Estamos en Dublín y el día al completo lo vamos a dedicar a visitar la ciudad, el día anterior solo fue un aperitivo. Al mirar por la ventana, ver, ver, no se ve nada. Estamos en los sótanos del hotel, se ve el suelo (no da directamente a la acera) y está mojado. Llueve ¡Qué raro!
Solo ha durado el sol un día. No se puede una dejar ilusionar. Las fotos de esta entrada alternaran imágenes soleadas del día anterior y las lluviosas de éste, para mostrar las dos caras de la ciudad. Y la entrada del día siguiente os mostrará otra cara de un Dublin lleno de color.
En el desayuno comenzamos con el yogurt con cereales y acabamos con las tostadas y el croissant. El desayuno continental de los campeones.
Amanecer por la mañana con un calzado que no sean las botas de montaña nos hace hasta ilusión. Aunque viendo como llueve…
Primera parada, el Trinity College. Entrar al recinto es gratuito, es la entrada a la Biblioteca, en la que se encuentra el Libro de Kells, la que requiere entrada. Ésta cuesta 11 euros. Por 13 euros puedes tener derecho a la entrada a la Biblioteca y a disponer de un guía para que te vaya contando parte de la Historia del College. Nosotros optamos por la de 13 euros, la guía es en inglés, pero tenemos fe.
En la puerta pone los horarios de las visitas guiadas y a nosotros no nos tocó esperar casi nada. Lo que no sabíamos era cómo íbamos a acabar esa visita. La guía, una estudiante del College, empieza a contarnos “cosas”. Y sí, digo “cosas” porque no podemos especificar con claridad qué cosas. Mientras recorríamos el campus caminando, ella hablaba y todos íbamos detrás con nuestros paraguas abiertos y las gotas golpeándolos, con lo que la acústica era malísima y todavía hacía más difícil la comprensión de la historia. Sí, ponemos excusas...
Habló muchísimo. Era increíble, la historia del College debía ser totalmente apasionante, magnífica y divertida porque el resto de público de la visita se partían y “mondaban” (palabra muy de los 80) de la risa con sus historietas. Lo que no sabían ellos es que “quién ríe el último ríe mejor”.
En una de la parte de la explicación, cuando habíamos pasado los 45 minutos de visita y nuestro cerebro ya estaba calcinado del esfuerzo de seguir la evolución del College desde que se produjo el Big Bang a nuestros días, el que no escribe me mira, veo sus pupilas chispeantes en las que parece estar fraguándose algo.. y me dice ¿hacemos un Moonwalker? Y se pone a dar los pasitos hacia atrás, como si Michael Jackson le poseyera, y a la vez se va agachando, como si desapareciera tragado por arenas movedizas mientras no podía contener la risa y él tampoco...
Y esta fue la forma en la huimos de aquella situación, con un Moonwalker, sin querer mirar atrás mientras se nos saltaban las lágrimas de la risa. Y lo hicimos camino de la Biblioteca.
Pero bueno, antes deberíamos contaros algo de lo que nos contaron a nosotros sobre el Trinity College, pero con lo que os hemos relatado … ¿Os fiáis de nuestra información? Es por ello que os dejamos a vosotros mismos que os ilustréis sobre la trayectoria de la más prestigiosa universidad de Irlanda.
La Vieja Biblioteca del Trinity College es una maravilla. Algo tienen las bibliotecas que atrapan. Un aroma diferente y esos libros de cantos gigantes, los estantes de madera oscura. Nos pareció muy bonita. El mayor tesoro está en tener el Libro de Kells, que desde hace unos años, además, está prohibido que salga de las cuatro paredes de la Biblioteca, dado que sufrió un gran deterioro en el último préstamo que se realizó.
El libro de Kells es uno de los pocos manuscritos que han sobrevivido de la Edad Media, considerándose un tesoro del arte medieval religioso. Kells es un pueblo de Irlanda, lugar en el que se escribió. Es una pieza de cristianismo celta y que contiene los cuatro evangelios. Sus ilustraciones y acabados son impresionantes. Ésta es la única pieza que no dejan fotografiar en la visita a la Biblioteca Vieja del Trinity College. Nos gustó mucho.
