15 días en Irlanda e Irlanda del Norte Día 3: descubriendo el Condado de Donegal

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
En esta jornada, tras descubrir la costa de Irlanda del Norte el día anterior, vamos a salir de Irlanda del Norte para pasar al Norte de Irlanda (Condado de Donegal). Pero este día va a ser un ejemplo claro de cómo las cosas no siempre salen como uno quiere y que hay días que, por mucho que planifiques, si las cosas no quieren salir, no saldrán. Nuestros planes se van a ver obligados a dar un giro de 180 grados. Lo llamaremos: Oda a la lluvia

El itinerario de día contempla salida de Derry, visita a Glenveagh Park, luego nos acercaremos a Ardara, buscaremos entre el diluvio universal la Cascada Assaranca, atravesaremos casi sin darnos cuenta por la lluvia y niebla Glengesh Pass y llegaremos a Donegal donde, además, haremos noche y seguirá lloviendo.
Amanecemos y miramos por la ventana rápidamente. Llueve, y no poco. Tras luchar con la ducha, primero yo y luego el que no escribe, al que tengo que levantar para que me ayude, bajamos a desayunar. 
Yo empiezo a quitar ingredientes al desayuno irlandés. El que no escribe aun no. Lo que no sabía yo es que al decir que no quería salchichas, me iban a poner doble de bacon. No me salió muy bien el plan. Lo iba a necesitar, y lo sabían…
Por la mañana está la mujer del dueño del hotel. Se agradece, porque a ella se la entiende algo mejor cuando habla. Pero no mucho. Nos preguntan hacia dónde vamos y nos recomiendan coger una carretera con buenas vistas para hacer el camino. Por algunas palabras que entendemos, nos damos cuenta que es lo mismo que tenemos apuntado pero… ¿Qué vistas? Si no íbamos a tener nada de visibilidad.

Recogemos todas nuestras cosas y ponemos rumbo a Glenveagh Park. Teníamos ganas de hacer alguna ruta, para que el viaje tuviera un poco de todo. Desde nuestro alojamiento estaba más o menos a una hora. Se trataba de meter las coordenadas en el GPS, seguir lo que nos indicara y, cuando encontráramos el desvío a la carretera 251 ir por ella, ya que es la que se adentra en el Parque Natural y da vistas sobre él.

Desde el Centro de visitantes hay 4 km que suben hasta el Castillo de Glenveagh. O si no, puedes subir en autobús por 3 euros. En la carretera no podemos disfrutar casi de los paisajes, llueve intensamente, los limpias, el agua, la carretera y empañados, eso parece cualquier cosa menos una ruta panorámica. De hecho, cuando llegamos al centro de visitantes no hay casi ningún coche aparcado. No podemos ni salir del coche, y esperamos unos minutos a ver si amaina… pero no, no amaina. ¡Hay que salir!

Ya que estamos allí, decidimos coger el autobús que hay, que recorre los 4 km que nos separan del Castillo de Glenveagh, por 3 euros. Con suerte, una vez arriba, para un poco de llover y nos podíamos hacer una ruta que hay hasta un mirador. Pero no, sigue sin amainar, los cristales del autobús están empañados, y se escucha cómo cae el agua con ganas.

Una vez arriba, eso es un no parar. Visitamos los jardines tapados con impermeables, paraguas y los pantalones calados. Al castillo decidimos no entrar, tenemos un cabreo monumental con la vida. No es que llueva, es un nivel superior y además no se ve nada. El lago que bordea al castillo tiene una niebla tremenda y uno no se puede refugiar uno en ningún lado. 

Tras un rato arriba, hay que decir que el castillo parecía bonito, y el entorno único (suponemos), decidimos coger el autobús para bajar. Es imposible hacer ningún paseo con ese tiempo. Nos vamos a Ardara.
Ardara está a una hora aproximadamente del Centro de Visitantes del Parque Nacional. No hace falta que os digamos como fue el camino. Las pupilas se nos movían de izquierda a derecha ellas solas por la inercia de ver los limpia parabrisas pasar. Con el maravilloso asfalto que da la zona.
Llegamos hacia las 14;00. Lo primero que pensamos, antes de dar un paseo bajo la lluvia, es buscar un sitio en el que comer. Prescindimos totalmente del picnic, no se puede estar en la calle. No había mucha gente por la calle, así que elegimos al azar y acabamos en Charlie's West End Café. Al entrar nos sorprende que hay muchísima gente. Deben ser otros pobres desgraciados como nosotros, buscando cobijo. 

