'La vida se presenta como una continua mentira', suspiraba el filósofo Arthur Schopenhauer, de cuya muerte en Fráncfort del Meno, el 21 de septiembre de 1860, se cumplen ahora 150 años. El secreto 'para no ser demasiado infeliz', recomendaba, estaría en 'no esperar ser demasiado feliz'.
Con sus aforismos, Schopenhauer se ganó el sitio del pesimista y huraño entre los filósofos de todos los tiempos pero, eso sí, su obra es considerada una piedra angular en la historia del pensamiento humano. Para mostrar nuevas facetas de este filósofo, la Sociedad Schopenhauer y el Instituto de Historia de la Ciudad de Fráncfort han organizado la exposición 'Lo que mueve al mundo – Schopenhauer en Fráncfort'. Al mismo tiempo, la Universidad de esa ciudad celebra un congreso internacional en el que se discute su significación y vigencia.
El escritor alemán Thomas Mann lo consideraba 'el más racional filósofo de lo irracional'. En su obra maestra 'El mundo como voluntad y representación', concluida en 1818, Schopenhauer dice haber descifrado el secreto de la existencia, con poco por lo cual alegrarse, por supuesto. En relación con los ideales de la Ilustración y la filosofía del siglo XIX, se le ve como un modernizador, que arremete escéptico contra la idea del ser humano racional que se desarrolla positivamente en virtud de su capacidad de aprendizaje moral.
'Cambió radicalmente la visión sobre el mundo y el hombre', dice Mathias Kossler, presidente de la Sociedad Schopenhauer y director de un centro de investigación sobre el filósofo en la Universidad de Maguncia. Cada historia de vida es para Schopenhauer una 'historia de sufrimientos', la libre voluntad sólo una ilusión y el hombre un ser regido por sus emociones y deseos. Consuelo y paz interior sólo pueden hallarse por la vía del ascetismo, o contribuyendo a aliviar el sufrimiento de otros. Sólo con compasión – el principio del bien – puede uno sobreponerse al egoísmo – el principio del mal.
Schopenhauer se convierte así en pionero de una moderna ética de la compasión, que extiende hacia 'todo lo que tiene vida'; pues el hombre no debe situarse sobre la vida vegetal o animal, sino vivir en armonía con la naturaleza. Como filósofo ateísta, Schopenhauer es uno de los primeros en integrar a sus lecturas obras del budismo, el hinduismo y el brahmanismo, con los que comparte el reconocimiento de la futilidad de la dicha terrenal. Schopenhauer sería luego además una fuente de inspiración para el psicoanálisis.
En el disfrute de las artes plásticas y la música sitúa el filósofo el camino hacia la salvación. A través del 'gusto estético por lo bello' puede abolirse toda voluntad, deseo y pena. Pero, a pesar de su típico pesimismo, Schopenhauer es conocido también por inteligentes aforismos de signo positivo, como aquel que recomienda 'abrir la puerta a la alegría cuando quiera que aparezca, pues ella nunca es inoportuna'.
'Lo considero ingenioso, agudo, del resto me abstengo', diría el poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe en 1813 después de su primer encuentro con el veinteañero en Weimar. Goethe era visitante habitual de las noches de té en casa de la escritora Johanna Schopenhauer, madre de Arthur – cuenta Rüdiger Safranski, biógrafo de Schopenhauer. También ella se quejaba a menudo sobre el descontento de su hijo y terminó disgustándose con él.
Schopenhauer nació en Danzig, en 1788, y creció en Hamburgo. Conoció Europa viajando con sus padres. El padre quería que fuera comerciante, como él, pero murió temprano y Schopenhauer se hizo filósofo, con ayuda de su madre – relata Safranski en su biografía 'Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía'. Gracias a la herencia paterna, Arthur pudo estudiar en Berlín y Gotinga, para luego hacerse profesor y más tarde mudarse a Fráncfort del Meno – donde vivió para la filosofía y no de ella, como la mayoría de los profesores universitarios que odiaba.
La fama lo alcanzó más tarde, pero una parte de la primera edición de su obra de juventud, 'El mundo como voluntad y representación', tuvo que ser destruida por falta de demanda. Al final de su vida, sin embargo, era venerado en Frankfurt como una rareza, con sus patillas y sus perros pudel, llamados sencillamente 'Butz' o 'Atma' (repiración o alma en sánscrito). Richard Wagner le envió una copia dedicada de su ópera 'El anillo del nibelungo'.
Schopenhauer, el ser humano, era por supuesto una persona llena de contradicciones. Fue uno de los primeros en defender los derechos de los animales y admirar a los vegetarianos de la India. Pero él mismo comía carne y no era para nada un asceta. A sus perros les hablaba en inglés mientras los paseaba a orillas del Meno, pero les gritaba en alemán, '¡hombre!', cuando les peleaba: un signo de que también el 'misántropo' Schopenhauer tenía sentido del humor.