15 días por el norte de Italia. Día 1: Madrid - Como

Por Tienesplaneshoy @Tienesplaneshoy
Agosto. Ha llegado el día de comenzar el viaje que habíamos estado preparando, con no demasiado tiempo, semanas atrás. Nos íbamos a Italia. En la entrada anterior sobre los preparativos de viaje contamos todo lo relativo a vuelos, alojamientos, coche, etc. 

Aquella mañana el vuelo salía “teóricamente” a las 9:45 desde el Aeropuerto de Madrid. Volábamos con Ryanair y, por primera vez en todos los vuelos que hemos hecho con esa compañía, nos sentaron separados. El que no escribe pone cara de lamento, pero sé que, por dentro, está en plena ebullición de felicidad contenida. Por fin va a poder dormir, desde antes de que despeguemos, sin ser censurado por mi mirada y mis palabras. ¿Cómo se puede dormir antes de despegar? A mí, la emoción me corroe. 
Desayunamos en el aeropuerto, nos gusta empezar a lo grande, aunque suponga pedir una segunda hipoteca. Hace apenas unos días estábamos los dos atacados, cada uno con su trabajo, en pleno estrés laboral y de golpe nos vemos en la cafetería, con sueño y a punto de salir a Italia. Con esa incertidumbre en la que no sabes qué va a pasar, ni cómo va a salir todo lo que llevas muchas semanas planificando e imaginando.
El que no escribe, tan motivado, decide desayunar directamente una Focaccia, si eso no es entrega por un destino… ¡Elegir focaccia en el aeropuerto!, yo soy más de croissant aquí, en Italia y allá donde encuentre uno con buen aspecto. 
La hora de salida del vuelo se retrasa, pero se retrasa estando todos sentaditos en nuestros asientos. ¡Gloria bendita! Cincuenta minutos dentro del avión para que vayamos aclimatándonos al calor de los próximos días. El que no escribe está sentado en la última fila, le mando whatsapps, aunque la suerte parecía estar de su lado, un giro dramático de las circunstancias hace que no pueda dormir antes de despegar porque le toca whatsapear conmigo. Sonrío con malicia de pensarlo. 

Pasados los cincuenta minutos, el vuelo despegó y dos horas después, más o menos, aterrizaba en Bérgamo. Las maletas llegaron correctamente y pusimos rumbo a la oficina de alquiler del coche. Nada más pisar el exterior, vimos que las predicciones meteorológicas no fallaban, unos 35 grados en la calle nos dieron la… “bienvenuti”
El coche no estaba listo. Nos tocó esperar unos 25 minutos al apacible calorcito italiano hasta que trajeran el vehículo. Mientras tanto, especulábamos qué modelo sería el que nos tocaría. Repetíamos que mientras no fuera el bailongo Fiat 500 L que nos tocó en Austria… y entonces un brillante Fiat 500 L blanco apareció frente a nosotros, con un sonriente empleado que nos ofrecía unas llaves. No dudamos de las bondades de este coche, es amplio, alto y el interior cómodo, pero a nosotros su estabilidad no acaba de convencernos. Aún así, lo acogimos con amor y con él disfrutamos de un grato viaje sin que nos diera ningún problema.

Acomodamos maletas, caben todas, maleta grande, dos trolleys y bolsas de cámara. No sabemos viajar con poco, así somos. Arrancamos y vamos buscando la salida del parking. Primera situación de guiri novato. No somos capaces de salir de ahí. Llegamos a la barrera, hay una máquina al lado. Pulsamos botones, tiene varios. No ocurre nada, bueno no ocurre nada en la barrera, porque detrás de nosotros se va haciendo una fila eterna de vehículos. Vemos un botón con un micrófono, dan ganas de pedir un Big Mac. Nos contestan al otro lado, pero la comunicación no fluye. En ningún idioma, de hecho no sabemos ni qué idiomas estamos intentando manejar. A ver, que es Italia, que nos entendemos. Pero no, allí no. La fila continúa creciendo y nosotros pulsando cosas. No hemos salido del aeropuerto y ya estamos liándola. Al menos, nadie pita, aunque se ven cuellos que asoman extrañados. Al cabo de unos minutos aparece un trabajador al que vemos llegar por los retrovisores. No viene con simpatía en el rostro. Nosotros sonreímos y sacamos la mirada angelical y entonces él pulsa un botón camuflado. ¿Eso era un botón? Pero si parece un dibujo… Al pulsarlo, sale el ticket, se abre la barrera y el señor pone los ojos en blanco… ¡Ups! 
Desde el aeropuerto de Bérgamo nuestro destino es Como. Llevábamos muchísimos tiempo con ganas de conocer el Lago Como y los pueblecitos que lo rodean. Para ese día teníamos planificado conocer Como, instalarnos y al día siguiente recorrer el lago.