La primera impresión recordaba a un mix entre la típica hamburguesería de barrio abandonada y una casa de comidas de algún lugar metido en lo más profundo de su región. La carta, la verdad es que tenía un poco de todo. Optamos los dos por un pollo al curry. Pensamos tras deliberarlo que Curry con pollo y patatas habría sido más apropiado. Al menos calentito, que lo necesitábamos. 16,5 euros con agua.
Tras comer salimos de nuevo al ambiente hostil. Creo que fue de las últimas veces que abrí el paraguas en todo el viaje. El viento se puso intenso de nuevo y me daba la vuelta al paraguas. Me vi obligada a tirar de capucha y dejar desprotegida la cámara. Lo que no te mata te hace fuerte, dicen… 
Paramos en Ardara porque en varios lugares había leído que era uno de los pueblecitos con encanto en el Condado de Donegal. La verdad, no sé si fue por las circunstancias meteorológicas pero no le vimos nada especial. Tiene alguna imagen bonita con las casas de colores pero, no me desviaría por él, y si me pillara de paso, como mucho lo utilizaría como una parada para un café o un mini descanso.

Tras darnos un húmedo paseo por Ardara vamos a buscar una cascada. Una cascada que se ha convertido en un recuerdo inolvidable de este viaje. No puedo pensar en ella sin sonreír. Assaranca Watterfall.
Es una cascada que está al lado de Ardara. En el afán de ver diferente tipo de cosas, para ese día a parte de una rutitta (que no pudimos hacer), un pueblo con encanto (que no nos lo pareció), habíamos metido una cascada, que casi no habíamos visto en nuestra etapa "preparando el viaje" a Irlanda… Pero esa cascada… ¡no quería aparecer! Estaba claro que aquel día estaba gafado.
Llevábamos apuntadas las coordenadas de la cascada. Para llegar a ellas el GPS nos llevó a una carretera muy estrecha que parecía ir al fin del mundo y acababa en unas casas de campo. La Irlanda profunda.
Hicimos y deshicimos el camino. Lo miramos, intentamos mirar en internet, tiramos de Maps. No veíamos la luz y no paraba de llover a muerte y sin descanso.

Dentro del coche con el motor apagado, leemos en algún lugar que hay que ir hacia la playa Maghera. Así que volvemos a la carretera principal y seguimos una dirección al azar, dirección Killybegs ¿Por qué? Porque sí, porque ya nos daba igual todo y nos habíamos convertido en unos ni-nis del viaje “ni por aquí, ni por allá”. A los pocos metros encontramos un desvío con un cartel que pone Mahera Beach (obsérvese que no pone Maghera). Allí que vamos durante un rato largo, por una carretera estrecha y pensando en volver varias veces. Un camino estrecho de piedras y tierra, aderezado por los 3000 litros de agua que caían por minuto. Parecía no acabar jamás. Al cabo de unos 20 minutos, vemos agua por una ladera y nos preguntamos si es eso será la cascada, está como alejado. Paramos y vemos desde el coche si podemos acercarnos. Imposible, y con la lluvia tan intensa más aún. 
Veinte minutos por ese camino de cabras y en esas condiciones nos parece mucho más de lo que pueda merecer cualquier cascada. Así que, en un arrebato de impotencia, tres de tres destinos fallidos, ponemos en el GPS dirección Donegal Town. Pasamos de todo.
Para nuestra sorpresa, nos dice que tenemos que seguir ese camino de frente. Ese camino que cada vez se vuelve más y más estrecho. Cuando llevamos unos minutos más en el coche, deseando salir de ahí, de golpe a nuestra izquierda, casi pegado a la “carretera” aparece imponente la Cascada Assaranca, como un regalo caído del cielo.

Con la lluvia que está cayendo durante todo el día baja con una fuerza y un caudal que da hasta miedo. Por supuesto no hay nadie ahí, cosa que no me extraña, no sé ni cómo estamos nosotros. Al abrir la puerta del coche mínimamente se nos cala de agua. El que no escribe sale “intrépido” con la reflex que se llena de gotas en el primer milisegundo. El viento, la lluvia, la fuerza de la cascada. Yo, desde el coche, intento hacer mis artimañanas para sacar alguna foto sin gotas. Entre los dos, algo conseguimos.
Y de golpe, ya no importa nada. Primer objetivo del día conseguido, al menos, hemos visto la cascada ¡Qué subidón! Cuando ya lo dábamos todo por perdido.
Continuamos, la carretera es muy estrecha y durante unos 10 km nos vamos adentrando en un paisaje precioso, que nos da mucha rabia no poder disfrutar por la poca visibilidad y la lluvia intensa. Pasamos por un Mirador, en aquel momento no lo sabíamos pero era un punto que teníamos planificado para el día siguiente, Glengesh Pass (y volveríamos, de hecho).