Salimos a la lluvia de nuevo y continuamos callejeando, os vamos a ir comentando lugares que vimos aunque no sigamos un orden exacto, ya que cuando estas turisteando por una ciudad se dan muchas vueltas sin un sentido claro.
Pasamos de nuevo por el Temple Bar, en ese momento, muchísimo más tranquilo.
A principios del s.XVII William Temple compró los terrenos donde hoy en día se encuentra este barrio. En el s.XVIII se estableció en este área la Casa de Aduanas, lo cual fue atrayendo a esta zona muchos más habitantes y atrajo la creación de locales de restauración y ocio.
El Temple Bar es un barrio adoquinado lleno de callejuelas en las que se entremezclan, pubs, restaurantes y pequeño comercio. Un lugar en el que se escucha música y dónde la vida nocturna fluye con energía.
Durante el día nos acercamos a las inmediaciones del castillo de Dublín. Seguía lloviendo sin parar.
El castillo de Dublín desde los exteriores no tiene el típico aspecto de fortaleza, y es que en el s.XVII sufrió un incendio que obligó a su reconstrucción. Se puede visitar el interior, aunque nosotros nos limitamos a ver los exteriores del mismo.
Pasamos Christ Church, la Catedral de la Santísima Trinidad. A pesar de lo que nos gustan las catedrales, lo que más nos apetece es pasear por Dublín, así que nos entretenemos en sus exteriores.
Dublín tiene dos catedrales, ésta y la de San Patrick. Christ Church es la más antigua de las dos y posee la cripta más grande de toda Gran Bretaña e Irlanda. El precio de la entrada es de 6,50 Euros. Sus orígenes datan del s.XI, aunque fue sufriendo diferentes ampliaciones.
Seguimos por Dublín, vamos en busca de la prisión cárcel de Kilmainham, Kilmainham Gaol, que está a unos 40 minutos. Y con esa idea de que Dublín es pequeño, decidimos hacerlo andando, pero las distancias se comen el tiempo.
La cárcel se inauguró en el s.XVIII. Es un edificio que guarda gran parte de la historia de Irlanda y que se recorre a través de una visita guiada en inglés. Pero miramos la hora, vemos que nos vamos alejando del centro, que es la hora de comer y no encontramos dónde, y decidimos volver a la zona central para tomar algo porque se nos ha pasado el tiempo.
Deciros que para esa tarde teníamos ya sacadas las entradas para visitar la Fábrica de la Cerveza Guinness (Guinness Storehouse). Lo hicimos por internet porque salía más económico y la hora de entrada que escogimos eran las 17:30. El precio varía en función de la hora. Cuando sacas las entradas te envían un número de referencia al correo y con ese número se imprimen las entradas en las máquinas que hay en la entrada del local.
Así que, visto que por la tarde teníamos cita y que a la cárcel no nos iba dar tiempo a llegar y visitarla, volvemos a comer al Temple Bar. La “fast food” se apodera de nuestra comida y ponemos rumbo hacia la Catedral de St Patrick.
Es decir, volver a andar lo desandado anteriormente. Camino de la catedral de St Patrick y, buscando un baño con urgencia para el que no escribe, nos encontramos la Iglesia de San Audoen, de las más antiguas de Irlanda (s.XII-XIII). Entramos en su interior. Hay una parte que es una especie de exposición y luego tienes acceso a una parte de la iglesia y parte de ruinas de la misma.
Es muy pequeña y le dedicamos un ratito antes de continuar camino de St Patrick.
Llegamos a la Catedral de St Patrick. La catedral más grande de Irlanda. Se eligió su ubicación porque teóricamente existía un pozo donde el patrón de Irlanda, San Patricio, bautizaba a los conversos.
