Para este día, teníamos en mente hacer una de las rutas más populares de las Dolomitas, la de las Tres Cimas Lavaredo (Tre Cime di Lavaredo). Hasta antes de los años 20, eran frontera entre Austria e Italia.
El día anterior, nos habían informado en el hotel que para llegar al inicio de la ruta tendríamos que recalcular nuestro camino en coche, pues había un tramo de carretera cerrado por desprendimientos.
Amanecemos en el hotel de Cortina de Ampezzo a las 8 de la mañana y lo hacemos un poco cansados. Hemos pasado el epicentro de las vacaciones a Italia y físicamente se va notando. A las 8:45 estamos desayunando. El mejor desayuno hasta esa fecha. Hay muchísima variedad y está muy bien de calidad. Fruta, embutidos, quesos, dulces variados… ¡Mini punto para el hotel! A lo que hay que sumar, lo más importante, una cama muy cómoda.
Para hacer esta ruta hay que ir hacia el Lago Misurina, que está muy cerca de Cortina de Ampezzo, nosotros como tenemos que tomar una ruta un pelín más larga se nos pone el trayecto en unos 40 minutos. Una vez que llegamos al lago, hay que seguir las indicaciones hacia el parking en el que tenemos que estacionar más arriba, que está a unos 10 o 15 minutos.
Si quieres acceder al aparcamiento superior hay que pagar 25 euros por vehículo. Bueno, tienes la opción de subir los 4 kilómetros caminando y dejar el coche no sabemos en qué recóndito lugar. En estos casos, nosotros somos de los que pagan por no andar, pero es que en esta ocasión, además, parece lo más razonable.
Al llegar a la zona del aparcamiento, se nota que hemos llegado con el grupo de los madrugadores. El aparcamiento es grande y está organizado en una especie de terrazas. Tenemos suerte y podemos aparcar en la superior, algo que no parece trascendente, pero que es un tramo que te quitas de la ruta.
Esta ruta, como decíamos, es muy popular. Así que si tenéis la opción de no realizarla en un fin de semana sería un acierto. El día que nosotros fuimos no había demasiada gente, también empezamos a primera hora.
Al aparcar, el termómetro del coche marcaba 18 grados y el cielo estaba nublado. Una temperatura muy agradable para realizar una rutita. Hay dos rutas posibles, una circular más larga, y otra líneal más corta. Optamos en esta ocasión, a pesar de gustarnos más las rutas circulares, por la líneal, numerada como 101.
El comienzo de la ruta se sitúa en el Refugio Auronzo. Desde ahí, durante unos metros, se camina por una pista que va por el lateral de la montaña y es llana con una muy ligera pendiente descendente. El paisaje es totalmente espectacular, diferente a cualquiera que hubiéramos visto. Poca vegetación y mucha piedra. Lo hace muy especial.
El primer hito que se cruzará en vuestro camino será una ermita. Desde allí las vistas se expanden a un infinito más lejano todavía. Unos cuantos metros más adelante aparecerá el Refugio de Lavaredo.
Nosotros llegamos a él unos 45 minutos después de comenzar el camino, entonces no sabíamos en aquellos momentos lo útil que nos iba a ser ese refugio un rato después.
A partir de ese momento se ve la cara trasera de la imagen conocida de las Tres Cimas. Las Tres Cimas son uno de los perfiles montañosos más conocidos del paisaje de las Dolomitas.
Desde el Refugio Lavaredo comienza una pendiente en ascenso zigzagueante que causa un poco de debilidad en nuestras piernas de gelatina, no en las piernas de las personas normales. Ese ascenso se puede hacer de dos maneras, bien desde el refugio tomando el camino más a la izquierda que va en línea recta hacia arriba, o por el derecho siguiendo las curvas de las que os hablamos. Nos dejamos llevar por lo que hacía la mayoría, porque somos así, un derroche de personalidad, y fuimos por el zigzagueo.
En la parte más alta se ve el perfil de las Tres Cimas, bueno, cuando nosotros llegamos se puso a soplar el viento como si se hubieran dejado un par de ventanas abiertas enfrentadas. Nos pusimos los cortavientos y vimos como las nubes bajaban a gran velocidad hasta tapar las puntas de estos picos.