La zona de Glengesh Pass es un lugar por el que tenéis que pasar si viajáis a Irlanda y estáis por la zona. Es un paisaje precioso. Es diferente y es Irlanda. Parecen laderas de montañas cubiertas por alfombras de prado, hierba que se entrelazan unas con otras y, desde el mirador parece un valle infinito. Vale, en estas fotos no lo veis, pero en las del día siguiente, sí que lo veréis. Creednos, si vais a ir por la zona pasad por aquí. Es una maravilla.
Pero aquel día, aunque nosotros intuíamos la maravilla que era, no lo sabíamos realmente, la niebla lo impedía (como veis, tuvimos el típico día bonito, bonito). Menos mal que decidimos volver.
Llegamos a Donegal. Lo primero ir al alojamiento, el Cove Lodge B&B, se encuentra a 2,5 km del pueblo, por una carretera que está casi en la puerta. Es cómodo en ese sentido. Una casa muy bonita y muy bien cuidada. Buen gusto en decoración. Está en la lista como de los mejores del viaje. Muy agradable, el trato recibido también muy correcto. Lo de que la ducha no se pueda separar del todo de la alcachofa no me hace mucha gracia, pero ya es ponernos exquisitos. La tele pequeña, pero a nosotros eso no es indiferente cuando viajamos. Y ¡Atención! las toallas casi normales de tamaño (sería solo en Irlanda del Norte lo de las toallas Pin y Pon...). Buen desayuno y cama cómoda. El desayuno en la línea del resto, destacando las tostadas, por lo buenas que estaban.

Tras registrarnos, pronto ponemos camino a Donegal. Estábamos algo cansados. Había sido un día con varias piedras en el camino y, sobre todo, un día en el que cada vez que salías o entrabas llovía tanto que uno tenía la sensación de estar mojado y frío todo el día. La temperatura rondando los 15 grados más o menos. Un agosto animado, vamos.
Cuando llegamos al pueblo, en 3 minutos, sigue lloviendo. Aparcamos en el parking que hay a la entrada de la localidad. A partir de las 18:00 es gratis. Es casi a la hora que llegamos nosotros, así que, decidimos esperar con la esperanza de pare un poco de llover. Aun así, es un precio simbólico. 0,3 Euros la hora y 2,70 el día.

Para unos momentos de llover, aprovechamos para reservar personalmente una mesa para las 20:00 en Olde Castle Bar. El pub que hay justo al lado del Castillo de Donegal. Y después nos dedicamos a pasear por el pueblo. Es un lugar bastante pequeño, tiene un castillo, como os decíamos, que no llegamos a tiempo para poder visitar su interior. La entrada es 5 euros. Lo rodeamos, observamos su plaza, los edificios. Donegal Town fue una de las ciudades más importantes de la zona y la que puso nombre al condado en el que se encuentra. Poco tiempo dura la paz porque de nuevo empieza a llover. No hay manera de quitarse el destemple de encima.

Así que decidimos entrar en el pub-restaurante que hemos reservado a tomarnos algo a resguardo, y luego ya cenar. En la planta de abajo nos sentamos beber algo. Y casi sin darnos cuenta, tenemos que subir a la planta alta a cenar (también se puede cenar abajo de forma informal).

Es un local con comida típica irlandesa. La carta es bastante variada. En esta ocasión los dos pedimos lo mismo, dos pasteles de ciervo (Venisson Pie) acompañados de tubérculos tipo zanahorias, etc y puré de patata. Dos platos muy contundentes y bastante buenos. Bebemos agua. Anteriormente habíamos tomado sidra y tónica. El precio 41 Euros. Buena cocina.

Por fin conseguimos entrar en calor, imposible no hacerlo con esos pasteles servidos en recipiente de barro que al meter el tenedor, salía un humo que ni en Lluvia de Estrellas.

Al salir, pensamos que podíamos escuchar música en algún pub. Sigue lloviendo. Nos vamos acercando a todos los que nos encontramos alrededor de la plaza y ninguno tiene música. Estamos muy cansados y destemplados. Pero a pesar de todo lo que os hemos contado que pasó, sonreíamos y nos reíamos bastante haciendo un recuento de escenas de aquel día.

Para el día siguiente los protagonistas seguían siendo los paisajes ¿Podríamos o no verlos? Los Acantilados más altos de Europa nos esperaban…
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