La iglesia está rodeada de unos jardines en los que decidimos tomarnos un respiro. Nos sentamos un rato allí para retomar fuerzas. Hay algunos que directamente se tumban a descansar. Que nosotros tendremos fama de siesta pero sales de España y ves que el que puede aprovecha el momentito.
Sentados en aquel parque con la Catedral de San Patricio frente a nosotros, y tocando la última tarde que estaríamos en Dublín, ya que al día siguiente en esas horas estaríamos en el aeropuerto, valoramos un poco el viaje por Irlanda y nuestras primeras impresiones sobre Dublín. Una ciudad que nos está dejando con un sabor un poco agridulce. No le acabamos de encontrar el encanto.
Al mirar el reloj es la hora de ir a la Guinness Storehouse. Para llegar seguimos las indicaciones del Maps que nos mete por algunas callejuelas que no nos dan especial seguridad. No es que veamos nada claro como para desconfiar, pero hay algo que hace de esa zona poco confiable. Todo sensaciones, ningún hecho objetivo. Pero nos pasa a los dos.
En la Guinness Storehouse cogemos una audioguía para cada uno (1 euro) y comenzamos la visita. Tienes una hora de entrada pero no vas en grupo, una vez que entras, cada uno va a su aire.
La visita es a una fábrica museo. No tiene nada que ver a las experiencias que hemos vivido cuando hemos visitado una destilería de whiskey (Escocia) o una Bodega de Vino (La Rioja), por ejemplo. Aunque vas pasando por las diferentes fases, está montado de una forma más tipo “educativo” que por una experiencia real. Esto solo es una apreciación descriptiva. Personalmente nos gustan más las experiencias de la destilería y bodega que ésta de Guinness, pero entrar en la Storehouse también nos encantó.
Son varias plantas. Te dan muchísima información. Bajo nuestro criterio, la audioguía en esta actividad sí es interesante, dado que además, se utiliza vocabulario específico de la materia.
Con el precio de la entrada (en nuestro caso ascendió a 16 euros persona), cuando acabes la visita puedes subir a la planta de arriba para degustar una Guinness.
En verano dejan de servirlas a las 19:00 horas. El atractivo que tiene, además, es que desde arriba se tiene unas vistas de 360 grados sobre Dublín. No son unas vistas que nos enamoren, pero no dejan de ser unas buenas vistas sobre la ciudad.
En su conjunto nos gustó la experiencia y la disfrutamos. Además, en su interior permiten hacer fotografías, así que, para dos enfermos como nosotros, eso ya es un punto a favor.
Salimos hacia las 19:30h. Decidimos evitar el callejeo por el que habíamos llegado y cogemos las dos calles principales. Vamos hacia el Temple Bar, otra vez. Nos apetece sentarnos y disfrutar de Dublín. Que hasta ese momento es lo que más nos ha gustado de la ciudad, el buen ambiente que hay.
Nos sentamos un rato en unos escalones que hay en la zona más céntrica del Temple Bar y volvemos a hacer un poco balance del día y de la ciudad. Frente a nosotros hay un pub dónde está tocando y cantando un grupo que nos gusta. Así que amenizan nuestra parada con la música que sale por la puerta abierta, donde se asoma todo aquel que pasa al lado.
No sabíamos qué cenar. Llevábamos tomando ensaladas, estofados y demás varios días. ¿No os pasa a vosotros que cuándo lleváis más de 10 días fuera de casa haciendo todas las comidas fuera, no sabes qué tomar? Y mira que nos gusta comer.
Dejamos que la hora se caiga encima mientras seguimos disfrutando del discurrir de la vida en Dublin y acabamos tarde en un Friday’s. Nada reseñable que destacar, es un Friday’s.
Nuestro último paseo nocturno nos regala la canción de Galway Girl una vez más, está a tope la zona.
Con un paseo, vamos volviendo al hotel muy cansados. Al llegar teníamos que empaquetar todo el equipaje, al día siguiente volvíamos a casa, pero aún nos quedaba pasear un poco más Dublín, teníamos toda la mañana para disfrutarlo y además nos mostraría su cara más soleada y colorida.
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