Entre los documentales que optan a ser finalistas de cara a los Oscar encontramos algunas producciones de fuera de Estados Unidos que, como ya comentamos en la primera parte, tienen en común el trampolín de Sundance como marca de prestigio. Ahí están las miradas sobre el conflicto palestino-israelí o el grito a favor de la libertad de expresión del cineasta iraní Jafar Panahi. También encontramos reflexiones sobre la lucha contra la droga en los Estados Unidos y una curiosa historia sobre suplantación de personalidad.
Ganador del Premio al Mejor Director en el Festival de Sundance, Emad Burnat se presenta como un granjero palestino que un buen día decidió convertirse en reportero de su propia historia en la aldea de Bil’in, asediada por los asentamientos judíos. La experiencia le ha otorgado importantes premios en festivales internacionales, incluido el Festival de Cine de Jerusalén, que calificó esta producción como "una rara colaboración entre dos cineastas que han encontrado una sola voz y la han transmitido con pasión y fuerza". Se trata de un trabajo realizado entre un palestino y un director israelí, que ha permitido hablar de la resistencia pacífica frente al abuso israelí amparado por la comunidad internacional. La historia comienza cuando este granjero se compró su primera cámara para grabar el nacimiento de su hijo; desde entonces ha ido adquiriendo nuevas cámaras, desgastadas por el uso a lo largo del tiempo. El material rodado por estas cinco cámaras rotas fue el que utilizó el israelí Guy Davidi para editar la película completa.