser muy viable y tenemos fe en que en la zona del castillo haya algo donde podernos refugiar.
Cuando entramos en el aparcamiento, no muy grande, de la zona del castillo, nos cruzamos de nuevo con los dos chicos. Ellos dicen que se van porque llueve demasiado. Nos despedimos y aquella vez sí que fue definitiva.
Nosotros aparcamos y nos quedamos unos minutos en el coche pensando…

Fueron suficientes para que la lluvia remitiera y saliera durante unos instantes un atisbo de sol, que de haber sabido lo poco que lo íbamos a ver en los próximos días, habría abierto la boca por si me lo hubiera podido tragar. Aprovechamos el instante para hacernos unos sandwichs. Eran las 14:30. Nos los comemos allí mismo, de pie, sin poder apoyarnos en nada por estar mojado y frente al castillo, pero con sol. Suena fatal, lo sabemos, pero las circunstancias y el vacío existencial en el estómago mandaban.

El sol duró poco, comenzaron las nubes y decidimos hacer una expedición por el exterior castillo. Elegimos este lugar como parada porque, tras informamos, parecía estar en un enclave especialmente bonito. Es un castillo del que quedan sus ruinas. Se puede entrar en su interior para verlas y, de forma gratuita, puedes entrar en sus "jardines" y bajar a la Cueva de las Sirenas.
Se encuentra ubicado en lo que se conoce como la Bahía de los Españoles. Y es que a lo largo del viaje, nos vamos a dar cuenta de la trascendencia que tuvo el accidente de un barco español de la Armada Invencible en esta costa, de donde sacaron grandes tesoros. Parte de ellos sirvieron, en su día, para reconstruir este castillo.

Aprovechamos para sacar algunas fotografías del lugar y bajamos a la Cueva de las Sirenas, bajo el castillo, excavado en la piedra, fue lugar que dio escondite a los contrabandistas. Nosotros no logramos quedar impresionados por la cueva.

Teníamos apuntado para ir después a Downhill Demesne, se supone que es una de las imágenes típicas de Irlanda del Norte. Muy cerca del acantilado un obispo construyó un templete redondo para usarlo como biblioteca y punto de lectura privilegiado sobre el Atlántico. Pero vemos que son más o menos las 16:00 y pensamos que no es mala idea ir hacia Derry y visitarla con tranquilidad, así que, como no lo teníamos marcado como imprescindible ponemos rumbo al lugar en el que ya haremos noche.
Derry (Londonderry) se encuentra, más o menos, a una hora de Dunluce Castle. Lo primero que hacemos es dirigirnos al alojamiento. Por la mañana nos habían mandado un correo para preguntarnos a qué hora llegaríamos. Nosotros, con la intención de no quedarnos cortos habíamos dicho que sobre las 19:30 y al final lo hacíamos a las 17:00. Probamos suerte. No hay nadie en la casa.

Pensamos que tendríamos que volver después, pero vemos un telefonillo, así que llamamos. Es muy raro. Tan raro que parece que el telefonillo está conectado con el telefóno. Nos contesta un hombre y empieza ese momento imposible en el que no entiendes nada. El hombre habla al otro lado, nosotros hablamos alto al telefonillo, como si nos fuera a entender mejor. Se cuelga, volvemos a llamar, y ya nadie lo coge.
Y así se queda la situación, dos pasmarotes en medio de una calle de Derry no sabiendo si nos ha dicho que viene, si nos ha colgado porque pensaba que vendíamos enciclopedias, o si nos había dicho “volved luego”.
En este punto, comentar que el irlandés suena raro, pero que en 15 días no nos cruzamos con nadie a quién se le entendiera tan mal y tan raro como a este hombre (bueno, sí, el día de Clew Bay lo superaron), era increíble, me dicen que está hablando ruso y me lo creo. Decidimos, ante la duda, esperar un rato. No fuera a venir, le sacamos de su casa y encima luego no estamos. Y ahí nos quedamos plantados, con cara de guiris, que cada vez que pasaba alguien por la calle decíamos “es él, es él”
Estábamos ya dudando de estar haciendo algo útil con nuestras vidas, cuando el buen hombre llega en su coche y nos saluda. En ese instante podemos comprobar que ni le entendimos antes, ni le entendemos en ese momento, ni le entenderemos en nuestra puñetera vida. Estamos predestinados a no poder comunicarnos.

Nos enseña la habitación, está la calefacción puesta y se agradece. Nos han asignado una habitación triple. El hotel elegido es Amore B&B. Me hizo una ilusión reservar en un hotel que se llamara Amore... Desde el primer día que lo cogimos pensé que podía ser desde un lugar romántico lleno de corazones tapizados, alfombras de flores y tacitas de porcelana, hasta un lugar con luces de neón. Esa dualidad, a parte de inquietante, tenía un puntito de emoción. Pero no, el Amore resultó ser una pequeña casa ubicada en el barrio de los murales, con escaleras empinadas y una habitación bastante sencilla. Cama de matrimonio cómoda con textiles agradables. Armario mini, que al pasar una sola noche no necesitábamos usar. Baño normal con una ducha de extraño funcionamiento. Tan extraño que a la mañana siguiente tuve que levantar al que no escribe para ver si él era capaz de ver cómo funcionaba ese invento. La obra de ingeniería guardaba la sorpresa de una presión del agua bastante pobre. Empezamos a pensar que las toallas diseñadas para Pin y Pon son un clásico en la zona, porque las toallas no tapan lo que tienen que tapar. El desayuno estuvo bien.
Tras dejar nuestro equipaje el hombre nos espera abajo. Lo hace con un mapa y tememos lo peor… Nos da las llaves, nos explica el funcionamiento. Nos dice también que la cafetera está en los espacios comunes, y con un rotulador nos va marcando lo visitable en la ciudad. Y habla mucho, muchísimo. También se rie cuando ve que eso no fluye, porque intentarlo lo intentamos ambas partes, parece que estamos en una partida del Party, gestos, ruidos, dibujos, todo vale, menos usar palabras que entendamos entre nosotros. Aguantar la risa se hace difícil cuando te vienen estos pensamientos a la cabeza y más cuando pienso en el que no escribe, al que no me atrevo ni mirar, porque sé que si lo hago reiré sin fin. Por fin, después de este encuentro del Amore, salimos a visitar Derry (Londonderry).