Desde ese punto el camino es descendente, pero la cara de los que suben no presagia un buen retorno de vuelta. Que sí, es una ruta sencilla y perfectamente realizable sin contar con una forma física especial, pero las pendientes al final siempre pesan. En ese momento, al ser bajada no lo hacían. Vamos caminando girando la vista atrás todo el rato, esperando que se despejaran las cimas, pero las nubes, en constante movimiento, solo lo hacen durante algunos segundos.
Durante el camino el paisaje sigue siendo pedregoso, muy pintoresco. parece que las montañas se están deshaciendo. A los 40 minutos, desde la parte más alta, estamos llegando al Refugio Locatelli. El último tramo vuelve a ser de subida, para acceder al refugio incluye algunos escalones de piedra y unas primeras gotas que empiezan a caer. El cielo se empieza a encapotar más y más...
Llegamos al refugio justo a tiempo y lo usamos haciendo honor al nombre de este tipo de instalaciones. Allí nos agolpamos debajo de su terraza a refugiarnos de la lluvia, al principio suave, luego intensa, luego más intensa, le añadimos viento. Este hace que el agua entre dentro de la terraza. ¿Añadimos granizo? ¿por qué no? Pues toma granizo, más lluvia, más viento. Cada vez llegando más gente calada, desde debajo del tejadillo vemos a otros que que bajan de la zona de la montaña a resguardarse. Allí estamos todos, unos secos, otros con humedad, afortunados como nosotros, y otros que bien podían haber caído a un lago directamente.
Estamos perplejos, metidos en la terraza al ver ese cambio repentino y al pensar qué suerte la nuestra. Si hubiera ocurrido tan solo diez minutos antes, nosotros seríamos los que parecería que salíamos del lago. Aprovechamos la parada en el refugio para ir al baño. Que ese es un tema que no se trata públicamente, pero lo de las rutas y los baños a mí me ha tensado en más de una ocasión...
Un rato después, no más de 15 minutos, el agua desaparece, sale el sol y queda un día precioso. Así es la montaña.
La ruta circular sigue por la izquierda del Refugio Locatelli en descenso. Nosotros teníamos en mente hacer la lineal y, después de ver ese giro insospechado climatológico, más convencidos aún. Así que emprendemos la vuelta por dónde habíamos llegado, con la diferencia de tener un solazo impresionante y los paisajes más despejados.
Con la tendencia natural a resbalar y deslizarme que tengo, salvo el día que me puse unos esquís que decidí que ahí no era importante deslizar y me anclé a la nieve, la primera bajada la hacemos con cuidado, porque la lluvia convierte el terreno pedregoso en algo resbaladizo.
Vamos haciendo más fotos. Y tras la bajada empieza la subida. La primera nos recuerda a una rampa de garaje, la siguiente subida tiene menos pendiente pero es más larga. El que no escribe coge su ritmo constante y lo hace sin parar. Dice que escucha el eco de sus jadeos. Yo voy por detrás, y sí, paro unas tres o cuatro veces. Escuchando la respiración de los demás, porque la mía era casi inexistente. Nuestra forma física es lamentable, pero no estamos solos y eso, aunque suene cruel, reconforta.
Al llegar a la parte más alta y empezar a bordear la montaña para llegar a su otra cara, el cielo se vuelve negro. Todo ocurre muy rápido y en un pestañeo una nube se sitúa justo donde estamos nosotros (aquí se acaban las fotos), dejándonos con nula visibilidad. No se veía absolutamente nada, era como una pared blanca que te rodea. Para colmo empezó a llover suave. Dos minutos más tarde se puso a llover normal. Dos minutos más tardes corrían ríos por nuestros chubasqueros. El agua había atravesado los pantalones, que se adherían a nuestra piel como si fueran parte de nuestro cuerpo, al igual que la ropa interior. El viento se puso a soplar, qué maravilla, por si no nos daba suficiente frío la situación. El agua corría por nuestras piernas hasta el interior de las botas de montaña. ¡Qué placenteras sensaciones, caminando con los pies empapados! Ni siquiera podías echar a correr porque no se veía absolutamente nada e íbamos tanteando el camino. Tardaríamos unos 20 minutos en llegar al refugio Lavaredo. Calados, completamente calados de cintura para abajo. Y parcialmente calada la parte superior, cabeza, puños…
Entramos al refugio, nuestra idea aquel día era haber comido al aire libre, llevábamos un picnic, pero no estaban las cosas para mantita y cestita del amor. Así que entramos buscando zona de secano y nos planteamos tomar algo. Todas las mesas estaban ocupadas, aunque de haber estado libres tampoco nos habríamos podido sentar dado cómo íbamos de calados. Daba todo tanto frío que lo único que queríamos era estar de pie, con las piernas abiertas y sin movernos.
