El mejor homenaje que se puede hacer a Blasco Ibáñez en el 150 aniversario de su nacimiento es leerlo, por primera vez y elegir bien entre unas obras y otras, porque fue uno de los valencianos más singulares y atrabiliario.No sé si yo me hubiera entendido muy bien con Vicente Blasco Ibáñez de habernos conocido en su tiempo y habernos tratado. Quizá su carácter tan variable hubiera coincidido poco con el mío, pero tal vez llegara yo a admirar más el suyo. Que uno llegue a encontrarse a gusto siendo comedido no significa que no pueda sentir admiración por quien no lo es. Quienes tenemos a veces la carencia del atrevimiento podemos llegar a admirar a los atrevidos. No siempre los atrevidos son agitadores y revolucionarios; hay quienes siéndolo no acaban de atreverse. Blasco Ibáñez se atrevía a todo y podía pasar de ser un agitador por la mañana y un burgués mesurado llegada la tarde. Parecía además tener la capacidad para afrontar las circunstancias de un modo diverso de un día para otro y, por supuesto, de una noche para otra. Y en modo alguno eso significaba un cambio de registro en las ideas y en las emociones sino más bien un modo de mezclarlas en su territorio íntimo y en el marco social en el que tan bien se desenvolvía, incluso haciendo el golfo. Seguir leyendo el resto del artículo en Levante-emv.com
El mejor homenaje que se puede hacer a Blasco Ibáñez en el 150 aniversario de su nacimiento es leerlo, por primera vez y elegir bien entre unas obras y otras, porque fue uno de los valencianos más singulares y atrabiliario.No sé si yo me hubiera entendido muy bien con Vicente Blasco Ibáñez de habernos conocido en su tiempo y habernos tratado. Quizá su carácter tan variable hubiera coincidido poco con el mío, pero tal vez llegara yo a admirar más el suyo. Que uno llegue a encontrarse a gusto siendo comedido no significa que no pueda sentir admiración por quien no lo es. Quienes tenemos a veces la carencia del atrevimiento podemos llegar a admirar a los atrevidos. No siempre los atrevidos son agitadores y revolucionarios; hay quienes siéndolo no acaban de atreverse. Blasco Ibáñez se atrevía a todo y podía pasar de ser un agitador por la mañana y un burgués mesurado llegada la tarde. Parecía además tener la capacidad para afrontar las circunstancias de un modo diverso de un día para otro y, por supuesto, de una noche para otra. Y en modo alguno eso significaba un cambio de registro en las ideas y en las emociones sino más bien un modo de mezclarlas en su territorio íntimo y en el marco social en el que tan bien se desenvolvía, incluso haciendo el golfo. Seguir leyendo el resto del artículo en Levante-emv.com