Los tiempos iban más apretados, el retraso del avión, el de la entrega del coche y la salida del parking hacían que el día volara.
Para ir de Bérgamo a Como hay varias opciones. Optamos por la opción de peaje para evitar posibles retenciones. El peaje nos supone 7,5 euros. Este trayecto se realiza por la A4. Son 10 km más que si cogéis la opción de A4 más la SS36 (en este caso serían 4,50 euros) pero teóricamente son unos 10 minutos menos y evitas el riesgo de pillar retenciones. Pagamos con tarjeta, cuidado si lo hacéis en efectivo porque tiene que ser con la cantidad justa. Tardamos una hora y algo en llegar y cuando lo hacíamos eran las 15:00. 

El alojamiento elegido es el B&B (Bed and Breakfast) La Rondine. No tiene recepción y nos habían contactado para decirnos que les avisáramos una hora antes de llegar. No lo hicimos porque no supimos calcular. Así que, a las 15:00, estábamos a 36 grados, con hambre, y llamando al alojamiento para decidir qué hacer. La idea era buscar un sitio donde comer algo para hacer tiempo hasta que llegaran. Pero nos sorprenden diciendo que en cinco minutos vienen, que esperemos.

Tal y como comentamos en la primera entrada, este es uno de los B&B particulares que encontramos en Italia. Está muy bien ubicado, en la ciudad, pero es un piso en un edificio de viviendas particulares. Tan solo tiene dos habitaciones. Una es nuestra, con baño incluido. No tiene aparcamiento. Resultó ser un pequeño apartamento muy nuevo, con una cocina a la entrada donde por las mañanas vienen a prepararte el desayuno. De tamaño normal, limpio y con la peculiaridad de que no te hacen la habitación. Pero eso no lo sabríamos hasta el día siguiente…

Un amable señor viene a buscarnos, nos enseña la habitación, nos pregunta a qué hora queremos desayunar. Nos enseña 2.000 fotografías para ilustrar sus sugerencias turísticas para ese día y el siguiente. Un encanto, además nos dice dónde aparcar hoy durante todo el día por 4 euros y al lugar donde debemos cambiar el coche por la noche (que es cuando puede quedar algún sitio libre), para que el día siguiente lo tuviéramos gratuito. Interesante porque al día siguiente íbamos a coger el barco. El primer día aparamos en la calle Abbondio Martinelly y el segundo día en Piazzetta Mojana Primo.

Llevamos el coche al aparcamiento cercano. Al lado del alojamiento hay un Carrefour Market, es tan tarde que comer ya era complicado. Nos compramos agua, un sandwich, fruta cortada, que es nuestro mayor tesoro, y hacemos una parada de supervivencia en un parque, a la sombra. Hay que comer rápido porque la catedral cierra pronto. Calor, el agua infusiona.
Como pertenece a la región de Lombardía. Popularmente conocido por ser la capital de la provincia de Como, y estar a orillas del conocido y bucólico lago de Como. Una zona que en el presente es conocida por estar vinculada al turismo exquisito y selecto. George Clooney o Madonna, han sido algunos de sus visitantes en los últimos año, adquiriendo villas en la zona.

Pero Como tiene un pasado que se remonta muchísimos siglos atrás. El trazado que mantiene la ciudad es originario de los tiempos en los que era una colonia romana. Su estética de aire medieval, su carácter monumental y el ambiente de sus calles invitan al paseo. Quizá con menos calor podrían invitar más.

Entonces, además del paseo y callejeo ¿Qué ver en la ciudad de Como?
Nosotros lo primero que hicimos fue ir en busca del Duomo (catedral). A parte de que cierra a las 17.00 horas, pensamos que estando en ese momento el sol a tope, era un plan perfecto para esquivarlo durante un rato.

El acceso al Duomo de Como es gratuito, tienes la opción de dar un donativo. Nosotros lo hicimos. Es muy importante recordar a los viajeros veraniegos que, para entrar a los templos en Italia, no te dejan hacerlo con camisetas de tirantes ni las piernas “demasiado” al aire. Con esto quiero decir que permitían pantalones cortos o vestidos “recatados” generalmente. Así que recomendamos meter en la mochila unas camisetas de manga larga o unos pañuelos grandes por si fuera necesario. En muchos de los lugares tenían disponibles una especie de túnicas desechables para poderse cubrir.

La catedral comennzó a construirse en el s.XIV y no terminó hasta el s.XVIII. Es de estilo gótico y resalta su cúpula azul. Se encuentra en el centro de la ciudad. Cuando abrimos la puerta y entramos en el interior esperábamos sentir ese frescor que suelen dar los edificios de piedra, pero ahí no se sentía frescor alguno, más bien una especie de humedad que, cuando el que no escribe se quitó la mochila, pude ver como se había quedado perfectamente dibujada en su camiseta. Camacho no sudaba al lado de eso.
Tras visitar la catedral volvimos al exterior en busca de nuestro primer helado. Helado en una mano, abanico en la otra. ¡Qué helados, por Dios! Nos habían hablado de la bondad del helado de pistacho en la zona y por ahí empezamos, por el pistacho y dos sabores más. ¡Oh, la mia Italia!

Otro de los monumentos emblemáticos de la ciudad es la Torre Porta, una torre de arquitectura militar romana construída en el s.XII para defender la ciudad. El interior hueco es resultado de los cuatro pisos ya destruidos. 