No sabemos bien cómo referirnos a este lugar. Su nombre oficial es Londonderry, pero también es conocida por Derry. Tal y como hemos leído va unido a un tema ideológico: católico o protestante.
El lugar donde nosotros tenemos el alojamiento es el Bogside, el barrio católico, fuera de las murallas. En él se pueden encontrar numerosos murales, 12 exactamente, que plasman parte del conflicto. Es una zona que ha sido escenario de varios sucesos dramáticos relacionados con el Conflicto de Irlanda del Norte, o como allí lo llaman “The Trouble”. Uno de ellos, por ejemplo el Domingo Sangriento (¿Conocéis la canción de U2 de Sunday Bloody Sunday? Se refiere a esto).

Paseando por las calles podréis iros encontrandolos, unos cerca de otros. Son originarios de finales del s.XX.
Nos pasamos un buen rato observándolos, Free Derry es uno de los más significativos por lo que todo ello supuso. Y ponemos rumbo a la zona de intramuros de Londonderry (Derry).
Dentro de las murallas, y al otro lado del río, está el barrio protestante. Nos había recomendado el dueño del hotel, creemos, que diéramos una vuelta por ellas, que lleva unos 30-40 minutos. Las murallas son del s.XVI. Desde arriba, conociendo la parte de la historia que uno conoce, puede parece que ambos barrios están separados por una trinchera.

Lo cierto es que en 2011 se construyó el Puente de la Paz que une ambas partes del río como símbolo de acercamiento y unión.
El paseo por Londonderry (Derry) se convierte en eso, un paseo. Las calles están a esas horas ya bastante solitarias. Casitas tipo irlandes bien ordenadas, calles empedradas. Descubrimos Craft Village. Una zona que recrea casas del s.XVIII y s.XIX, que tiene comercios y apartamentos. Está en Shipway Street y nos parece que les ha quedado con muchísimo encanto. Precioso.

Empezamos a tener hambre ¿Dónde estará el sandwcih de la mañana? Por suerte después de la lluvia del castillo, no ha llovido más. En algún momento alguna gota aislada. El viento también ha remitido un poco, o quizá al estar menos expuestos no lo notamos igual.
Las piernas ya están cansadas. Frente al Puente de la paz nos quedamos un rato sentados y mirando a qué lugar ir a cenar.

Cenamos en Fitzroy, lo llevábamos apuntado. Antes de salir estuvimos haciendo un repasito a bares y pubs porque luego uno llega allí, empieza a dar vueltas y se te pasa el tiempo en vano. Cuando llegamos al restaurante está lleno. Intentamos siempre cenar alrededor de las 8 u 8 y algo. Somos rebeldes y nos resistimos a estar a las 7 dándole a la cena. Aunque algún día nos tocará.
Nos toman nota del nombre y nos dicen que en unos 15 minutos podremos cenar. Así que decidimos quedarnos en la barra tomando algo y descansar los riñones un poquito.

Este lugar no tenía malas críticas y cada día de la semana aplican un descuento sobre carta. Coincidió que el día que fuimos nosotros aplicaban el 30%, por eso, a lo mejor estaba tan lleno. Por dentro es bastante agradable y el servicio bueno. Optamos por dos hamburguesas, una con patatas gajo, otras con patatas normales. y agua, ya que aun teníamos las bebidas cerveza y coca cola de la barra ( es normal que en Irlanda te pongan agua del grifo por defecto).
Pedimos la carne al punto. Pero está claro que tenemos diferentes puntos. La pobre vino de hacer senderismo por los infiernos. Estaba muy hecha. Aun así, todavía tenía algo de sabor, lo cual quiere decir que no estaría mal del todo. El precio fue 22 libras, un precio excelente, en el que si hubieran acertado ellos, o nosotros, sabiendo que su punto no es el nuestro, habría sido todo un acierto.

Después de cenar, aun queremos hacer algo más. Es nuestra segunda noche, no podemos esperar más para escuchar música en directo.
Nos acercamos a la calle de los Pubs, Waterloo Street, no estamos muy seguros de cuál elegir. Así que vemos que en uno de ellos hay un cartel que dice que hay música todos los días. Entramos y el local es curiosísimo. Está lleno de objetos decorativos, todo él en madera, muy grande y muy hermanado con los movimientos independentistas de todo el mundo, incluido los españoles. Pedimos cerveza y tónica (unas 5,5 libras) y nos quedamos charlando sobre el día. Dudamos a qué hora será la música y si sería en esa planta o en la superior.

De golpe, aparecen unas personas, mueven las sillas que están a nuestro lado, se sientan en la mesa pegada a nosotros, sacan instrumentos, y por cosas del destino acabamos en primera línea como espectadores excepcionales. Pura felicidad nos invade.
Hay un ambientazo, la gente está animada, alguno canta, otros siguen charlando y la música no para. Estamos un buen rato allí, hasta que ya los riñones no nos responden así que decidimos retirarnos a descansar. En apenas siete minutos andando estamos en nuestro alojamiento.
Antes de acostarnos miramos el pronóstico del tiempo…. ups… lluvia, qué raro ¿Cómo nos apañariamos al día siguiente si realmente llovía?
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