Nos quedamos en la barra y preguntamos qué podemos tomar. Nos ofrecen unos paninis y, según los pedimos vemos como se abre el cielo y todo se ilumina con la luz del sol. El bar se vacía a la velocidad de la luz. Nos llegan nuestros alimentos, bocadillo de salami, bocadillo de speck, dos coca colas de grifo (que podían haber sido de lata, pero no nos enteramos) y dos cafés 18 euros. Es lo que ha tocado.
Cuando salimos de allí, sobre las 14:30, más o menos, el sol ya no estaba y cada paso que dábamos era tiritando, el viento y alguna gota de agua nos acompaña. Y aunque parezca paradójico eso ayuda a que se seque un poco la ropa. Los pantalones de montaña se secan rápido, pero lo de las botas de montaña nos iba a pasar factura.
Sobre las 15:00 estamos en el coche, al entrar en él parecía que la calefacción hubiese estado puesta. Nuestro siguiente destino es el lago Misurina, pero de camino al aparcamiento por la mañana, habíamos visto un lago que parecía bonito. Se trata de Lago Antorno, se pasa por él y decidimos hacer una paradita y sentarnos un rato allí.
Es un entorno precioso con el que habíamos soñado muchísimas veces y había que disfrutarlo. Eso sí, el destemple no nos lo quitaba nadie.
Desde allí, ponemos rumbo al lago Misurina, que está al lado, y tiene fama de conformar un precioso paisaje de montaña. Está a más de 1.700 metros de altura. Cuando llegamos el paisaje es una nube negra, oscuridad y lluvia. Apenas se aprecian las montañas, el día se ha quedado hecho un desastre. Sacamos fuerzas de donde pudimos, y según abrimos la puerta la tiritona se apoderó de nuestros seres. No recordamos cuánto tiempo estuvimos allí, pero no fue mucho, el tiempo no acompañaba y nuestra ropa tampoco.
Cogemos de nuevo el coche buscando un plan alternativo, pero según vamos circulando por la carretera llueve y llueve sin parar. Se nos empañan los cristales, las nubes están bajas y decidimos que retirarnos al hotel a darnos una ducha caliente, descansar un rato, leer y cambiarnos de ropa no era mal plan, tal y como se había quedado la tarde.
Y eso hacemos, a las 17:00 llegamos al hotel. Nos acomodamos y nos dedicamos a replanificar el día siguiente, dado que en nuestro itinerario inicial estaba ir al Lago di Braies antes de abandonar la zona de montaña camino de Venecia, pero la carretera estaba cortada. Ir al Lago di Braies suponía hacer dos horas y media y habíamos decidido prescindir de él.
Aquí, la pupas de España cayó en un sueño profundo hasta las 19:45, entre escalofríos y tiritonas. Y durante ese rato, el que no escribe temió por su cena, pero solo fue un alto en el camino y a las 19.45, bien abrigados iniciamos el paseo al centro de pueblo para cenar.
Aquella noche había bastante más gente por la calle tomando el “aperitivi”. Estuvimos tanteando diferentes locales para probar alguno nuevo. Al final volvimos al mismo lugar que la noche anterior, que aún tenía una de las dos mesas de la terraza libre. Pedimos cerdo con salsa de vodka y pimienta rosa y patatas como a lo pobre. Y unos tortellini verdes con tomates. Terminamos con una crema de tiramisú. Rica, pero no comparable con el Tiramisú que comimos en Como. Agua, copa de vino tinto (en España vino bueno de mesa) y un expresso. 51€. De allí, a parte, nos llevamos aprendido cómo se dice cenicero en italiano, posacenere, culturilla general.
A las 23:00 tocamos la cama, calefacción encendida, gustito máximo y a buscar ¡qué demonios hacemos al día siguiente antes de ir hacia Venecia! El lago de Braies como plan ha sido tocado, hundido y no reflotable. Nos había trastocado todo.
¿Qué se nos ocurriría hacer?
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