Uno de los hijos de esta ciudad es Alessandro Volta, al que hay dedicado un edificio en la ciudad, el Tempio Voltano, pegado al paseo que bordea el lago. Se construyó cuando se cumplió el centenario de su muerte, a principios del s.XX. Tiene una apariencia neoclásica y en su interior se puede encontrar desde su primera batería a un montón de documentos relacionados con su vida.

Paseo Villa Olmo es un paseo precioso alrededor del lago desde donde se tienen bonitas vistas del lugar. El embarcadero, con su pequeño puerto y barquitos flotando…

Luego nos metimos por sus calles empedradas y adoquinadas, observando fachadas, sintiendo esa emoción que tiene uno el primer día, pero también pensando cómo íbamos a gestionar ese calor más de una jornada. Caminando por el paseo empezamos a buscar una sombra ¿dónde están las sombras cuando más las necesitas?

Ni sombra, ni banco libre, así que acabamos sentados en unos escalones que bajaban al lago, donde una madre y una niña se estaban refrescando. El que no escribe aprovechó para descalzarse y aproximarse hasta el agua. Me quedé mirando fijamente su cara, para ver el alivio que iba a sentir al tocarla, pero… ¡oh, sorpresa! el agua estaba caliente.

Cogimos un poco de aliento, al sentarte sobre la piedra, esta también quemaba. Así que, antes de que cayera un poco el sol, y antes de que se hiciera de noche, decidimos que había llegado el momento de coger el tren cremallera que lleva a Brunate.

Lo hicimos hacia las 19:30. El precio es de 5,5 euros persona. Desde arriba habíamos leído que había unas bonitas vistas de la ciudad y del lago. El tren se coge en el mismo Como y te lleva a la pequeña localidad de Brunate. Este funicular funcionó a vapor hasta principios del s.XX, desde sus orígenes en el s.XIX. Luego pasó a ser eléctrico y, posteriormente, se fue modernizando, incluyendo, por ejemplo, aire acondicionado, que no sentimos en nuestra experiencia, todo sea dicho. Sube algo menos de 500 metros en poco más de un kilómetro y menos de 10 minutos. 
La espera para coger el funicular fue lo más refrescante de aquel día, corría una corriente que casi deseabas que no llegara nunca el trenecito. Pero llegó y dentro sentimos perfectamente lo que sería cocinarse uno mismo al vapor. Al llegar arriba estuvimos buscando una fuente. La fuente nos debió cegar porque no vimos el cartel que llevaba al mirador, tiramos hacia el lado opuesto y no había vistas, ni nada parecido. Preguntamos, seguimos un cartel que ponía "Panorami", caminamos y caminamos y no había vistas. Nos sentimos absolutamente ridículos. ¡Pero si todo el mundo hablaba de eso!

Cuando nos rendimos, eso sí, viendo previamente un montón de villas impresionantes en el paseo, decidimos volver al punto donde se cogía el funicular para bajar y, entonces, leímos el cartel que llevaba al mirador en menos de tres minutos (sin comentarios).

Y ahí apareció el Lago Como. Como desde las alturas y un rosado atardecer, que evolucionó a un naranja cálido, que iba a dar la bienvenida en cuestión de minutos a la noche. Ahí estuvimos con las cámara, haciendo fotos e intentando salir medianamente decentes en unas fotos que mostraban un blanco nuclear en nuestras caras y unos brillos reflectantes. El cansancio comenzaba a dejar huella.

Según llegamos abajo, decidimos sentarnos a cenar. Lo hicimos en uno de los locales que había muy cerca, pegado al lago. Restaurante el Lago, una mesa para dos en su terraza, donde, a pesar de haber desaparecido el sol, no corría una gota de aire. Pizza Rucoletta y Ensalada de fruta y gambas, agua, tiramisú y dos expressos con hielo. No destacan los salados pero el tiramisú ha sido el mejor que hemos probado nunca hasta la fecha. Total 40,30 eur.

En el restaurante nos relajamos mucho y la risa aflora, especialmente cuando “el que no escribe” dice que su propósito es que el italiano no se pierda y pide la pizza Rucoletta con el tonito italiano cantarín. Lo hace tan serio y convencido que cualquiera se lo discute. 
Después de cenar, a pesar de estar exhaustos, queremos pasear por el Como nocturno. Hay bastante ambiente. En la plaza de la catedral suena música y hay algún espectáculo callejero. La catedral está iluminada de azul.

Llegamos al alojamiento y enchufamos el aire acondicionado y así la paz fue llegando a nosotros. No os olvidéis, si viajáis a Italia, coged alojamiento con aire acondicionado. Al tocar la cama eso es la gloria.

Ponemos a cargar los cachivaches, miramos el reloj, hay que poner el despertador. Al día siguiente teníamos que intentar coger el primer barco de la mañana para evitar el calor fuerte y la masificación. Sincronizamos relojes, acomodamos almohadas, regulamos aire acondicionado. Tres, dos, uno… ¡A dormir!
Cuando nos acostamos no sabíamos las experiencias tan bonitas qué íbamos a vivir al día siguiente…
¿Tienes planes hoy?

Ubicación en Google Maps